Mi opinión
Cosas que se discuten en la vieja Europa, la que hace tiempo sufre las consecuencias del turismo masivo; del impacto de sus aerolíneas low coast, las miríadas de visitantes del mundo entero y todas las demás veleidades de una industria compleja y nada santa. Disculpen la ignorancia, no conocía el rollo de Elizabeth Becke, turistóloga reconocida y en estos días de paso en Barcelona, una ciudad en la que algún día habré de vivir. Tiene razón, me incluyo en su crítica, los que estamos en esto, andamos mas preocupados en la promoción de los destinos que en su apropiada gestión y en lo que la gente local quiere y necesita. Buen punto, para tenerlo en cuenta en mis próximas intervenciones.
AFamilias en bermudas y zapatillas, con grandes refrescos en la mano, deambulan por el barrio de la reportera y escritora Elizabeth Becker (Carroll, Iowa, 1947) el primer sábado de agosto, húmedo y caluroso, en Washington. Tiene un punto irónico que la mujer que ha metido el dedo en el ojo del turismo viva en uno de los puntos turísticos de la ciudad, el Capitolio. La excorresponsal de The New York Times, que ha recorrido medio mundo, ha investigado a fondo esta industria y alertado contra sus excesos. Su obra cumbre al respecto, Overbooked: la explosión del negocio del turismo y los viajes (2013), es un meticuloso estudio de los efectos del fenómeno. Defiende modelos como París o Copenhague. Nada más abrir la puerta, el cuestionario previsto salta por los aires porque abre fuego: “¿Qué le parece la nueva alcaldesa de Barcelona? Es emocionante, ¿no?”. Ada Colau, the major (la alcaldesa). No dejará de nombrarla.
¿Y qué espera ahora en Barcelona?
La alcaldesa ha entrado en un asunto que asusta a los políticos. Al turismo o lo ignoran o lo temen, creen que la única manera de gestionarlo es promocionarlo. Pero ella ha puesto el dedo en la llaga. Ha dicho: voy a escuchar lo que quiere la gente. Siempre se analiza el turismo desde el punto de vista de la economía, pero es un asunto de democracia. ¿A quién pertenece la ciudad? Y ella quiere que sea de los barceloneses.
En un lugar donde el turismo es semejante negocio, ¿podrá hacer frente a la presión de las empresas?
Por eso tiene que hacer estudios, decir: ‘de acuerdo, si somos tan dependientes de ese dinero, díganme de dónde viene y dónde está’. A Barcelona llegan muchos cruceros. ¿Cuánto dejan? Hay estudios que demuestran que no tanto como se dice. El turismo afecta a todo el mundo y cómo determinas el tipo de turismo que quieres es crucial para la población. Ella no tiene por qué tomar medidas radicales, habla de una moratoria, dice que el turismo ha crecido demasiado y demasiado rápido y debemos repensarlo. Se trata de tener la mejor información para gestionarlo bien.
Es muy crítica con los cruceros.
Dos compañías —Carnival y Royal Caribbean— controlan casi dos tercios del negocio mundial. Los cruceros prometen que un número de pasajeros gasta una cantidad de dólares que en realidad no gasta, y que los negocios locales van a ganar. Pero no ocurre porque tienen muchos acuerdos con empresas para llevar allí a los clientes. Está también el coste de la contaminación: cuando un crucero atraca no se conecta a la electricidad, se deja ir, y genera una contaminación equivalente a 12.000 coches. Eso va al agua. Y pagan sueldos horribles. 50 dólares (46 euros) al mes a un camarero… Viven de las propinas. No se preocupan de las normas laborales y hay un verdadero interrogante sobre si siguen las normas medioambientales …¿Y dónde están las fuentes de agua? ¿Dónde están los cuartos de baño? ¿Quién recoge su basura? ¿Adónde va?.
¿Cómo se logra el equilibrio de un turismo fuerte que no se coma una ciudad?
No puedes preguntarte solo si el turismo es positivo o negativo. ¿Es positiva la industria petrolífera? Claro, quieres conducir tu coche. La pregunta es: ¿hasta qué punto está beneficiando a la ciudad este volumen de turismo? En Francia hay reglas, en París tienen restricciones de aparcamiento, de ruido. La mejor gestión del turismo que hay, en la que los ciudadanos no se quejan, es la más transparente: la que les dice quién paga, quién ingresa, cuánto cuestan esos servicios… Y donde se les ha preguntado lo que quieren.
¿Qué consecuencias ha observado en ciudades como Venecia?
Se disparan los precios de vivienda para los ciudadanos, se desprotegen los negocios locales… Por ejemplo, en Venecia encuentras sobre todo cristal de murano falsificado, es difícil encontrarlo real, y la mayoría está hecho en la antigua Yugoslavia o China.
Es más rentable, probablemente.
Venecia tiene unos 60.000 habitantes y recibe a unos 25 millones de turistas al año. ¿A quién beneficia? A los venecianos no, se están marchando.
¿Se puede dar marcha atrás?
Soy optimista. Hay cosas que no pueden volver, como los viejos edificios que se tiraron en China, y eso te rompe el corazón. Pero puedes restablecer quién quieres ser. Puedes decir: en el pasado dejábamos que todo esto ocurriera pero ahora ya no. Aquí no se va desnudo por la calle, no puedes emborracharte en la calle y tirar basura. Los turistas no lo hacen en París, y la mayoría tampoco en sus países de origen. Barcelona debe decir: no, esta ciudad no es así.
Las aerolíneas low cost han sido determinantes en esa explosión pero han democratizado el turismo.
Y muchas han empezado a tener problemas y han tenido que prohibir llevar alcohol porque la gente se emborrachaba… Otra cosa que te pueden decir al plantear el debate del turismo es que eres elitista, pero lo que quieres es justo proteger a la gente pobre, que puedan seguir viviendo en su ciudad. La gente que hace negocio con Venecia no son los venecianos. No quiero que le ocurra lo mismo a Barcelona.
30/08/2015