Mi opinión
En el albergue Posada Amazonas, un ecolodge de propiedad de la comunidad nativa de Infierno, en Madre de Dios, los visitantes que llegan de todas partes tienen la oportunidad de conocer un refugio de vida silvestre gestionado por la propia población local.
El invento empresarial es fruto del esfuerzo de la empresa Rainforest Expeditions, pionera en turismo de naturaleza y ecoturismo en la región, por construir un modelo que contribuya a la preservación y continuidad de uno de los bosques más prístinos y biodiversos del planeta.
Acompáñanos a conocer esta experiencia.
Una conversación con Mario Napravnik, gerente general de Rainforest Expeditions
Cuenta la leyenda urbana –y también la rural- que fueron dos pobladores de Infierno, Juan Pesha -Juaneco- y Silverio Duri, los que se animaron a acompañar a Eduardo Nycander en su intento de convencer, casa por casa, a los demás vecinos de la comunidad de Infierno para que se incorporen al sueño de construir un albergue en medio de la selva.
Nycander había echado a andar algunoss años antes una operación turística en las proximidades de la collpa Colorado, en un recodo del inmenso territorio ancestral del pueblo Ese eja, y por entonces, 1994, estaba decidido a abrir un segundo lodge, esta vez en sociedad con los pobladores de la comunidad nativa de Infierno.
El nombre de la compañía que había fundado con Kurt Holle, Rainforest Expeditions, empezaba a cobrar notoriedad en el mundo del turismo debido a los esfuerzos que venían haciendo para conservar a los guacamayos del río Tambopata y los bosques que recorrían los pobladores indígenas de la región.
Los ese ejas, huarayos según los habitantes más antiguos de Puerto Maldonado, la capital de Madre de Dios, son un pueblo originario de las selvas por donde discurren los ríos Baawaja, en la lengua que siguen utilizando o Tambopata; Sonene (Heath); Kuisho Kuey (La Torre); Ibabi Anaji (Malinowski) y Ena ai (Madre de Dios).
Pescadores, horticultores y hábiles cazadores, la población Ese eja del Perú y Bolivia apenas supera las ochocientas personas, la mayoría vecinos de tres comunidades nativas de nuestro país: Infierno, Sonene y Palma Real.
Good Fellas
“Con los ese ejas de Infierno teníamos una larga relación de trabajo compartido, nos conocíamos”, me va contando Mario Napravnik, gerente general de Rainforest Expeditions en un restaurante muy concurrido de Puerto Maldonado. Afuera, la lluvia ha empezado a sembrar de charcos la vía que avanza hacia el puente Billinghurst, el Golden Gate por el que hay que cruzar el imponente río Madre de Dios para llegar a Brasil.
“Entonces decidimos embarcarnos en el proyecto de construir un albergue en sociedad con ellos. Un albergue co-gestionado, diferente, capaz de empoderar a los indígenas y hacerlos propietarios de un negocio moderno”.Nycander y Holle estaban convencidos de que el ecoturismo y la participación de las comunidades locales constituían dos herramientas fundamentales para la conservación del bosque amazónico.
Los tiempos no eran los mejores, sin duda. Los ese ejas de Infierno desconfiaban de las instituciones venidas de afuera. Una larga historia de promesas incumplidas y malas experiencias con empresas de turismo y ONG foráneas abonaban su desconfianza.
“Fue una osadía, continúa: pero éramos jóvenes y estábamos decididos a cambiar la manera como se venía gestionando el turismo en Madre de Dios. Nuestra experiencia en las proximidades de la collpa Guacamayo, en el Tambopata Research Center, que por cierto todavía era incipiente, jugaba a favor de nosotros. Además, con muchos de los eje ejas que trabajaban con nosotros habíamos hecho buena amistad”.
Dos años duraron los preparativos y la construcción del hotel sobre una de las orillas del río Tambopata al que decidieron llamar Posada Amazonas, el primer albergue de en el Perú de propiedad comunal co-gestionado con una empresa privada.
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“Yo conozco a Eduardo desde que era jovencito, me había contado don Miguel Pesha Tayori, un hombre mayor que dedica sus días a enseñar la lengua ese eja a los niños de la escuela pública que la comunidad apoya con parte de las ganancias que recibe desde que sus hijos se hicieron empresarios. “Era bien porfiado, nos fue convenciendo de a pocos, hablando con cada cabeza de familia y al final, en asamblea, decidimos embarcarnos en el proyecto. Construimos el albergue Posada Amazonas de manera conjunta”.
“Fue un proceso largo, de muchas complicaciones”, acota Víctor Pesha Baca, el hijo mayor de don Víctor, responsable de la Casa Cultural de la comunidad de Infierno, un centro de interpretación construido para recibir a los turistas que visitan la comunidad y cuyo interés en conocer la historia Ese eja y su cosmovisión, la particular forma que tienen sus pobladores de vincularse con el bosque, ha ido creciendo con el transcurso de los años.
“No fue fácil ponernos de acuerdo, en un principio no entendíamos lo que querían Eduardo y sus acompañantes. Al final comprendimos que la sociedad que estábamos creando nos iba a dar beneficios a futuro”.
