Mi opinión
Esto sí que es un golazo y supone, en términos de promoción turística, un suceso mayor que el que pudiera originar la cancioncita de Carlos Vives sobre Lima o el malhadado esperpento dakariano que venimos padeciendo.
Qué la tapa y el especial mensual de la prestigiosa revista de la National Geographic Society esté dedicada a los hallazgos realizados por un equipo de arqueólogos peruanos en el sitio denominado Huanchaquito-Las Llamas va a volver los ojos sobre el pasado prehispánico de nuestro país.
Y que bien utilizada esa sintonía mediática, la ruta Moche, el país de los Incas, el reyno de los Chachapoyas y tantas otras “marcas” arqueológicas y culturales que hemos venido activando –atención Prom Perú, atención Ministerio de Cultura, atención Cámara Nacional de Turismo- van a tener el acicate para que sus impulsores se pongan las pilas y aprovechen el oleaje marketero, la oportunidad que nos brinda el artículo que comento.
Enhorabuena. Ojalá que el impulso que va a generar el especial que ayer motivó, dicho sea de paso, sendas primeras planas de El Comercio termine de convencer a los incautos que el patrimonio cultural y natural que aún nos queda puede hacer más para captar la atención del mundo que las devaluadas carreras de autos o los patrocinios a artistas que terminan por generar divisiones y críticas a la mala.
Si la conclusión de los arqueólogos es correcta, comenta Nat Geo, Huanchaquito-Las Llamas puede contener evidencia científica convincente del mayor evento de sacrificio masivo de niños conocido en la historia mundial.
Sensacional.
Y no solo eso. También la confirmación, visible, palpable, extraordinaria, de los vínculos que existieron, mucho antes de la civilización Chimú, es oportuno aclarar, entre las poblaciones de la selva y el resto de antiguo Perú. Donald Lathrap lo dijo hace muchos años, la selva tropical, la Amazonía, contribuyó al desarrollo de las grandes civilizaciones andinas en una dimensión mucho mayor a la considerada. La agricultura de raíces –una de ellas, la yuca, cultivada en la rupa-rupa del suramazónico por lo menos desde hace 5 mil años, y la cerámica con cierto grado de complejidad evidencian tales aseveraciones.
Acabo de volver de los valles del Kosñipata, ese jardín natural que los Incas supieron cuidar con ahínco para convertirlo en una despensa infinita de insumos de todo tipo: desde la coca, indispensable en el engranaje de su organización social, hasta el oro que sigue manando de sus canteras y playas.
Luis Nieto en un interesante libro sobre el Manu revisa esos productos llevados a la capital imperial desde la manigua amazónica siguiendo una ruta histórica muy antigua… y la lista es larguísima: ají, lúcuma, guava, camote, frijol, pallar, maní, palta. Achiote, usado como condimento y pintura ritual; barbasco para la pesca; caña brava y hojas de palma para asuntos constructivos.
También productos ornamentales como el huairuro o las piedras beozar (los llamados cálculos que se forman en el estómago o riñones en sachavacas y otros animales), pieles de murciélago y plumas de aves vistosas como oropéndolas, tucanes, loros y guacamayos.
También maderas, como el apreciado cedro y el palo de balsa; algodón para confeccionar las prendas que vestían; diversas especies de monos, grasas de animales y reptiles como la serpiente. Muchísimo más, la lista puede ser in terminable.
Ni qué decir de la carne de chanchos de montes, peces y monos que consumían a discreción.
Estemos atentos al especial que la propia National Geographic ha empezado a promocionar. Mientras les dejo esta nota que da cuenta de las primeras elucubraciones científicas del equipo de arqueólogos peruanos y estadounidenses que vienen trabajando desde el año 2011, uno de ellos Gabriel Prieto, profesor de la Universidad Nacional de Trujillo, en las calles, prácticamente, de Huanchaco.
He pasado gran parte de esta mañana admirando el tocado de una de las momias del hallazgo de Huanchaquito-Las Llamas y aún no me repongo del baño de felicidad y éxtasis.
