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Libreros por devoción: un recuerdo suelto de don César Lévano

Mi opinión

No tengo tantos libros en mi biblioteca como los que logró acumular César Lévano, el trejo periodista nacido en Lima en 1926, la mía debe andar por las cuatro mil piezas pero sufro del mismo mal: soy como él un comprador contumaz de libros y revistas de toda laya, últimamente hasta de libros electrónicos


Ando saboreando en Lamay los lúcidos comentarios de César Lévano sobre los estertores del periodismo peruano que incluyó en un librito suyo que anoche compré en una librería de la plaza Limacpampa, a una cuadra de la avenida Tullumayo. Encontré su trabajo sumergido dentro de una inmensa ruma de libros ofertados a solo diez soles. Cuánta suerte la mía…

Lévano murió el año pasado casi centenario. Su obra es profusa y muy interesante.

Autodidacta a tiempo completo y canillita antes de ser periodista, fundador de combativos órganos de expresión de ideas comunistas e hijo del líder anarquista Delfín Lévano, este testigo de parte de los hechos más importantes del siglo que pasó, fue durante toda su vida un infatigable obrero de la pluma. Y traductor. Y poeta. Y profesor universitario. Y compositor de valses, huaynos, yaravíes, y hasta de una rumba flamenca.

No tuve la suerte de conocerlo, pero sí de seguir su trabajo, ya sea en la revista Caretas o en los numerosos medios de comunicación donde escribió  durante los últimos treinta años de su interminable magisterio. Lévano destilaba pasión y compromiso por lo que hacía.

Hablando del Nuevo Periodismo de Gay Talese y Tom Wolfe cuenta la siguiente anécdota:

«Soy, para placer de mis sentidos y disgusto de mi economía y de mis espacios domésticos, viejo explorador de librerías de lance. Pero uno de mis hallasgos insólitos ocurrió en calle por mí poco frecuentada, en el jirón Sandia de Lima, y no en un quiosco o librería, sino en una carretilla de jabonero. El vendedor había comprado una colección de revistas viejas para desglosarlas y envolver su mercancía. Allí, ¡Oh sorpresa! había una docena de ejemplares antiguos de la revista Esquire. Entre estos, el de junio de 1962 en que apareció el reportaje de Talese sobre Joe Louis, ex campeón mundial de los pesos pesados. El azar es amigo de los que buscan, escribí en Caretas hace muchos años. Pues bien, en ese texto hallé joyas de múltiples facetas».

La biblioteca del Amauta, me parece que él mismo se lo comentó a Paco Moreno, autor de un libro sobre su vida (Rebelde sin pausa. Una entrevista viajera con César Lévano, 2016), rozó los diez mil volúmenes entre libros, revistas y folletos, seis mil de los cuales acaban de ser donados por su familia a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde Lévano ejerció la docencia casi hasta el final de sus días.

No tengo tantos libros en mi biblioteca como los que logró acumular el trejo periodista nacido en Lima en 1926, la mía debe andar por las cuatro mil piezas pero sufro del mismo mal: soy como él un comprador contumaz de libros y revistas de toda laya, últimamente hasta de libros electrónicos. Tanto que pienso volver en las próximas horas a la librería de saldos viejos de la plaza Limacpampa por las ediciones sueltas del Boletín de Lima que se ofertaban al mismo precio que el libro de don César Lévano. El Boletín de Lima, rara avis del pensamiento científico peruano,  sigue siendo, si es que no ha desaparecido  –su última edición, la 191, es del 2018- una de las publicaciones de mayor utilidad para todo buen viajero por el Perú. O para cualquier amante de mismo país que amó con tanta pasión el ilustre peruanista.

Lo estoy recordando esta mañana mientras repaso mis apuntes para continuar con la monografía sobre el Valle Sagrado de los Incas  y el Cusco que he venido a preparar por encargo de  una conocida empresa de exploraciones por esta parte de nuestro continente.   Buen viaje…

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