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Rocío Carrión: «Pensar que casi pierdo la vida por no tener las zapatillas adecuadas»

Mi opinión

Rocío Carrión hace tres años estuvo en coma, un terrible accidente durante su debut como ultramaratonista a las afueras de Lima la puso al borde de la muerte. Tuvo que ser trasladada en un helicóptero y operada de emergencia.

De regreso a casa, los médicos que la atendieron le aconsejaron dejar para siempre su pasión por las carreras de larga distancia, pero ella se propuso volver y en poco tiempo lo consiguió. Su historia es apasionante. Rocío es lazarillo de un atleta invidente y una mujer de armas tomar. Cumplidas las dos primeras fechas de la Maratón des Sables que se lleva a cabo por primera vez en Perú, la deportista de treinta años marcha tercera en la general femenina marcándole el paso a las archifavoritas corredoras francesas.

Para esta guerrera no hay imposibles. La estamos siguiendo con renovado orgullo.


¿En cuánto tiempo le dieron el alta?
Después de veinte días.

A partir de entonces debía esperar unos seis meses para empezar a…
¡A correr! Bueno, a retomar mi vida laboral. Recuerdo que salí y, para mi primer control en el hospital, a propósito me vestí súper deportiva. Yo quería que el doctor me vea y diga: “Uy, estás ¡súper bien!”. Pero vio mis resonancias y me dijo que todavía no podía hacer ejercicios, que aún había agua, que podía hacer cuadros de epilepsia…

Sin que nadie se diera cuenta, al mes salió a correr al parque.
Sí.

Al segundo mes partió a México para participar en una maratón.
Sí.

Y al tercero, hizo una ultramaratón.
Claro. ¡Pero antes de la ultramaratón corrí la Wings For Life World Run! Y la gané.

En esa carrera los atletas participan en beneficio de personas con problemas de médula espinal.
Eso fue lo que a mí me motivó, y decidí pagar. Usualmente no participaba en carreras que costaran mucho, pues entonces no contaba con ningún sponsor, con ningún auspicio, salvo la olla de mi mamá (ríe)… Además, sabía que no iba a ganar. Lo hice por colaborar, porque me interesó mucho. Vi los spots, a chicos con esclerosis múltiple -jovencitos, en sillas de ruedas-, y decía: “Yo estoy volviendo a correr. Ellos no lo van a volver a hacer”. ¡Y gané! A partir de ahí me conocieron los chicos de Red Bull, que colaboraron conmigo para que vaya a competir a Austria.

Eso también hizo posible que conozca al atleta invidente Fernando Muñoz. ¿Cómo fue eso?
Se hizo una convocatoria para ser guía, porque chicos invidentes iban a participar en una carrera y, si bien entonces yo no era muy veloz porque recién me estaba recuperando, quería ayudar; y como ya conocían mi caso, fui bienvenida.

¿Por qué quería ayudar?
Porque ellos sí necesitan a alguien para correr. Ellos no pueden correr solos. ¡No ven! Su caso es diferente al de quienes no corren porque tienen flojera o lo que sea. Ellos ¡de verdad necesitan a alguien!

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Quieren pero no pueden hacerlo si no es con alguien al lado.
Hay tanta gente que pudiendo hacerlo pone tantas excusas; y Fernando, con tal de entrenar, puede salir sin tomar desayuno, con cualquier zapatilla. Él no te pone peros. Hemos entrenado en el frío y también sobre la arena en épocas de mucho calor. Esa iniciativa, su disposición, a mí me encanta.

¿Usted lo eligió?
Mira, todo en mi vida -después de mi accidente- viene encajando perfecto como en un rompecabezas. Yo fui para brindar mis servicios, había chicos y señores de todas las edades. “¿Quién me tocará?”. Y como era la más joven, me dieron al más jovencito. ¡Gracias a Dios fue él! Y atrás de él había toda una historia, porque Fernando es huérfano de padre, es cajamarquino, vivía aquí en un albergue. ¡Él era! Comenzamos a entrenar y, la primera foto que nos tomaron cruzando la meta es espectacular. Era su primera carrera. Su rostro, su expresión, ¡es espectacular! Esa foto la tengo en mi cuarto.

 

Siendo invidente, Fernando no puede ver la meta. ¿Cómo hace para hacérselo notar?
Él siempre me dice: “Rocío, ya no puedo”. “Fernando, cállate. Sí puedes, falta poco”. En la primera 10k (carrera de 10 kilómetros) que hicimos, en el kilómetro 8 quiso abandonar. Ahí sí lo grité, le dije que así sea a rastras yo lo iba a hacer cruzar la meta. Además, cuando tú vas llegando, la gente te comienza a ovacionar, y como él tiene la audición súper desarrollada, oye ¡todo! “Rocío, falta poco, ¿no?”. Y nos comienzan a ovacionar, y yo sé que no es por mí, porque mi polo dice Guía y, como nos ven amarrados, saben que él es invidente; y lo ovacionan de tal manera… Eso hace que recobres energías y tú sigues. Eso le pasa a él. “Vamos campeón, ¡tú puedes!”. Ya con eso, el último kilómetro, los últimos quinientos metros, se hacen fácil.

¿Esa primera meta con él es uno de los mejores momentos de su vida?
¡Claro! Fue emocionante.

Un momento en el que no pensó en usted, sino en el otro.
Es que cuando algo es bueno, tú quieres compartirlo. Yo sé lo que él ha sentido porque sé lo que se siente al cruzar metas, cuando ganas…

¿Ha vuelto a hablar con su médico?
Me ha agregado al Facebook (ríe)… Me recomendó que no vaya a México (a la maratón que corrió al segundo mes que recibió el alta), y se enteró de que fui porque le traje un regalo de allá. “Mira Rocío, ¡qué te puedo decir! A ningún paciente operado de la cabeza se le pide -como una constancia- que corra una maratón, y tú lo has hecho. ¡Ya qué más! Tú estás sana”. Él comprendió que yo necesitaba hacerlo.

¿Y sus papás?
Yo los hice sufrir mucho con mi accidente. Mi mamá es una persona muy delicada. Durante las casi nueve horas que duró mi operación, ella sufrió cuadros de taquicardia; y ahora, cuando regreso toda sucia, me ven y noto en ellos felicidad.

O sea que haber visto la muerte tan de cerca terminó potenciando su vida.
Definitivamente. Me enseñó a no perder el tiempo, a aprovechar el día. Me ha hecho ver a los chicos invidentes, que entrenan en cualquier condición. Ver eso me hace pensar en que tengo que aprovechar ¡que estoy bien!

Antes de eso no tenía auspiciadores, hoy le llueven.
Me han buscado a raíz de mi accidente y porque, pese a ello, fui valiente y volví a correr y gané mi primera competencia; y salí a representar al Perú. A partir de ahí se comenzaron a fijar en mí. No era cualquier chica: dos meses antes había estado en coma. Eso captó la atención… Y pensar que me caí por no tener las zapatillas adecuadas.

29/11/2017

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