La foto de Nat Geo reproduce la testa de una niña –o un niño, lo sabré en febrero- ataviado con una suerte de corona de plumas de guacamayo azul y amarillo (Ara araraura), el Yellow macaw que los turistas que visitan Tambopata, el Manu y el Madidi persiguen con sus flashes y cámaras con inusitado interés y admiración. Un ave que habita los llanos y bosques nubosos de Colombia, Ecuador, Brasil Bolivia y Perú; un coloso que vive en aguajales y pantanos amazónicos y cuyas poblaciones están siendo diezmadas por la colonización y la anarquía.
Impresionante. Vale un Perú.
Evidencias del más grande sacrificio masivo de niños de América – y probablemente de la historia mundial -, ha sido descubierto en la costa norte de Perú, según informaron arqueólogos de National Geographic.
Más de 140 niños y 200 llamas jóvenes parecen haber sido sacrificados en el marco de un ritual, en un evento que ocurrió hace unos 550 años en un acantilado azotado por el viento, con vista al océano Pacífico, a la sombra de lo que en ese entonces era la capital en crecimiento del Imperio Chimú.
Las investigaciones científicas del equipo interdisciplinario internacional liderado por el explorador peruano de National Geographic Gabriel Prieto, de la Universidad Nacional de Trujillo, y John Verano, de la Tulane University (Universidad Tulane), se encuentran en curso. El trabajo está financiado por la National Geographic Society.
Aunque se han registrado incidentes de sacrificios humanos entre los aztecas, los mayas, y los incas en las crónicas españolas de la era colonial y se han documentado en excavaciones científicas modernas, el descubrimiento de un evento de sacrificios de niños a gran escala en la poco conocida civilización precolombina Chimú es un hallazgo sin precedentes en América, sino en todo el mundo.
“Personalmente, no lo esperaba”, reconoce Verano, un antropólogo físico que ha trabajado en la región durante más de tres décadas. “Y creo que nadie más se lo podría haber imaginado”, agrega.
Los investigadores están en el proceso de enviar un informe con los resultados científicos del descubrimiento a una publicación científica revisada por pares.
Un saldo sorprendente y un final trágico
El lugar de los sacrificios, conocido formalmente como Huanchaquito-Las Llamas, se encuentra ubicado en un acantilado bajo, a poco más de 300 metros sobre el nivel del mar, en medio de un complejo de viviendas residenciales en expansión, en el distrito de Huanchaco, al norte de Perú. A menos de un kilómetro al este del lugar, se encuentra el sitio declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, Chan Chan, el antiguo centro administrativo chimú, y más allá de sus paredes, la capital provincial moderna de Trujillo.
En su pico, el Imperio Chimú controlaba un territorio de aproximadamente mil kilómetros de largo que se extendía por la costa del Pacífico y los valles interiores desde la frontera moderna entre Perú y Ecuador hasta Lima.
Solamente los incas comandaron un imperio más grande que el Chimú en la Sudamérica precolombina, y las fuerzas superiores de los primeros le pusieron al segundo grupo, alrededor del año 1475 d. C.
Huanchaquito-Las Llamas (que los investigadores generalmente llaman “Las Llamas”) llegó por primera vez a los titulares en 2011, cuando se encontraron los restos de 42 niños y 76 llamas durante una excavación de emergencia dirigida por el coautor del estudio, Prieto. Arqueólogo y nativo de Huanchaco, este explorador estaba excavando un templo de 3500 años de antigüedad, en la ruta que lleva al lugar del sacrificio, cuando los residentes locales lo alertaron, por primera vez, de la presencia de restos humanos que se erosionaban en las dunas costeras cercanas.
Para cuando finalizaron las excavaciones en Las Llamas en 2016, se habían descubierto en el sitio más de 140 restos de niños y 200 llamas jóvenes. Por medio de datación con radiocarbono, se determinó que las sogas y los productos textiles que se encontraron en las tumbas se remontaban a una época que podría estar entre el 1400 y el 1450.
