Mi opinión
Que los peruanos no valoremos en su verdadera dimensión el aporte de Stefano Varese en pro de la defensa de los pueblos indígenas de la Amazonía grafica con dolorosa claridad el desamparo en el que se desenvuelve el trabajo de nuestros científicos, en este caso de nuestros científicos sociales. Varese, autor del imprescindible libro “La sal de los cerros”, su tesis doctoral de 1968, es uno de los peruanos -aunque su carné de identidad indiqué que nació en Génova, Italia- que más ha contribuido a develar los misterios y olvidos históricos en los que han vivido -y siguen viviendo- miles de miles de habitantes amazónicos de un país mayoritariamente selvático. Exiliado en México y luego en los Estados Unidos, el antropólogo graduado en la Universidad Católica y condiscípulo de Javier Heraud, Luis Millones y Luis Enrique Tord, fue un adherente, como otros profesionales de su generación, de la revolución reformista impulsada por el general Velasco (1968-1975) que tantos escozores sigue produciendo.
En 1963 con una cámara Leika y en compañía de su hermano Gigi, siendo todavía universitario, había llegado en canoa a la boca del río Perené para estudiar la vida y la cosmovisión del pueblo asháninka. Fruto de esa investigación pionera en el Gran Pajonal y el Cerro de la Sal fue el trabajo que comentamos, a mi juicio el primer tratado moderno de antropología amazónica publicado en nuestro medio. Su conocimiento de los pueblos de la floresta fue el detonante para que los militares en el poder lo convirtieran en el ideólogo de la ley de comunidades nativas aprobada durante el velascato, la que a la postre sería el desencadenante de su posterior alejamiento del Perú.
Stefano Varese acaba de publicar sus memorias bajo el título de “El arte del recuerdo. Viajes y memorias de un antropólogo”, maravilloso testimonio de un peruanista indispensable que no ha dejado de mirar con optimismo el futuro de un país multiétnico y complejo. Lo he leído con deleite y agradecimiento: cuando el testimonio de un luchador social -o ambiental, cualquiera sea el caso- conmueve, su ejemplo inspira y nos hace confiar en tiempos mejores. Varese confiesa: “Me mantengo a flote en mi voluntad de justicia social, en mi búsqueda de una “economía moral” y de una ética ecológica y cultural: una ética como la que proponen el pueblo kiwcha amazónico y los pueblos quechuas y aimaras del ande, bajo la filosofía del sumak kawsay y el sumak kamaña: la vida en armonía con el cosmos”. Que lo diga un intelectual de su talla luego del uso y mal uso de aquellos conceptos por los prosélitos de Evo y de Correa hace tan poquito tiempo, alivia y nos debe convocar a seguir confiando en los tiempos por venir. Y en la era de la reconciliación con la Madre Tierra.
Termino estos apuntes dedicados a Stefano Varese Druetto con esta nota con la que cierra sus memorias: “Como antropólogos, como observadores externos, estamos condicionados por nuestro código binario: naturaleza versus cultura. Mi viaje en busca de significados más que de resultados prácticos, de espiritualidad más que de materialidades, me confirma que, como parte de la humanidad, no me encuentro parado en un podio antropocéntrico ni estoy en lucha contra los animales, las plantas, las rocas, las aguas, las amebas, las partículas subatómicas y otros “adversarios” invisibles. Me encuentro atento, en cambio, al susurro del universo, al sonido y al olor del viento en el follaje, al ladrido de mis perros, a los aullidos de los coyotes, a la respuesta de los cuervos y, más que nada, al sonido de mi alma cuando despierto en la noche, toco el hombro de Linda y agradezco mi vida”. Maravilloso. Agradecimientos de pie para este peruano universal.
Vicente Otta para Otra Mirada otramirada.pe
Stefano Varese, antropólogo e intelectual ítalo peruano, recibió el miércoles 21 de febrero, el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). Si hay una forma de resumir su larga y fructífera trayectoria sería usando la expresión con la que Gustavo Gutiérrez describía a Arguedas: “vivió entropado con su pueblo”, en versión de Varese, con los pueblos indígenas del mundo.
El autor de La sal de la tierra, memorable y canónico texto sobre los pueblos originarios y la Amazonía peruana, ha desarrollado una larga, y comprometida actividad con el conocimiento, la difusión y la justicia.
