Mi opinión
La patota fue tomando por asalto uno a uno los pliegues de la quebrada que se abalanzaba con hartas prisas desde las lomas de Atiquipa en dirección al infinito océano con el afán de acariciar el mar en las playas de Jiway, kilómetro 591 de la carretera panamericana Sur. Mientras cada uno de nosotros atisbaba el horizonte, ahítos de ilusiones, Jaime Rubio, mozalbete entonces, luego molinero, después futbolista y cocinero en Paris y ahora director de proyectos en Social Capital Group ya estaba transformando lo que sus ojos espectaban con asombro en un sueño. Y vaya si es que no ha persistido en esa búsqueda (y en otras) todos estos años.
¿Qué olor te devuelve a la infancia?
El olor a hojas de higuera quedó grabado en mi mente cuando de chicos solíamos trepar a sacar higos del árbol de un vecino.
¿Cuál fue tu primer viaje?
Éramos muchos hermanos y no había para costear viajes. El primero que recuerdo fue a Chimbote y Huaraz, nos llevó el papá de un amigo del barrio.
¿Costa, sierra o selva?
La costa, no solo por el mar sino sobre todo por el desierto donde al lado de paisajes lunares puedes encontrar verdes valles con Parkinsonias y guarangos
¿Cuál es tu comida favorita?
La que consumo recurrentemente y la que no puedo dejar de comer por mucho tiempo es el cebiche, ya es un vicio, creo.
¿Un peruano que te llene de orgullo?
María Rostworowski, por su sabiduría, sensatez, lucidez y amor por el Perú.
¿Qué ave propondrías como ave símbolo del Perú?
Dejaría al gallito de las rocas, podrían ser muchas otras hermosas, pero no encuentro razón para cambiar esa.
¿Y qué flor?
Se me acaba de ocurrir la del cactus Wachuma o San Pedro, es preciosa y muy exuberante.
¿Un libro de viajes o aventura?
Los que leía en mi adolescencia de Jack London, podría ser “Colmillo Blanco”.
¿Tú escritor favorito?
William Faulkner, descubrí de joven “La paga de los soldados” en la biblioteca de mi papá y hasta ahora me emociona.
¿Qué te hace sentir orgulloso de nuestro país?
Nuestra geografía y la forma como nuestros antepasados supieron manejarla con andenes y canales de riego en las zonas más agrestes; nuestra gran capacidad de trabajo y nuestra cocina que es una expresión en la que todos nuestros defectos se vuelven virtudes.
¿Qué personaje te haría cambiar de acera?
Nadie, creo. Soy muy cínico, hay muchos malos, aprovecharía la ocasión para tratar de convencerlos de hacer algo bueno.
¿Un lugar del Perú o del mundo para vivir el resto de tu vida?
Un lugar soleado al pie del mar con una casa de adobe de un piso y agua para tener un jardín.
¿Una canción?
Obviamente hay muchas, pero menciono tres ahorita “On the Border”, de Al Stewart, “Vamos pal monte, de Eddie Palmieri, “Dear friend” de The Wings.
¿Qué es lo que nunca falta en tu equipaje?
Mi cuchilla suiza (y lamentablemente el nefasto celular).
¿Un viaje soñado?
A Vietnam y Camboya a comer comida callejera.
¿Cuál es el objeto que más valoras?
Mis conchas Spondylus.
¿Una ruta o destino que recomiendas?
Subir por el valle del río Yauca hasta la laguna de Parinacochas, rodearla por el lado sur y bajar por el valle del río Cháparra nuevamente a la costa
¿En dónde queda el paraíso?
En Jiway.
Leer más en Playa Jiway en Atiquipa / Arequipa / Guillermo Reaño

La sección originalmente se llamó Hoja de Ruta y apareció por primera vez en el número 7 de la revista Viajeros. Se iniciaba el 2004 y Anna Cartagena, la diligente periodista que ya iba convirtiéndose en una capa de tanto trajinar por nuestra redacción, se animó a conducirla. La idea, vamos, hay que decirlo, no era muy original: someter a los convocados -amigos de la casa en todos los casos- a un test de Proust muy parecido al que promocionaba y ha seguido dándole duro la revista Somos, claro, utilizando en nuestro caso un soundtrack más viajeril.
Su primer entrevistado fue Julio Villanueva Chang, director de la mítica revista Etiqueta Negra que a la pregunta por una ruta recomendada se animó a decirnos que la mejor era “el extravío que siempre conduce a un bar (o a una misteriosa mujer)”; luego siguieron Rafo León, que eligió a Martín Adán, Alberto Giesecke y a Huamán Poma como sus peruanos favoritos; Sonaly Tuesta, a la que el olor a mermelada de zanahoria la devolvía a su infancia en Lámud; Chema Salcedo y Alejandro Balaguer; después Gustavo Súarez de Freitas, de allí Pino Rubio, iconoclasta como siempre indicando que si existe el paraíso este suele estar “en la mente de la gente soñadora”; Iñigo Maneiro refiriendo que junto a su mesa de noche dormita siempre su hija Nua en su moisés y Lucho Vereau, el último de la serie que dejó de aparecer en la edición de abril del 2006, respondiendo “ninguno, yo no arrugo” a la pregunta si algún personaje lo haría cambiar de acera. Ocho viajeros de los nuestros mostrándonos sus intimidades y desparpajos.