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Mantén tu 4×4 fuera de playas y dunas: conoce los daños que genera en ecosistemas y aves playeras

Mi opinión

Mantengo un prolongado y no muy silencioso diferendo con aquellos que sin darse cuenta -o en ejercicio de su derecho al desinterés, lo que es peor- se esmeran en utilizar las playas y dunas costeras como carreteras a la buena de dios donde meter sus vehículos motorizados (motos lineales, cuatrimotos, camionetas 4×4, camiones y hasta tractores como alguna vez vi en Los Órganos, Piura). No me simpatizan. Son los heraldos negros, como en el poema de Vallejo, que nos manda la muerte, disfrazada esta vez de calentamiento global, sexta extinción, Armagedón ambiental, inframundo. Dirán que exagero, lo sé, pero en estos tiempos de decisiones urgentes por tomar es pertinente, revolucionario exagerar. Se trata, finalmente, de cuidar lo poco de vida natural que nos va quedando en ecosistemas claves para la migración aviar y la supervivencia de especies y paisajes que nos han acompañado desde que decidimos ser bípedos. Y estos engendros motorizados son una amenaza in crescendo contra esa normalidad: baste ver sino los estropicios –materiales e ideológicos- que dejó el Dakar a su paso por las playas y desiertos peruanos que los ministerios del Ambiente y de Cultura de entonces se negaron a proteger so pretexto de la promoción del turismo en nuestro país y otras monsergas de ese calibre. En fin, les dejo este reportaje de la periodista chilena Paula Díaz Levi publicado en Ladera Sur que aporta datos sobre las aves playeras que los motorizados de su país insisten en destruir a pesar de que en Chile las normas en vigencia prohíben taxativamente tal proceder.


Tomado de Ladera Sur

En verano son miles las personas que visitan playas, dunas o humedales, ingresando a esos lugares con camionetas, jeeps o motos, pese a que está prohibido por ley. Estas conductas provocan significativos impactos en los ecosistemas y en especies como las aves playeras. La destrucción de nidos o la muerte de polluelos  son algunas de las devastadoras consecuencias que afectan a especies como el pilpilén, existiendo lugares donde ninguna de sus crías ha sobrevivido por factores como este. El llamado es a denunciar estas acciones, y fomentar la educación y cuidado de la flora y fauna local.

Los pies se plantan en la arena con seguridad. De espaldas, contempla el atardecer en medio de un paisaje impresionante, para luego montar un vehículo 4×4 tan recio como su conductor. De esa manera, en pleno desierto, surca las dunas mientras exuda éxito y liberación.

Así se ve el piloto de rally, Francisco “Chaleco” López, en el video difundido hace dos días por Imagen de Chile, donde el deportista “surfea” las dunas en el desierto de Atacama para promover el turismo de aventura en territorio nacional.

En efecto, ese es el tipo de mensaje que suele entregar la publicidad de la industria automotriz, de turismo o del deporte, con el fin de promover la venta o visita a estos lugares a través de estos medios de transporte. Esto cobra especial relevancia en la época estival, cuando aumenta la presencia de vehículos sobre todo en la zona costera del país.

Vehiculos playas Chevrolet
Publicidad de Chevrolet eliminada por la empresa posteriormente

Sin embargo, lo que muchas veces no se cuenta es lo que sucede con aquellos que no son rostros de las grandes marcas: el ingreso de vehículos provoca graves y desapercibidos impactos en ecosistemas frágiles como playas y dunas, y pone en riesgo a distintas especies de flora y fauna, siendo las aves playeras una de las principales afectadas.

“Todos queremos ir a la playa, y muchas personas viven cerca de ella, pero en el país no existe una cultura de zona costera. La gente piensa que solo son lugares de recreación y que durante el resto del año no pasa nada, pero no es así. Allí hay un montón de interacciones entre especies y todo un ciclo de vida, entonces, la circulación de autos, motos, y de todo lo que sea motorizado, tiene un tremendo impacto”, alerta Esteban Araya, miembro del Observatorio de la Costa y de la Fundación para la Integración del Patrimonio Natural y Cultural (Fipancu).

