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Leila Guerriero: “Un texto con datos duros pero sin buena narración es casi como si no lo hubieras escrito”

Mi opinión

Les dejo las declaraciones de Leila Guerriero para Semana de Colombia a propósito de la publicación de una selección de buenas crónicas que acaba de hacer para editorial Planeta. La Guerriero siempre acierta cuando de hablar de buen periodismo se trata.


La periodista Leila Guerriero, una de las cronistas más importantes de América Latina, presenta Un mundo lleno de futuro, una compilación de 10 crónicas editadas por ella y escritas por periodistas como Gabriela Alemán, Juan Miguel Álvarez, Juan Manuel Robles, Miguel Prenz  y Sol Lauría. Las historias hablan de ciencia, tecnología, salud y educación, pero sobre todo de personas que en medio de una crisis tuvieron una buena idea.

¿Por qué decide hacer parte del proyecto de Sergio Vilela y del Banco interamericano de  Desarrollo?
Sergio Vilela, el director de Planeta, me propuso editar historias de ciencia, tecnología, salud y educación relacionadas con proyectos en los que el Banco Interamericano de Desarrollo invirtió. Yo le dije que aceptaba bajo una condición: si encontrábamos cosas negativas pues lo íbamos a contar. No queríamos contar Alicia en el país de las maravillas.

¿Cómo fue el proceso para elegir las historias y los periodistas que iban escribirlas?
Sergio Vilela es un gran periodista y fue editor de Etiqueta Negra. Tiene claro qué es lo que vale la pena o no desde el punto de vista periodístico. Ambos elegimos entre una gran cantidad de temas los que podían ser crónicas. La idea era que hubiera variedad de temas y también de zonas de América Latina. Y elegí periodistas con los que ya había trabajado y a otros que aunque no los conocía, los había leído. Todos tienen experiencia en periodismo narrativo, tienen voces muy potentes y la capacidad de narrar cualquier tema.

Hacer crónicas en temas de salud, ciencia y tecnología puede ser muy difícil. ¿Representó un desafío para usted y para los periodistas?
Me dije a mi misma ‘te pasas la vida diciendo que faltan crónicas sobre salud, ciencia, etcétera, a ver si ahora sos capaz de hacer un libro con eso’. Sí representó un desafío para mí pero también para los periodistas. En el periodismo narrativo no se suelen abordar estos temas y había que contarlos con el mismo nervio y con la misma tensión con la que cuentas, por ejemplo, el conflicto colombiano o la historia de los narcos en México.

Como son temas que tenían que contar proyectos de inversión podían caer en solo contar lo positivo. ¿Cómo les fue con eso?
A cada uno les dije que no se trataba de escribir historias de superación y bondad. Les dije que quería crónicas o perfiles al viejo estilo de la crónica latinoamericana. Por ejemplo, hay una historia de un hombre que inventó un chip para que las grúas no mataran gente, porque cuando las grúas se mueven hay puntos ciegos y atropellan a mucha gente y muchos mueren por esa razón. Pero nadie se convierte en un santo por tener una buena idea. El texto tenía que tener luces y sombras.

¿Qué otras cosas tenían que tener las crónicas?
El periodismo narrativo se trata más de contar que de decir. Hay que ser ágil con la descripción, con el ritmo, con la tensión, con la estructura. Por supuesto tiene que haber escenas, eso está por sentado. No tienes que decirlo.

Que te sumerja en la lectura y que logre abstraerte del mundo. Martín Caparrós tiene una frase interesante; dice que su forma de detectar una buena crónica es cuando de pronto descubre que terminó leyendo 20 páginas de un tema que le importaba muy poco. Eso pasa con estos textos.

 

¿Cómo lograron narrar de una forma amena los tecnicismos y la parte científica de cada tema?
Los periodistas en general tienen esa costumbre de que cuando se llega al momento de contar la parte árida, la narran por encima, usan el ‘copy paste’. El problema con eso es que si escribes algo a lo que no le pones mucha atención, la gente tampoco le va a poner atención. Si escribes algo que a ti te parece aburrido, pues al lector también le va a parecer aburrido.

Acá se logró tomar temas complejos y narrarlos de una forma interesante. Juan Manuel Robles, por ejemplo, tuvo que explicar el método de detección rápida de la tuberculosis. Tenía que explicar qué era la tuberculosis, qué tipo de cepas había, cuáles eran los remedios, por qué les había cambiado la vida a tantas personas una detección rápida de una enfermedad, por qué antes se demoraban tanto en detectar esta enfermedad, por qué variaban los síntomas de la dependiendo de cada tipo de tuberculosis… Mejor dicho, era un bollo tremendo. Pero él lo narró como si fuera una historia de detectives.

¿Qué descubrió en este proceso de edición?
Ser editor o periodista es ser un eterno estudiante porque te enterás de cosas alucinantes todo el tiempo. Con la historia de Paraguay del mal de chagas y la leishmaniosis, aunque sabía que eran dos enfermedades terribles, no tenía idea de que la leishmaniosis era esta bestialidad de bichos que terminan comiéndote el cuerpo y la cantidad de casos que hay. Lujan Aponte cuenta el caso de una persona que de la desesperación se roció la cara con insecticida porque las larvas le estaban comiendo la cara.

Juan Miguel Álvarez habla de gente de la Guajira que tenía que caminar kilómetros y kilómetros para encontrar un balde de agua y cómo la falta de agua produce enfermedades y muertes de los animales y la falta del desarrollo de la agricultura.

Me impresionó enterarme de que en Lima, donde he estado muchas veces, había un cerro que lo llaman el cerro de la tos y está lleno de gente con tuberculosis, que hay mucha gente de diferentes clases sociales que se muere de esas enfermedad, que los fármacos son tan destructivos y el paciente debe estar apartado. Me sentía leyendo una historia de la edad media.

Me quedé en la atmósfera de Miguel Prenz que narra la historia de los colonos en Argentina, herederos de la tierra, de personas que trabajan en medio de la selva verde y la tierra roja para cosechar té, pero es un oficio que se les está comiendo la vida porque no pueden competir con los monopolios.

El problema no es el tema, sino los periodistas…
Sí, aunque como te dije no todos los temas sirven para hacer una crónica. Pero sí creo el mundo del periodismo narrativo está más en los autores que en los temas. Uno puede leer 20 crónicas de viajes sobre el mismo destino y si son 20 autores buenos, uno se lee todo.

Además de poder afrontar cualquier tema, ¿qué más tiene buen cronista?
Es una persona que tiene mucha lectura encima, mucho entrenamiento de escritura, un gran estilo, una gran mirada y una gran capacidad de reportería. Puedes ser un gran reportero, un gran sabueso, pero si te sale un texto anodino la gente no lo va a leer, no le va a llamar la atención. Cualquier texto con datos duros pero sin una buena narración es un desperdicio, es casi como si no lo hubieras escrito.

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