Los restos esqueléticos de los niños y los animales muestran evidencias de cortes en el esternón, así como también dislocaciones de las costillas, lo que sugiere que el pecho de las víctimas se abrió y se separó, quizás para facilitar la extracción del corazón.
Los restos de tres adultos -un hombre y dos mujeres-, se encontraron cerca de los niños y los animales. Los signos de traumatismo posiblemente realizados con un objeto romo en la cabeza y la falta de objetos en las tumbas de los cuerpos adultos, han llevado a los investigadores a sospechar que podrían haber tenido un rol en el evento de los sacrificios y se les dio muerte poco después.
Los 140 niños sacrificados tenían edades que iban desde los 5 hasta los 14 años; y la mayoría tenía entre 8 y 12 años. En mayor medida, fueron sepultados mirando hacia el oeste, hacia el mar. Las llamas tenían menos de 18 meses de edad y por lo general se enterraron mirando hacia el este, hacia los altos picos de los Andes.
Huellas esparcidas congeladas en el tiempo
Los investigadores creen que todas las víctimas -seres humanos y animales- fueron sacrificadas en el marco de un ritual, en un único evento, según la evidencia obtenida de una capa de lodo seco encontrada en la zona oriental, menos revuelta, de casi 700 metros cuadrados. Ellos creen que la capa de lodo alguna vez cubrió toda la duna arenosa donde el ritual tuvo lugar, y se revolvió durante la preparación de las fosas de entierro y el acto de sacrificio subsiguiente.
Los arqueólogos descubrieron huellas de sandalias de adultos, perros, niños descalzos y llamas jóvenes preservadas en la capa de lodo, con marcas profundas de frenadas que ilustran dónde se las puede haber obligado a enfrentas su fin.
Un análisis de sus huellas también puede permitir a los arqueólogos reconstruir la procesión ritual. Aparentemente, se guió a un grupo de niños y llamas al sitio, desde los extremos norte y sur del acantilado, reuniéndolos en el centro del lugar, donde se los habría sacrificado y enterrado. Los cuerpos de algunos niños y animales simplemente se dejaron en el lodo húmedo.
¿Un evento sin precedentes?
Si la conclusión de los arqueólogos es correcta, Huanchaquito-Las Llamas puede constituir evidencia científica convincente del mayor evento de sacrificio masivo de niños conocido en la historia mundial.
Hasta ahora, el más grande del cual se cuenta con evidencia es el sacrificio y entierro de forma ritual de 42 niños en el Templo Mayor en la capital azteca de Tenochtitlán (actualmente, Ciudad de México).
El descubrimiento de niños víctimas de sacrificio individuales, obtenido de los rituales incas en la cima de la montaña, también ha captado la atención mundial.
Fuera de América, los arqueólogos en sitios como la antigua ciudad fenicia de Cartago debaten si los restos de niños allí encontrados constituyen un sacrificio de forma ritual y, de ser así, si dichos actos rituales tuvieron lugar a lo largo de décadas o incluso siglos.
Verano hace énfasis en que, sin embargo, es extremadamente difícil encontrar en contextos arqueológicos tal evidencia contundente de actos de sacrificio masivo deliberado y único, como aquellos evidenciados en Las Llamas.
El análisis de los restos de Las Llamas muestra que se sacrificaron niños y llamas con cortes transversales congruentes y eficientes a lo largo del esternón. La falta de cortes vacilantes (“inicio erróneo”) indica que fueron realizados por una o más manos entrenadas.
“Se trata de un sacrificio en forma de ritual, y es muy sistemático”, asegura Verano.
El sacrificio humano se ha practicado en casi todos los rincones del mundo en varias épocas, y los científicos creen que el ritual puede haber tenido un rol importante en el desarrollo de sociedades complejas, a través de la estratificación social y el control de población por parte de las clases sociales de élite.
Sin embargo, la mayoría de los modelos sociales que practican el sacrificio humano, se basan en el sacrificio de forma ritual de adultos, apunta Joseph Watts, un investigador postdoctoral de la University of Oxford (Universidad de Oxford) y del Max Planck Institute for the Science of Human History (Instituto Max Planck de Ciencias de la Historia de la Humanidad).
