Mi opinión
Thomas E. Lovejoy, el mentor del término “diversidad biológica” y asesor en biodiversidad y medio ambiente de varios presidentes estadounidenses, visitó en estos últimos días Madre de Dios tratando de entender el fenómeno de la minería aurífera en la región. Los dejo con sus primeras impresiones, todas son necesarias para replantear el manejo de una situación que hace tiempo se nos escapó de las manos. La entrevista que recojo del ciberespacio se la hizo Francesca García, enterada periodista del diario El Comercio.
Tomado de El Comercio
Thomas Lovejoy acuñó la frase “diversidad biológica” en la década de 1980. Es enviado especial de Ciencia del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Con más de 50 años de trabajo en la Amazonía, advierte sobre el impacto negativo que tiene la minería ilegal en los bosques del país. Esta entrevista se hizo un día después de que visitara Madre de Dios, la región más biodiversa y afectada por esta actividad ilícita.
—Una nueva visita a Madre de Dios. ¿Qué apreciaciones tiene en esta ocasión?
El enfoque principal del viaje ha sido evaluar la destrucción ambiental de la minería ilegal de oro. Esta también es una cuestión socioeconómica, ya que se busca conocer si se puede formalizar cierta parte de la minería para que esta sea menos dañina. Ese es un gran reto. Si no resolvemos esta situación, la recuperación de los bosques puede tardar cientos de años, quizás miles.
—Usted ha subrayado la necesidad de darles más alternativas a los ilegales.
Bajo mi perspectiva, ellos son víctimas del sistema, porque esta es la manera en que obtienen algunos ingresos. Los responsables son quienes están detrás de ellos, los que imponen el interés económico. Hay una idea de crear un tipo de corredor en la región para consolidar la protección del bosque, formalizar a estos actores y ayudarlos a que puedan realizar estas actividades de manera menos destructiva.
—Concretamente, ¿qué alternativas podrían plantearse para la minería informal?
Muchas de ellas tienen que ver con el bosque. El mejor ejemplo en el Amazonas sería el ecoturismo. Una de las cosas más interesantes de ello, es que, si se hace bien, nadie podrá competir contigo, ya que no hay otro lugar similar a la selva de Madre de Dios. Es probablemente la zona con mayor biodiversidad en el mundo. También hay otras actividades relacionadas con la naturaleza, como la pesca deportiva y la piscicultura. Tiene que haber un programa sostenible, comprensivo y coherente.
—¿Es posible la minería sostenible dentro de un ecosistema como el de Madre de Dios?
Primero, creo que sí se puede hacer algo mejor de lo que ya se viene haciendo. En segundo lugar, hay zonas donde no se debería hacer ningún tipo de minería, como en la Reserva Nacional de Tambopata. En zonas permitidas, se puede realizar la actividad con mayor precisión, para que no se expanda y cause un daño masivo a los ecosistemas. Se debería erradicar el uso del mercurio o, por lo menos, minimizarlo, ya que es dañino para la salud.
—El Perú ha suscrito el convenio de Ninamata (contra el uso indiscriminado del mercurio), pero el problema persiste. ¿Por qué?
El convenio es un buen ejercicio multinacional para ver y descubrir de dónde viene el mercurio. Se busca administrarlo bien y que no termine en lugares equivocados. En una imagen más grande, digamos, el ecosistema peruano es víctima de la producción de un mercurio que no viene del Perú.
—Tampoco viene de los pequeños productores.
Sí. Probablemente, [el mercurio] llega por la misma ruta del narcotráfico y las armas. Aunque es mucho más fácil de controlar.
—¿Qué siente alguien como usted, que ha dedicado su vida a estudiar la Amazonía, cuando ve la destrucción en Madre de Dios?
Es como un estallido, como un bombazo al cuerpo. Esta destrucción continúa y continúa; y se trata solo de ganancias a corto plazo para gente muy pobre. Eso no es bueno para nadie.
—La estrategia del gobierno para combatir la minería ilegal se basa en la destrucción de maquinaria utilizada para esta actividad y la búsqueda de formalización. ¿Es suficiente?
Se necesita la presencia de la ley y el orden para controlarlo, pero se tiene que ampliar la perspectiva e intentar que la gente que trabaja con el oro ilegal tenga un cambio económico. Se deben crear opciones y promover la restauración. Creo que la actual escala [de esta actividad ilegal] todavía puede ser manejada, aunque se requiere colaboración internacional.
—Un compromiso que vaya más allá de una gestión gubernamental.
Así es. El futuro de la parte oeste del Amazonas depende de Madre de Dios.
—En la década de 1980, usted lanzó la frase “diversidad biológica”. ¿Cuánto se ha avanzado en la toma de conciencia respecto a este tema?
La primera vez que estuve en el Amazonas fue en 1965, y solo había una carretera y un parque nacional. Todo el mundo sabía entonces de los problemas en los bosques, pero aún se desconoce que el 50% de la Amazonía está bajo algún tipo de protección. Sin embargo, aún es una cifra insuficiente. Este ecosistema genera más de la mitad de su propia lluvia, a medida que recicla la humedad que pasa del Atlántico a los Andes. Mientras el ritmo de la deforestación siga creciendo, esto se perderá y llegará hasta un punto en el que no habrá retroceso. Así que reitero: el futuro de la parte oeste del Amazonas depende de Madre de Dios.
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