Aves playeras Humedal rio Maipo 2 – Paula Diaz Levi
©Paula Diaz Levi

Desde 1998 el ingreso de estos vehículos a lugares como playas, dunas, humedales, ríos y lagos está prohibido por ley a través de la Orden Ministerial N°2 del Ministerio de Defensa, salvo contadas excepciones que requieren de autorización previa. Pese a ello, la entrada de este tipo de medios de transporte sigue ocurriendo, en especial durante el verano.

Entre los principales impactos que ocasionan los vehículos se encuentra la erosión o compactación de los suelos, producto de la presión directa que ejercen las ruedas sobre la superficie y la vegetación; la perturbación o pérdida de biodiversidad local, como plantas y animales; conflictos sociales con otros usuarios de estos espacios; y daños al patrimonio cultural y arqueológico, como ha ocurrido en el norte de Chile con la competencia internacional Rally Dakar, que ha deteriorado geoglifos, tramos del camino del Inca y antiguos conchales.

El ocaso de los pichones

Uno de los ejemplos más patentes del impacto de los vehículos es lo que ocurre con las aves playeras. Estos animales anidan en el suelo a través de hendiduras de muy poca profundidad, por lo que los nidos quedan expuestos y vulnerables a distintas amenazas.

Tanto los huevos como los polluelos poseen una coloración críptica que les permite mimetizarse con el entorno, volviéndolos imperceptibles y protegiéndolos así de posibles ataques de depredadores, pero no de las ruedas de motos o jeeps.

Pollo pilpilen muerto – Amigos de las Aves Mejillones
Pilpilén al lado de huella vehicular. Vivió 5 días ©Amigos de las Aves Mejillones

“Los vehículos generan perturbación en el hábitat de aves playeras e impacto directo en la mortalidad de individuos, ya que ocasionan atropellos y destrucción de nidos en época estival por aplastamiento” explica Sharon Montecino, directora de la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre (ROC) y becaria en el programa de “Soluciones Costeras” del Laboratorio de Ornitología, en la Universidad Cornell.

“Además, en sus primeras semanas los polluelos buscan refugio ocultándose en la vegetación y muchas veces también en las huellas que deja el paso reciente de un vehículo, lo que ocasiona, lamentablemente, que otros vehículos los atropellen. Cuando ingresan vehículos en áreas de dunas, además, generan pérdida de hábitat por destrucción de la vegetación dunaria, modificación de la pendiente y compactación del sustrato”, agrega la investigadora.

Pilpilén común – Pablo Cáceres (1)
Pilpilén común © Pablo Cáceres

Entre las especies más afectadas se encuentra el pilpilén común (Haematopus palliatus) y el chorlo nevado (Charadrius nivosus), que nidifican en las mismas áreas donde se concentra la presencia humana en la época estival. Estas aves ven, precisamente, un refugio en la profundidad de las huellas de los vehículos, implicando de esa manera la destrucción de los huevos que depositan allí o la muerte de pichones por atropello.

Además, hay ecosistemas que deben reunir determinadas condiciones para la nidificación exitosa de algunas aves, como es el caso del chorlo nevado, especie catalogada en estado “vulnerable” (es decir, amenazado). Cuando las dunas se erosionan o adquieren pendientes más altas dejan de ser aptas, ya que los polluelos no logran bajar para acercarse a la orilla del mar a comer.

Chorlo nevado – Pablo Cáceres (1)
Chorlo nevado © Pablo Cáceres 

Por ello, investigadores de organizaciones como la ROC han realizado monitoreos y levantamiento de información para iniciativas como la “Red para la Protección de las Aves Playeras”.

“Hemos constatado que existe perturbación antrópica [humana] en todos los sitios en los que desarrollamos monitoreos, y que en algunos ésta genera importantes implicancias sobre la disminución poblacional y el éxito reproductivo de varias especies de aves. En algunos sitios de la zona central de Chile especies como el pilpilén común, y otras que anidan en playas y dunas, no logran concluir la incubación de sus nidos debido a la incesante perturbación que reciben por parte de transeúntes, perros, caballos, vehículos y motos”.

Para tener una noción, el impacto humano ha sido tanto, que hay sitios del país donde ninguna cría de pilpilén logra sobrevivircomo sucedió el año pasado en el humedal del Río Maipo.