Varese tuvo que expatriarse luego del golpe de Morales Bermúdez contra Juan Velasco el año 1975, pues fue autor principal de la Ley de Comunidades Nativas, uno de los puntos más altos de las reformas velasquistas: la primera ley importante que visibiliza a los indígenas amazónicos y los convierte en sujeto de derecho.
En los últimos 50 años Stefano ha realizado una intensa actividad intelectual, académica y cultural-social entre México y EE. UU, no muy conocida por el amplio publico peruano por lo que presentaremos una breve mención de su trayectoria.
Varese egresó como Doctor en Etnología por la Pontificia Universidad Católica del Perú en el año 1967. Ya en México, se desempeñó como catedrático, para luego ser director de la Unidad Regional de Oaxaca de la Dirección General de Culturas Populares, dependiente de la Secretaría de Educación Pública de México.
Fue también investigador principal del Instituto Nacional de Antropología e Historia, de la Secretaría de Educación Pública de México. En California, Estados Unidos, se desempeñó como profesor titular en el Department of Native American Studies, de la Universidad de California, en Davis desde 1989, convirtiéndose luego en su director entre los años 2004 y 2007.
En dicho centro de estudios, también fue coordinador del programa de posgrado del Native American Studies y director del Indigenous Research Center of the Americas-IRCA-NAS.
Experiencias principales
Varese, como ya mencionamos es antropólogo social, cultural y político, centrado en el área de pueblos indígenas de las Américas: región amazónica, región andina, América Central, México, diáspora indígena de Latino América, y en temas de perspectivas hemisférica y global.
Su trabajo ha estado vinculado al desarrollo en comunidades indígenas; desarrollo agro-ecológico sustentable; autodeterminación cultural/económica/política; jurisdicción y manejo territorial autónomo; migración rural-urbana; migración transnacional/transfronteriza; manejo y desarrollo de recursos culturales cultural; derechos humanos.
Su experiencia lo ha llevado a ser asesor de Naciones Unidas tanto en Unesco, para temas indígenas en educación y currículo intercultural y para la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)
Autor de innumerables libros y artículos, desde la memorable publicación de La sal de los cerros, pionero y revelador texto sobre los nativos amazónicos, hasta su más reciente publicación: El arte de la memoria, donde afirma: “El arte no es un trabajo de la razón, sino del corazón”
En dicho texto Varese dice que es un antropólogo que se ha transformado últimamente en un filósofo del pensamiento indígena y del pensamiento moderno contemporáneo occidental en comparación a los pensamientos indígenas.
“Pienso en lengua española, italiana y ahora también en inglesa. En el libro menciono que soy un políglota ‘pequeño’, porque tengo muchas dificultades con algunas lenguas indígenas, como el asháninka. El quechua andino lo trabajé como estudiante por tres años, pero nunca llegué a poseerlo. En cambio, las lenguas europeas sí las manejo muy bien.”
También señala y cuestiona: “¿Qué sentido tiene conocer, estudiar y convivir con la gente oprimida, los marginados y después abstraerse en los privilegios de una vida urbana y acomodada o del mundo académico, y olvidarse de que ellos existen y siguen luchando por garantizar la permanencia de su modo de vida? No creo que sea posible ser un antropólogo no activista. Yo creo que la antropología y todas las ciencias sociales deben ser activistas, entrar al rodeo y echar todas las ganas en tratar de modificar la situación para mejorar.”
Mantener de manera inclaudicable el compromiso con la verdad y la justicia social a lo largo de estos 57 años de ejercicio intelectual y académico es un mérito que lo ennoblece en lo personal y profesional. Esta significativa constancia es la que motiva a hacer público el reconocimiento de la universidad peruana.
Varese se caracteriza por haber practicado los principios éticos nacidos en la Grecia antigua: el conocimiento de la verdad debe estar conciliado con la belleza y la justicia.
Hombre de varios mundos recoge también los valores éticos de nuestra civilización andina pre hispánica basado en los siguientes principios:
Allinta yachay: cuando aprendas algo, hazlo bien
Allinta Ruway: cuando hagas un trabajo, hazlo bien
Allinta munay: cuando quieras, hazlo con todo el corazón
Esta prolongada trayectoria de excelencia académica, de producir y divulgar saber y belleza al servicio de la sociedad, especialmente de los más necesitados, los pueblos indígenas, merece el más pleno reconocimiento.
Este sentido reconocimiento es lo que en esencia realiza la Universidad Nacional de Ingeniería como centro de conocimiento al servicio de la sociedad.