Mi opinión
La explotación del guano y los conflictos políticos que originó en la vida de por lo menos tres naciones sudamericanas: Perú, Bolivia y Chile, durante el siglo XIX, han sido temas que me han apasionado desde siempre. Testimonio de aquel interés, un libro publicado hace un montón de tiempo (Los años difíciles: 1865-1919, Ediciones Los Reyes Rojos, 1990) y varios artículos sobre la materia, tal vez el último el que apareció en la revista Ältair, el magazín viajero más importante de habla hispana, que lamentablemente le puso un título poco agraciado: Mundo guano (Ältair, edición 69, 2011).
Por ello es que cada vez que me topo con un artículo bien escrito sobre el particular, como éste que lleva la firma de la periodista Virginia Mendoza, disfruto como un mozalbete y suelo compartirlo con ustedes. En fin, cosas que suelen pasar en estos días de descanso y largas horas para divagar que nos regala el fin de semana largo que celebra el Día de los Trabajadores. Se los dejo, tienen tres largas jornadas para descansar gozando de una buena lectura. Y recuerden, leer no da Alzheimer como ha querido endilgarnos un benemérito de la patria. Buen fin de semana.
En Europa y la gente sin historia, Eric R. Wolf escribió que desde 1849 hasta 1874 «se enviaron a Perú unos 90.000 trabajadores chinos bajo contrato de servidumbre, que en su mayoría salieron por Macao, para sustituir a hawaianos que habían muerto trabajando en los yacimientos de guano».
Los inicios del imperialismo estadounidense
El guano llegaba a los campesinos europeos a través de los mercaderes británicos, que consiguieron un acuerdo de exclusividad con el gobierno peruano. Pero la auténtica fiebre por este fertilizante llegó cuando Estados Unidos descubrió que se acumulaban en islas y que no todas pertenecían a otros países. Puesto que las empresas británicas lograron convertirse en intermediarias y los norteamericanos no podían comprar guano directamente a los peruanos, el fertilizante se había encarecido ostensiblemente para entonces.
En 1852, varios barcos estadounidenses llegaron hasta las islas Lobos para ocupar un territorio que, según Estados Unidos, Perú no controlaba. Cuatro años después, Estados Unidos aprobó el Acta de Islas Guaneras, que le permitía apoderarse de la misma manera de otras islas que no hubieran reclamado otros antes.
Cada isla, cada roca y cada cayo al que llegaba un norteamericano, siempre que no estuviera ocupada por otro gobierno ni vivieran en ella personas de otros países, pasaba inmediatamente a ser de dominio estadounidense. Así fue como Estados Unidos se hizo con más de 70 islas —hay quienes dicen que más de 100— del océano Pacífico. Las islas Baker, Howland, Palmira y Midway, entre otras, siguen perteneciendo a Estados Unidos desde la fiebre del guano.
Dos años después de la aprobación del Acta de Islas Guaneras, Perú y Estados Unidos se enfrentaron por aquellos excrementos tras la llegada de varias barcas estadounidenses a las islas guaneras. El buque gubernamental Tumbes las capturó, los capitanes fueron enjuiciados y sus barcas pasaron a formar parte de la Marina peruana. Tras el revuelo mediático en Estados Unidos a favor de Perú, Leopoldo I de Bélgica protagonizó un arbitraje que dio la razón a Perú y Lincoln decidió que era mejor dejarlo así.
A pesar de que pertenecían a Perú, las islas de Chincha fueron ocupadas por España en 1864. Para evitar este tipo de incursiones, Chile y Perú firmaron el Tratado de Alianza Ofensiva y Defensiva que después suscribirían Bolivia y Ecuador. Estalló así una guerra en 1866 que unió a Perú, Bolivia y Chile contra España. Los españoles perdieron y no tuvieron más remedio que marcharse y devolver las islas a Perú.
En 1879 estalló la Guerra del Pacífico. Perú, Chile y Bolivia se enfrentaron, en parte, por el guano. Los historiadores estadounidenses hablaron de «guanomanía», mientras que los peruanos optaron por «la república del guano».
El mundo Pacífico moderno
Las condiciones del comercio internacional del guano no fueron tan idílicas para los autóctonos como esperaban sus políticos. Según Gregory T. Cushman, autor de Guano and the opening of the Pacific World, aquella supuesta panacea se difuminó cuando el auge del comercio del guano comenzó a declinar.
Para él, el descubrimiento de Humboldt fue «un arquetipo de expropiación del conocimiento del mundo natural los indígenas para beneficio del forastero». Según Cushman, los padres del Perú poscolonial, muy alejados de esta visión, venían que «esta increíble ventaja geográfica proporcionaba un medio para diseñar una nación moderna».
En la era del guano ve Cushman el origen del mundo Pacífico moderno. Aunque la búsqueda de ballenas y otros recursos marinos, así como la independencia de Latinoamérica, también contribuyeron a la explotación de los recursos en las costas del Pacífico por parte de forasteros en el siglo XIX, asegura que fue la búsqueda del guano «y por tanto de nitratos, fosfatos y trabajadores explotables, lo que llevó a la creación de imperios terrestres que incorporaron algunas de las partes más remotas de la Cuenca Pacífica».
La fiebre del guano también derivó en la guerra internacional más larga del siglo XIX en la región. «Además, esta expansión imperial a menudo dependía de la expropiación de la tierra, del trabajo, de los recursos y del conocimiento medioambiental de la gente indígena del Pacífico», escribe Cushman.
Junto a las extracciones masivas de guano del siglo XIX y la llegada cíclica de El Niño, que obliga a las anchovetas a huir a aguas más profundas y más frías y mata de hambre a las aves guaneras, aparecieron nuevos fertilizantes. Todo ello fue dejando en el olvido una sustancia por la que se declararon guerras. En menor medida, el guano se siguió comercializando y recientemente se ha convertido en una alternativa natural a los fertilizantes químicos.
28/4/2017