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La Perricholi / Alonso Cueto

Mi opinión

La Perricholi de Alonso Cueto es demasiado pacata para quienes nos hemos alimentado de la leyenda de la jovenzuela -plebeya, libertina y zalamera- que embaucó con sus arrebatos de femme fatale al virrey Manuel Amat y Junyent, trigésimo primer visorrey del Perú, célebre hasta donde se recuerda por haber dirigido la construcción del tres veces centenario coso de Acho.


La Perricholi de Alonso Cueto es demasiado pacata para quienes nos hemos alimentado de la leyenda de la jovenzuela -plebeya, libertina y zalamera- que embaucó con sus arrebatos de femme fatale al virrey Manuel Amat y Junyent, trigésimo primer visorrey del Perú, célebre hasta donde se recuerda por haber dirigido la construcción del tres veces centenario coso de Acho.

O dicho de otra manera, la Micaela Villegas y Hurtado de Mendoza, hija legítima de un español empobrecido y sin linaje,  es demasiado predecible, exageradamente cauta y no levanta el vuelo que esperábamos de tan promocionada damisela. Es que, para introducirse en la recámara de una mujer de su altura y hablar y sentir por ella, hay que tener el barrio, la malicia que, lamentablemente, Cueto no posee.

Y que otros narradores de esta parte del continente poseen en demasía. Pienso en el Vargas Llosa de la zaga de don Rigoberto o en el Padura que convirtió a su alterego Mario Conde en una suerte de fornicador de faenas maratónicas y muy bien contadas. Miquita en manos del cubano nos hubiera mandado al cardiólogo… para solaz de la buena literatura y la propedéutica en la materia.

Micaela Villegas, nacida en la Ciudad de los Reyes en 1748, bailadora y actriz de recordados papeles en el corral de comedias de la capital virreinal, seduce al virrey catalán con el que vive un tórrido y fugaz romance, para escándalo de una sociedad convencional y sectaria en exceso. Fruto de esa relación pecaminosa, fuera de la ley, nació un niño y, sobre todo, una leyenda que estudiosos de la talla de Raúl Porras y Luis Alberto Sánchez, entre otros, se afanaron en inmortalizar.

La novela de Cueto intenta retratar el paso de la musa de Amat por una época de cambios profundos y revoluciones inminentes. De allí la inclusión en el relato de las menciones a Túpac Amaru, Baquíjano, Humboldt, Melgar y hasta a un jovencísimo Hipólito Unánue, cortejante de Micaela en los años posteriores a su affaire con el virrey.

En ese afán historicista el relato pierde peso y se aleja de la ruta que nos hubiera gustado transitar quienes en materia de amores contrariados y enredos del corazón preferimos a Magaly que a Pons Muzzo.

A este servidor, por ejemplo, le hubiera gustado el retrato del paso de la protagonista por el lecho marital. En materia de enredos corporales y erotismos la literatura es pródiga y exactísima. Repito, Padura hubiera convertido a la Villegas en una irresistible dominatrix.

La historia de la Reina de Lima que enhebra Alonso Cueto, narrador de trazos sobrios y muy buena pluma, podría servir de guion perfecto para un film que celebre el Bicentenario. O para incluirla en el plan lector de una escuela modosita.

Yo esperaba más.

La Perricholi
Reina de Lima
Literatura Random House, 2019

 

 

 

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