Solo Para Viajeros

La niña del Volkswagen del 76 y el viajero post COVID-19, un artículo de Rocío Lombardi

Mi opinión

El turismo, los viajes, la hospitalidad serán otros cuando la pandemia que nos azota nos haga creer que hemos vuelto a la normalidad y que podemos volver a ser los mismos. De allí la importancia de seguir dialogando, discutiendo, poniéndonos de acuerdo sobre el tipo de “normalidad” que queremos en nuestro sector. Para los amigos con los que vengo conversando desde hace unas semanas sobre la crisis del turismo en el Perú y en el mundo resulta indispensable el replanteo de modelos y muchos cambios de paradigmas.

En las siguientes líneas Rocío Lombardi, la directora de la carrera de Turismo Sostenible de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya rememora el tiempo en que salir de viaje era una experiencia personal, formativa, ejemplar; que por lo general se hacía en familia, pasito a paso, con el ánimo revuelto y las ganas de inmortalizar entre todos los momentos de goce y descubrimientos a granel. Para Chío se trata de una vuelta de tuerca que nos conduzca a un escenario donde la actividad se lleve a cabo cuidando a los otros y en estricto respeto a los protocolos sanitarios a establecer y la sensatez. Algo así como volver al principio para empezar de nuevo y sin prisas. Buenos días para todos, #otromundoesposible


El llamado viajero post COVID-19 se parece mucho a mis mejores recuerdos de viaje, cuando era niña. Mi pasión por los viajes detrás de las ventanas del antiguo auto Volkswagen del año 1976, cuando Churín me parecía el otro lado del mundo. No recuerdo la decoración de las habitaciones ni lo gourmet de los platos, pero recuerdo la sonrisa de mi familia. El viaje era alegría, energía, sonrisas, era la nariz pegada a la ventada del auto contando árboles, autos de colores, avisos publicitarios, todo era increíble. 

Esperar un feriado largo para tener un viaje era la mejor experiencia, pensar en que poner en la mochila, en preparar juntos los sándwiches para el camino y en parar a tomar una sopita en algún restaurante local, de esos atendidos por la esposa del campesino de la zona, esos en los cuales la sonrisa es más importante que la decoración, esos que eran los únicos que podíamos pagar porque los sueldos de mi madre secretaria y de mi padre docente universitario no nos permitían otros lujos. Pero eso para una niña como yo era el máximo lujo. 

Recuerdo que caminábamos mucho, íbamos saludando a todos y todas las personas que se nos cruzaban, de los viajes aprendí el respeto y a mirar a todos como iguales. Las fotos también eran un lujo, debíamos pensar bien antes de disparar la toma porque luego no habría dinero para otro rollo, sólo para el revelado del que teníamos. Disfrutamos mucho cada momento. Ahora miro atrás y hasta las peleas con mi hermana eran divertidas. Miro atrás y comprendo el gran aprendizaje detrás de cada uno de esos viajes. 

Recuerdo que conversábamos mucho con el dueño de esos pequeños hospedajes, con las personas en la calle, con los guías de los museos, con los niños de esos nuevos barrios, pagábamos por recoger fruta, mi yo niña fue una afortunada y espero que este nuevo viajero se parezca a esa niña. 

Espero que este nuevo viajero empiece a buscar destinos cercanos, espero que empiece a viajar en auto con toda la familia (claro, el día de hoy en uno más cómodo), que preparen sándwiches juntos para el camino, que canten, que cuenten árboles, que escuchen sus propias historias. Espero que este nuevo viajero descanse de las pantallas y escuche más. Esos viajes en autos te permiten escuchar las historias de los abuelos, de la tía aventurera, de los sueños y de los sacrificios de esta clase media golpeada. Dicen que a los hijos hay que criarlos con un poco de hambre, creo que a los hijos hay que criarlos con un poco de lucha por los sueños y con muchas historias. Gracias por no llevarme a un todo incluido.

Sin embargo, lo más importante ahora es estar sanos, saber que nuestro viaje no llevará el contagio a las comunidades. Entender la importancia de los nuevos protocolos de viaje y de la necesidad de las buenas prácticas de higiene y prevención en todos los espacios físicos. No priorizar la reactivación económica por encima de la salud. No seamos transgresores ni indisciplinados cuando lo que esta en juego es la vida y la salud.  

Espero que este nuevo viajero, que empezará a cuidar sus gastos, se quede en hospedajes locales, comunitarios, que mire con el mismo respeto al agricultor dueño de un pequeño hospedaje que al empresario dueño de una cadena hotelera de 4 estrellas, que hoy le cobra al gobierno por sus habitaciones. 

Espero que este nuevo viajero recuerde que tenemos en este país más héroes sin capa, más héroes invisibles como los agricultores que están en primera fila también y que tenían un poco más de dinero en sus bolsillos gracias al turismo que dejó de llegarles por lo atroz de la pandemia.

Espero que este nuevo viajero viaje para aprender, para enseñar, para verse reflejado en el otro, viaje para agradecer, para aportar, para construir identidad, para construir familia, para dejar un legado importante, así como el de la niña que hoy pasa los 40, y sigue creyendo en ese tipo de viajes, mis alumnos (as) no me van a dejar mentir en ello. Tal vez sea una mirada romántica del turismo, pero creo que #volveremosymejores

Rocío Lombardi Valle es directora de la Escuela Académico Profesional de Turismo de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya de Lima. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad San Martín de Porres con una Maestría en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante, España.

 

 

Pensando con esperanza en el turismo peruano, un artículo de Fernando Vera-Revollar

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