Pilpilén a pocos centimetros de huella de auto – Amigos de las Aves Mejillones
Pilpilén a centímetros de huella vehicular ©Amigos de las Aves Mejillones

Otro de los sitios donde se monitorea al pilpilén es Playa La Boca, que forma parte del humedal de Concón, en la Región de Valparaíso. Este es uno de los pocos lugares de la zona central del país donde esta ave logra reproducirse y criar a sus polluelos hasta que son juveniles. No obstante, “hay mucha gente en verano y mucho perro suelto, y ahora último también hemos encontrado cuatrimotos”, cuenta Araya.

A esto se suman otras agrupaciones, como los voluntarios de Amigos de las Aves de Mejillones, quienes registran y difunden, constantemente, las dificultades que experimenta la avifauna en la Península de Mejillones, en la Región de Antofagasta. Han sido numerosos los hallazgos de pichones muertos o huevos en riesgo por la conducta de veraneantes, automovilistas y otros usuarios de las playas, por lo que comparten información a través de sus redes sociales para generar conciencia en la comunidad.

Vehiculos playa – Amigos de las Aves Mejillones
© Amigos de las Aves Mejillones

Por otro lado, los vehículos y otras conductas inadecuadas también afectan a las aves migratorias que viajan miles de kilómetros desde el hemisferio norte, y que llegan a descansar y alimentarse en las costas chilenas para recargar energías.

Montecino advierte que “cuando estas aves son ahuyentadas constantemente (por mascotas o humanos, para una linda foto, por ejemplo), y no alcanzan condiciones óptimas para su regreso, muchas veces no logran volver a sus sitios de reproducción o mueren en el viaje”.

La madre de todas las batallas

Lo que cuenta la investigadora de la ROC hace recordar lo que ocurrió en 2018 con un polémico spot publicitario grabado en la playa de Ritoque, que culmina con un atardecer donde tres camionetas – conducidas por famosos – pasan por la franja costera con numerosas aves marinas que vuelan frente a ellos, presumiblemente espantadas por los vehículos.

El caso terminó en la Fiscalía Marítima por transgredir la ley, en el Consejo de Autorregulación y Ética Publicitaria (CONAR) por faltar al código de ética, y finalmente con la publicidad eliminada por la compañía. Además, los realizadores y participantes de la pieza audiovisual se disculparon con las autoridades locales, realizaron trabajos voluntarios y pagaron una considerable multa.

Araya, quien también forma parte del área de educación e investigación en Humedal de Mantagua, asegura que “la publicidad también es un contrincante súper potente, porque hacen producciones casi de película, con actores o deportistas. Ellos tienen una plataforma muy grande y muchos seguidores que ven esto como algo a imitar, entonces, ahí tenemos un problema también”.

Asimismo, en la zona del humedal de Mantagua han visto cómo algunas personas ingresan con vehículos y tapan sus patentes para evitar multas.

Frente a esto, Araya recalca la necesidad de aumentar los patrullajes de fiscalización por parte de las Capitanías de Puerto, y la enorme relevancia de la educación ambiental en todos los niveles posibles, para que la comunidad conozca, valore y cuide la zona costera y a sus habitantes.

“Nosotros compartimos la playa con varias especies como lobos marinos, aves, etc. La playa no es nuestra. Además, el pilpilén está protegido por la Ley de Caza y está catalogada como benéfica para los ecosistemas. Es un ave que se ve todo el año, tenemos que darle un reconocimiento como vecino”, asegura el miembro de Fipancu.

Por ello, para un veraneo responsable y amigable con la naturaleza, se recomienda mantener los vehículos fuera de las playas, dunas y ecosistemas similares; no trasladar mascotas a estos sitios o, en caso de hacerlo, llevarlas con correa en todo momento; dejar limpio, no botar basura y eliminar los desechos que se encuentren; acampar solo en áreas habilitadas; y respetar el espacio de las diversas especies de la zona costera, como las aves, sin perseguirlas ni hostigarlas.

El representante del Observatorio de la Costa remata: “El llamado es a visitar la playa y pasarlo espectacular, pero de forma responsable, teniendo en cuenta que no solamente es un lugar de recreación para nosotros, sino que está allí todo el año y que es vital para la flora y fauna”.

Playa Los Molles – Paula Diaz Levi – copia
©Paula Diaz Levi

Si eres testigo del ingreso de un vehículo a playas, dunas o ecosistemas similares, denuncia y entrega la patente del vehículo infractor al número 137, contacta a la Capitanía de Puerto más cercana, o envía la información a través de redes sociales.

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