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Gallinazos en el humedal, una grata presencia artística

Mi opinión

Ayer pasé una de las horas más ingratas de lo que va del año atorado en una congestión vehicular en la avenida Huaylas, a un cantito, como se dice, del humedal chorrillano. Y mientras pensaba en lo absurdo de seguir viviendo en una ciudad que no se soporta me puse a pensar en la nota que enseguida les paso sobre la linda intervención de la artista plástica Cristina Planas. ¿Ya la vieron? Tienen que hacerlo y si es al caer la tarde, mejor todavía.


Antes de subir a la Cordillera Blanca pasé por Pantanos de Villa para ver la instalación que Cristina Planas ha desarrollado en la Av. Hernando de Lavalle, la vía que divide en dos grandes sectores al humedal chorrillano.

He vivido gran parte de mi vida adulta en esa zona de Lima y la decisión que tomé para instalarme en el límite sur de esta ciudad desordenada y llena de cemento, pasó precisamente por un deseo antiguo de vivir entre «pájaros y árboles» como apostrofaba el gran Javier Heraud, el poeta iconoclasta que alumbró los días de muchos de nosotros.

Mi estancia en Las Brisas de Villa fue magnífica, allí dejé de ser un «animal de las veredas» (Rafael Dávila Franco, dixit) para jugar a ser libre, arrullado por el bronco rumor del mar villano y la presencia permanente de las aves más características del litoral que baña la corriente de Humboldt.

Me emociona por ello el homenaje que la artista plástica le dedica a los gallinazos de Lima precisamente en un lugar donde todavía se enseñorean y pueblan en exceso. Qué gusto me dio verlos en medio del pantanal, torpes, gigantescos, penitentes, desangelados. Torvos y tristes exhibiendo sus desplumados cuellos y su pico experto en escarbar en las entrañas de las criaturas más inverosímiles y los despojos que el mar océano arroja sobre las arenas de Villa.

Felicito a la autora de este desagravio urbano al más conspicuo habitante de la ciudad que estamos sepultando, también a las autoridades del área protegida por permitir que se haga la obra; una ciudad, un espacio urbano debe tomar en cuenta el trabajo artístico de sus creadores y llenarse de «creaturas» que permitan que sus habitantes tengan un tiempito para la contemplación y el goce.

Punto para Lima.


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