Mi opinión
Y no son invisibles, allí están, los he visto bajo los puentes donde transita el Transmilenio, en las plazas de La Candelaria, en los barrios más acomodados, en la alucinante –al caer la tarde- carrera Siete, en medio del bullicio de la ciudad y la indiferencia de los que ya se acostumbraron a su presencia.
Se lo comentaba hace un momento a Walter Silvera, fotógrafo y viajero acucioso que me acompaña por estos lares, la población que vive en las calles de Bogotá es impresionante, no había visto fenómeno similar en esta parte del mundo.
William Ospina, el notable escritor colombiano, anota estos datos en su columna de hoy en El Espectador: en Colombia hay seis millones de ciudadanos desplazados, una arrolladora lista de masacres desde 1946, la mayor cifra de desaparecidos en la mayor impunidad, diez millones de exiliados. Cincuenta años de guerrillas.
Tremenda situación, dramática. Por eso es que no me canso de cruzar los dedos para que el proceso de paz en el que están inmersos los de la FARC y el gobierno de Santos termine bien y se inicie el verdadero camino hacia la paz y la reconciliación entre los colombianos. Se lo merecen, todos juntos conforman un país que admiro y quiero mucho.
De la población habitante de calle en la capital, 47% se dedican al reciclaje, 18% a la mendicidad y el 5% a la delincuencia, según la SDIS.