“Yo era muchachito pero recuerdo bien ese tiempo”, me va contando ahora Federico Durán, miembro de la segunda generación de habitantes de Infierno implicados en la sociedad que la comunidad selló con Rainforest Expeditions. “Nuestros padres apostaron por una actividad sostenible y los beneficios empezaron a llegar”.
Federico Durán es el actual gerente de Baawaja Expeditions, la empresa que la comunidad decidió fundar para dirigir el albergue que crearon hace algunos años.
El segundo lodge gestionado por la comunidad de Infierno.
Vivir del bosque
¿Se cumplieron los objetivos que la empresa se trazó en un primer momento?, le hago la pregunta a Napravnik. Nuestra reunión se ha prolongado más de la cuenta. La lluvia ha cesado y un imponente arco iris lanza sus destellos sobre el cielo de Puerto Maldonado
Mario Napravnik no ha parado de contarme anécdotas y situaciones vividas con la gente de Infierno durante el tiempo transcurrido.
“Sí, sin duda. La selva del Tambopata, la que conocimos cuando llegamos, tan amenazada por la tala ilegal y la deforestación, sigue manteniendo la misma cobertura. Y lo más importante, me dice, ¿sabes quiénes son los verdaderos defensores de los bosques de esta región? Ellos. La tienen clarísima: un bosque bien manejado, protegido, genera mejores condiciones de vida para sus hijos, para ellos”.
Napravnik, pese a haber estudiado biología en una universidad limeña, piensa como empresario. Mejor dicho, como gestor cultural y hombre de mundo: “Si no le das valor a lo que tienes, que en este caso es un bosque lleno de vida y una cultura local, originaria, poderosa, es poco lo que se puede lograr”.
Me refirió también que la fortaleza del contrato que firmaron con los directivos de Infierno para asociarse en la tarea, radica en la potencia de sus asambleas comunales, el espacio de discusión y acuerdos que ha permitido que el sueño de 1994 –cristalizado en 1996, cuando se inauguraron las estupendas instalaciones de Posada Amazonas- se concrete. “Son sabios, saben muy bien lo que quieren”, me dijo.
Entre 1997 y el año 2007, reviso los informes de la gerencia del consorcio, documentos que son públicos y de absoluto conocimiento de los implicados, la comunidad nativa de Infierno, compuesta por un poco más de 150 familias, ha recibido en ingresos directos por la sociedad que “inventaron” hace veinte años casi 25 millones de soles, un poco menos de ocho millones de dólares.
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Voces desde el bosque
Visito el local de la comunidad, un espacioso edificio construido también con los dividendos del negocio turístico, para hablar con Ruhiler Aguirre Mishaja, el presidente de Infierno, un joven de 32 años que antes de asumir el puesto directivo que ocupa fue miembro del área administrativa del Baawuaja Lodge. “Podríamos decir que mi generación es la tercera desde que nos asociamos con los amigos Rainforest y a eso nos estamos dedicando: a ser modernos sin renunciar a nuestro legado cultural”.
Ruhiler estudió enfermería en un instituto de Puerto Maldonado. Sus estudios fueron pagados con el dinero de un fondo comunal, obtenido de las actividades turísticas, dedicado a formar a los líderes que la comunidad necesita. “Tenemos una concesión para ecoturismo de 1500 hectáreas, un lago –el Tres Chimbadas- que es visitado por diferentes agencias de turismo de Puerto Maldonado. Tenemos también un Área de Conservación Privada Ebio Kiabamene, la ACP más grande de Madre de Dios, piscigranjas, parcelas con plantas medicinales, un taller de artesanía…y muchos proyectos andando”.
Los ingresos que recibe la comunidad de los albergues que manejan y de los otros emprendimientos que han ido surgiendo, me cuenta, se invierten en educación y salud, principalmente.
El resto en atender a los ancianos, construir obras de beneficio comunal y a la implementación de nuevos proyectos productivos.
Para la comunidad de Infierno el bosque tiene que durar para siempre.
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“Es una revolución, voy cerrando el diálogo con Mario Napravnik, una revolución productiva. Por supuesto que ha sido difícil, continúa, pero el saldo es altamente favorable. En Rainforest Expeditions aprendimos a escuchar a la población local, a entender su forma de concebir el mundo, fuimos muy respetuosos de sus decisiones. Ellos, a su vez, aprendieron a planificar y darle uso apropiado a sus activos culturales y naturales. Crecimos todos, esa es la realidad”.
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El año pasado la asamblea comunal de Infierno, el máximo órgano de gobierno de la comunidad ese eja, decidió prorrogar por once años más el convenio que firmaron con Rainforest Expeditions al iniciarse las operaciones de Posada Amazonas. La sociedad va a continuar por mucho tiempo más, los beneficios han sido inmensos.
Posada Amazonas es propiedad de la comunidad nativa Ese eja de Infierno y administrada en asociación con Rainforest Expeditions, Posada Amazonas se encuentra dentro de la reserva comunal Ese eja, junto a la Reserva Nacional Tambopata. Día Ese eja es uno de los aspectos más destacados de la estadía en Posada Amazonas es la oportunidad de experimentar un día con la Comunidad Nativa Ese eja, una oportunidad de conocer a los verdaderos guardianes de esta selva.