Mi opinión
Hace unos días, con Gabriel Herrera, volví a recalar en el tradicional hotel del barrio Pedregal, desde hace un buen tiempo miembro destacado del selecto grupo de hoteles asociados a la cadena Casa Andina y la experiencia fue la misma, maravillosamente la misma. Fina y esmerada atención -muy personalizada; ambientes cómodos, aire fresco, jardines rebosantes de vida, buena conexión a Internet, baños y servicios higiénicos pulquérrimos y el Huascarán, allicito nomás, enhiesto e imbatible, radiante, pletórico de vida. Como en nuestros mejores días.
Texto Wili Reaño.
Desde cualquier punto de la ciudad de Huaraz es posible observar los penachos nevados del Huascarán, el coloso pétreo que impone condiciones en los cielos de la imbatible Cordillera Blanca, la más notable de las cadenas montañosas de un país de alturas infinitas y simas abisales. He visto al gigante -impertérrito, inmenso, inconmensurable- infinidad de veces desde las avenidas Luzuriaga, Gamarra y Centenario, también desde el barrio de la Soledad y últimamente desde El Pinar, camino a la quebrada de Quilcayhuanca, cerca, muy cerca a los pagos de Oscar Negreiros, el propietario del Fundo Organik. Mi compadre.
Desde donde se le quiera observar el Huascarán es un portento… pero verlo desde el Pedregal, cerquita a la más tradicional de las pocas calles que sobrevivieron a su furia en 1970, la calle José Olaya, antes Quemash, es otra cosa. Digamos que, en ese barrio, desde los ventanales y jardines del Andino Club Hotel, el gigante, el apu, jirca o como queramos llamarlo de los huaylinos, es pura fantasía. Una postal de lo más extremo del paisaje andino que nos ha ido quedando, un reto a la imaginación, la foto a todo color y también en sepia de un mundo que lamentablemente está desapareciendo ante el incontenible avance del cambio climático que nuestra especie produjo.
Conozco el Andino Club Hotel, el alojamiento que dirige desde hace más de 40 años Mario Holenstein, desde los lujuriosos -exagero siempre- tiempos de los festivales de aventura que organizaba Wally Valderrama y que tanta fama y prosapia le dieran al destino Callejón de Huaylas en el siglo que pasó. Entonces era frecuente ver las calles y avenidas de la ciudad repletas de turistas ávidos de mayores cuotas de adrenalina y enjambres de muchachitas y muchachitos, de Lima principalmente, viviendo a toda prisa la magia del Parque Nacional Huascarán cuando el Pastoruri era un inmenso campo de nieve y había que ser iluso para no visitar, aunque sea media mañana, Chavín de Huántar, Llanganuco, el camposanto de Yungay o los nuevos escenarios que se abrían para el disfrute total.
Ahora Huaraz pareciera ser una ciudad sitiada por otras modernidades. El turismo, esa promesa de tiempos mejores languidece, desafortunadamente. Otros nevados, me imagino, están acaparando la atención de las nuevas tribus viajeras. Los selfies que buscan a toda prisa los instagramers de hoy en día tienen el sello de la Montaña Sagrada del Ausangate o el inmaculado turquesa de las aguas de la laguna Humantay, en las proximidades del apu Salkantay. Para las masas que se mueven al compás de las modas el Cusco y su Valle Sagrado han vuelto a ser el ombligo del mundo.
Felizmente para los viajeros de corazón, para los amantes de las geografías habitadas por los récords imbatibles cuyos pliegues esconden pueblos y tradiciones por conocer, aún nos quedan, aún vibran, los 755 glaciares de la cadena tropical más alta del planeta, la Cordillera Blanca, el brazo cordillerano a mayor altitud de las 20 cordilleras que le dan forma a la cordillera de los Andes. El paraíso de los cinco miles, los seis miles y casi los siete miles..
Aún nos queda, digo, felizmente, sabiamente, la Cordillera Blanca con la laguna 69, la ruta Los Cedros-Laguna Cullicocha, la quebrada Ishinca, Cojup, el trekking Santa Cruz-Llanganuco, la quebrada Carhuascancha, la quebrada Ulta, Rajucolta, Llaca, Quilcayhuanca, la laguna Churup, la laguna Radián, el trekking Olleros-Chavín, el Alpamayo, el Pisco, el Huandoy, el Vallunaraju y todos los colosos que los secundan, también Willcahuaín, el carnaval huaracino, el Señor de la Soledad, el chancho en carretilla, el ceviche de chocho . Y el Andino Club Hotel: el punto de partida y de llegada para llegar a las cimas más auténticas de la cordillera Blanca o del paraíso Huayhuash. La puerta abierta para ir y venir, radiantes de felicidad, por el callejón de Huaylas, la Cordillera Negra, la Blanca, el callejón de Conchucos, las piezas más notables, fidedignas, de uno de los paisajes más espléndidos del Nuevo Mundo.
Hace unos días, con Gabriel Herrera, volví a recalar en el tradicional hotel del barrio Pedregal, desde hace un buen tiempo miembro destacado del selecto grupo de hoteles asociados a la cadena Casa Andina y la experiencia fue la misma, maravillosamente la misma. Fina y esmerada atención -muy personalizada; ambientes cómodos, aire fresco, jardines rebosantes de vida, buena conexión a Internet, baños y servicios higiénicos pulquérrimos y el Huascarán, allicito nomás, enhiesto e imbatible, radiante, pletórico de vida. Como en nuestros mejores días.
Nos prometimos volver, cómo no hacerlo…
Buen viaje…
Andino Club Hotel
www.hotelandino.com
Jirón Pedro Cochachin 357, Huaraz-Ancash
Tel. (0051-43) 42 16 62
andino@hotelandino.com
El hotel está ubicado en el Barrio de Pedregal, a poca distancia de la Plaza de Armas de la ciudad de Huaraz. El alojamiento está completamente alineado a los patrones de la hotelería y la hospitalidad suiza. La vista panorámica desde el hotel permite observar las figuras de por lo menos ocho nevados de más de seis mil metros de altura de la Cordillera Blanca. El hotel cuenta con10 habitaciones dobles con terraza, 4 habitaciones dobles con terraza, chimenea y Jacuzzi, 6 junior suite con chimenea, sauna y Jacuzzi, 1 mini-departamento (de un dormitorio) con jacuzzi y 33 habitaciones simples / dobles y familiares (triple, cuádruple y quíntuple). Todas las habitaciones cuentan con teléfono con discado directo, Internet (sin costo alguno), caja fuerte digital, TV a colores LCD con sistema de cable local de 60 canales, secadora de cabello, agua caliente las 24 horas del día. El Andino Club Hotel tiene jardines exteriores e interiores que le permiten a sus huéspedes tomar sol y el aire fresco del Callejón de Huaylas. Cuenta también con un restaurante, el “Chalet Suisse”, que brinda cocina suiza, internacional y platos típicos peruanos) y Bar Andino. También con salas para banquetes y/o conferencias con capacidad para 30, 40 y 120 personas. Estacionamiento propio / cochera, ascensor “Schindler”, business-center y una cabina de Internet en cada piso. Lavandería, sala de juegos (billar y fulbito de mano), tienda de souvenirs, servicio de correo / fax / fotocopias, centro de masajes. El Andino Club Hotel prioriza acciones concretas para evitar, reducir y compensar su huella de CO2.
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