“Creo que es claramente más difícil explicar el sacrificio de niños”, reconoce… “También a nivel personal”, agrega después de una pausa.
Negociación con fuerzas sobrenaturales
El sacrificio masivo de solamente niños y llamas jóvenes que ocurrió en Las Llamas, sin embargo, parece ser un fenómeno que antes era desconocido en los registros arqueológicos, y que inmediatamente hace que se formule la siguiente pregunta: ¿Qué podría motivar a los chimú a cometer un acto semejante?
Prieto admite que esta es generalmente la primera pregunta con la que se encuentra cuando comparte su investigación realizada en Las Llamas con colegas científicos y con la comunidad local.
“Cuando la gente escucha lo que ocurrió y su magnitud, lo primero que siempre me preguntan es el por qué”, admite.
La capa de lodo que se encontró durante las excavaciones puede proporcionar una pista, dicen los investigadores, quienes sugieren que fue el resultado de lluvias e inundaciones intensas en la línea costera, generalmente árida, y probablemente asociadas a un evento climático relacionado con El Niño.
Las temperaturas marinas elevadas características de El Niño, probablemente alteraron la pesca marina en el área, mientras que las inundaciones costeras podrían haber desbordado la extensa infraestructura de canales de agricultura de los chimú. Estos, sucumbieron a los incas sólo décadas después de los sacrificios en Las Llamas.
Haagen Klaus, un profesor de antropología en la George Mason University (Universidad George Mason), ha excavado algunas de las primeras evidencias de sacrificios infantiles en la región, de los siglos X a XII en el sitio de Cerro Cerillos en el Valle de Lambayeque, al norte de Huanchaco. El bioarqueólogo, quien es miembro del proyecto Las Llamas, sugiere que las sociedades a lo largo de la costa del norte de Perú pueden haber recurrido al sacrificio de los niños cuando el de adultos no fue suficiente para ahuyentar las molestias repetidas causadas por El Niño.
“La gente sacrifica aquello que considera más preciado”, explica. Y añade: “Es posible que hayan visto que [el sacrificio de adultos] no era eficaz. Seguía lloviendo. Quizás era necesario pensar en un nuevo tipo de víctima para los sacrificios”.
“Es imposible saberlo sin una máquina del tiempo”, dijo Klaus, y agregó que el descubrimiento de Las Llamas es importante porque se suma a nuestro conocimiento sobre violencia ritual y variaciones de sacrificios de seres humanos en los Andes.
“Existe la idea de que los sacrificios de forma ritual son contractuales, que se realizan para obtener algo de las deidades sobrenaturales. Pero en realidad es un intento mucho más complicado de negociación con esas fuerzas sobrenaturales y su manipulación por parte de los vivos”, adhiere.
Historias futuras de las víctimas del pasado
Ahora, el equipo científico que investiga los sacrificios de Las Llamas está realizando el trabajo meticuloso de descubrir las historias de vida de las víctimas, como quiénes eran y de dónde podrían haber venido.
Aunque es difícil determinar el sexo de acuerdo con los restos esqueléticos de tan corta edad, los análisis preliminares de ADN indican que tanto los niños como las niñas eran víctimas, y el análisis isotópico indica que no todos provenían de poblaciones locales, sino que probablemente eran de diferentes grupos étnicos y regiones del Imperio Chimú.
Las evidencias de modificaciones del cráneo, practicadas en algunas áreas de las tierras altas de esa época, también corroboran la idea de que los niños eran llevados hasta la costa desde áreas alejadas de la influencia chimú.
Desde el descubrimiento en Las Llamas, el equipo de investigación ha encontrado evidencias arqueológicas alrededor de Huanchaco en sitios contemporáneos similares de sacrificios de niños y llamas, que son objeto de investigaciones científicas en curso con el apoyo de National Geographic Society.
“Las Llamas ya es un lugar único en el mundo, y hace que uno se pregunte cuántos otros sitios como este puede haber en el área para futuras investigaciones”, apunta Prieto. “Esto podría tratarse solamente de la punta del iceberg”, concluye.