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Bessie Stringfield, la legendaria pionera negra sobre una Harley-Davidson

Mi opinión

Bessie Stringfield (1912-1992), la Reina de la Moto de Miami, fue doblemente heroica: primero porque se atrevió antes que ninguna a subirse en su motocicleta para recorrer –solita y en plena década de los treinta- los parajes más insondables de los Estados Unidos y luego por ser negra, por ser una afrodescendiente corajuda, valiente en extremo para asumir los riesgos de enfrentarse a las convenciones con el afán de tomar por asalto los caminos.

Todos los caminos que su audacia la impulso a recorrer.

Dicen los que la han convertido en objeto de culto, en ícono de la libertad, que un supremacista blanco de entonces intentó a arrollarla con su vehículo cuando cruzaba uno de los estados del sur.

La escena debió ser magnífica. La intrépida motera mostrando su dedo índice en alto y matándose de la risa. A mil por hora mientras el redneck de ocasión lanza improperios a voz en cuello y reclama la presencia de los Ku Klux Klan

Bessie fue soldado, policía y enfermera. Una pionera en todo, como Anita Peck, la sufragista de Rhode Island que escaló las montañas más altas del Perú mucho antes que la Stringfield naciera en Carolina del Norte o en Jamaica.


Bessie Stringfield fue capaz de sobreponerse a todas las adversidades y entró en el Salón de la Fama del Motociclismo por la puerta grande. Ha llegado la hora de reivindicar la figura de «La Reina de la Moto de Miami».

Logró ser una pionera en muchos aspectos, a pesar de tener todas las cartas marcadas en contra. En las décadas de los 40 y 50, cuando las mujeres en Estados Unidos prácticamente estaban relegadas a las tareas domésticas, o bien en el matrimonio o en el servicio doméstico, la afroamericana Bessie Stringfield fue capaz de pegar un buen acelerón y rugir a través del motor de su Harley por las carreteras de Florida y de todo el país, que recorrió sola hasta en ocho ocasiones.

Como corresponde a los grandes mitos, existe cierta confusión en torno a los primeros años de vida de Bessie. Según los registros oficiales, nació en marzo de 1912 y cuentan sus descendientes más directos (sobrinos, ya que no tuvo hijos) que su nacimiento tuvo lugar en Edenton, Carolina del Norte, fruto de la pareja formada por dos americanos negros: Maggie Cherry y James White.

Durante los cuatro años que trabajó para el Ejército, cruzó los Estados Unidos ocho veces.

Pero Bessie siempre prefirió teñir los primeros años de su biografía con ciertos tintes dickensianos. Según ella misma contaba, nació en Kingston (Jamaica), hija de una pareja interracial. Se quedó huérfana de madre siendo muy pequeña, abandonándola después su padre en una calle de Boston. Fue adoptada por una mujer católica irlandesa que la trató como a una hija, hasta tal extremo que le regaló una moto cuando sólo tenía 16 años.

Ante tanta confusión (hay otras versiones que fijan su nacimiento en 1911), de lo que no hay duda es de que esa primera moto llegó a cruzarse en su vida en 1928. Era una Indian Scout y marcó sus inicios como apasionada motera.

Bessie Stringfield se casó y se divorció seis veces, adoptando el apellido de su tercer marido. Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó para el Ejército como mensajera motorizada, manteniendo su condición de civil. Ya para entonces poseía una Harley 61, la primera de las 27 que tendría a lo largo de toda su vida.

Trabajó como empleada doméstica en varias casas, entre ellas en la de Robert Scott Thomas, quien por entonces era un niño y hoy a sus 72 años recuerda las historias increíbles que Bessie le aseguraba haber protagonizado y a él le fascinaban. Como sus viajes por el sur de Estados Unidos, zona en la que imperaba la segregación racial, y ella se atrevió a desafiar las llamadas Leyes Jim Crow que se mantuvieron vigentes hasta 1965 y cuyo lema era «separados pero iguales».

Su habilidad en los espectáculos de motos llamó la atención de la prensa local que la coronó como «La reina negra de la motocicleta». Luego la llamarían «La reina de la motocicleta de Miami», apelativo que la acompañó el resto de su vida.

Eso le supuso persecuciones por parte de pandillas de moteros o que no le permitieran alojarse en algunos establecimientos. Bessie llegó a dormir en más de una ocasión sobre su moto en estaciones de servicio, pero siempre se mantuvo firme, según ella misma contaba, por su inquebrantable fe en Dios, al que se refería como «el Hombre en las Alturas».

Para costearse parte de sus viajes, Stringfield llegó a actuar en la popular atracción Pared de la Muerte durante los carnavales. Su cometido era pilotar su moto en un recinto cerrado circular subiéndose literalmente por las paredes para regocijo de un público enfervorizado.

En una ocasión llegó a ganar una carrera y le arrebataron el premio al quitarse el casco y comprobar que se trataba de una mujer, contratiempo al que se sobrepuso con una enorme sonrisa y una todavía mayor dignidad. Aunque no todo fueron desdichas en su ajetreada vida.

Stringfield murió en 1993 a la edad de 82 años de una afección cardíaca, después de haber seguido cabalgando hasta el momento de su muerte. Es un ícono.

Robert Scott Thomas, heredero de su legado al no tener hijos Stringfield, recuerda como en una ocasión la heroína motorizada se presentó con su Harley-Davidson perfectamente pulida en la puerta de su colegio para recogerles a él y a su hermano. Todos los niños querían montar y se convirtieron en la gran envidia del resto de compañeros.

Sus hermanos mayores nunca aceptaron de buen grado la afición de Bessie por las motos, aunque sus sobrinos la idolatraban como una figura casi mítica. Fue uno de los peajes que le tocó pagar por ser una avanzada a su tiempo, llegando incluso a circular entre sus descendientes la leyenda de que había trabajado para la Oficina Federal de Investigación y tuvo que alejarse de su familia para protegerla.

En la década de los 50 Bessie Stringfield se estableció en Miami tras haber pasado una temporada en Indiana. Se tituló y trabajó como enfermera, además de fundar el Iron Horse Motorcycle Club. Allí rápidamente comenzó a ser conocida con el sobrenombre de la Reina de la Moto de Miami y vio cómo aumentaban su fama y prestigio.

Durante cuatro décadas fue una celebridad local que recorría las calles bordeadas de palmeras a lomos de su Harley-Davidson. Incluso en su ancianidad seguía empeñada en conducir su moto, a pesar de las restricciones que le habían impuesto los médicos debido a una dolencia cardíaca.

Bessie Stringfield falleció el 16 de febrero de 1993, con 82 años, habiéndose convertido en un mito por varios aspectos: su batalla por los derechos de la mujer, su lucha por la igualdad de la raza negra y su empeño por acercar el motociclismo a la gente.

Título original Bessie Stringfield, la legendaria pionera a lomos de una Harley-Davidson

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