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El Canta Rana de Barranco, un clásico de la buena mesa y el mejor estar…

Mi opinión

¿Cuántas veces habré recalado en el Canta Rana de la calle Génova, en el icónico local donde alguna vez funcionó un billar de tonos sepias y gente brava, para hablar de la vida que queremos con los amigos de siempre? , ¿cuántas tardes de tedio y ganas de no hacer nada habré detenido mis pasos para platicar largo y tendido con Constantino Carvallo, Manolo Guardia o Daniel Flores en el templo más heterodoxo de la buena mesa y el mejor estar de Barranco?

El Canta Rana de Vicente Furgiuele y también de Rómulo, el garçon amable que ha visto crecer a mis hijos, es una de las instituciones barranquinas que más adhesiones tiene y no solo por el talante de sus gestores, una familia que ha hecho del buen trato y la calidad del servicio una obsesión, sino, sobre todo, por lo superlativo de una carta que marida con tino los sabores que Vicente & Co. han ido recogiendo durante su singladura por el planeta.

La nota que ha publicado en El Trinche la colega María Elena Cornejo le rinde merecido tributo a la bodega-ágora que desde hace 36 años ilumina los días de los vecinos y habitúes del más bohemio y acogedor distrito limeños. Salud por eso, que la fiesta sea eterna.


María Elena Cornejo para El Trinche

En su perfil público el Canta Rana se define como “más que una cebichería (somos) un lugar de peregrinaje en el corazón del barrio más bohemio de Lima”. Y algo así han conseguido en sus 36 años de existencia. Lo avalan las nominaciones como Mejor Huarique en 2009 y 2010 y figurar entre los 10 mejores restaurantes de pescados y mariscos según la última versión de la guía Summum 2022.

Canta Rana es parte del paisaje barranquino, ahora con mesas y sombrillas en la calle cerrada para tal fin luego de la pandemia, que amplía considerablemente el número de comensales, antes en cola interminable en la puerta del local.

Vicente Furgiuele tiene origen argentino, sangre italiana y pasión por el cebiche. El nombre del huarique es un homenaje a su madre Teresa que trabajó en el restaurante “Donde canta la rana” en Venezuela cuando Vicente era niño. Luego se mudaron a Lima, vivió en Chosica y más tarde se estableció en Barranco. Ahí empezó con una cocinita a querosene preparando cebiche y caldo de choros al lado de Agustín, su cebichero estrella, al que después se sumaron Catalino y Rómulo. La misma sazón, el mismo trato, la misma decoración y casi la misma carta crearon una sensación de familiaridad y barrio que se mantiene inalterable. Banderas y afiches deportivos, sobre todo del fútbol argentino, fotos de los parroquianos habituales y adornos varios apretujados en techo y paredes crean un ambiente pintoresco y singular.

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La costumbre manda que al sentarse a la mesa, el mozo ponga tres pocillos: canchita, rocoto con tomate en cubos aliñado y zarandajas. Su cebiche sigue siendo imbatible, lo sirven en plato de fierro aporcelanado que le da cierto encanto casero. Probé el de erizos porque la temporada lo permite, aunque yo le reduciría la cantidad de cebolla que interfiere con el delicado y cremoso sabor del erizo. Al clásico se suma el apaltado, el cebiche más demandado por las nuevas generaciones: lleva chicharrón de calamar y alcaparras amén del infaltable choclo y camote.

Las conchitas a la parmesana están muy bien, con la cantidad de queso justo que no opaca el producto. En esta suerte de bodega clásica ponen muchame, hecho artesanalmente como antaño. Las porciones son generosas, incluso abundantes. El arroz con mariscos es sabroso y el picante de mariscos tiene altibajos por errores en la cocción de los crustáceos. Llega con abundante queso parmesano, que no me termina de convencer, aunque lejos de ser un demérito es un gusto personal. La parihuela da para compartir y la tortilla de langostinos merece una oportunidad: fritura bien lograda, poca grasa y langostinos jugosos y a punto.

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LOS DATOS

Génova 101, Barranco / Reservas: 923-841-016 / Horario: de martes a sábado de 09:00 a 21:00 horas, domingo y lunes hasta las 17:00 horas.

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