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Leonardo Padura: «Soy un cronista de la vida cubana, tengo esa necesidad intelectual»

Mi opinión

Siempre vuelvo a Padura, un escritor que me conmueve y me entretiene en grado sumo. Acabo de leer “La neblina del ayer”, el episodio novelado en el que Mario Conde, el ex policía que funge de librero al paso, alter ego del escritor, debe desentrañar los misterios de un crimen no aclarado ocurrido cuando era un niño, treinta años atrás. Tremendo relato de los entresijos de La Habana marginal, vivido homenaje de un autor por los libros que constituyen la cubanidad que tanto defiende. Los dejo con Leonado Padura, un capo, sigan disfrutando el fin de semana, saludos desde la provincia de Canas en el Cusco.


Leonardo Padura se ha convertido, a lo largo de tres décadas, en el escritor cubano más internacional. De la mano del detective Mario Conde, protagonista indiscutible de sus novelas, la pluma de Padura ha surcado diversos países y recibido galardones entre los que se encuentran el Princesa de Asturias de las Letras o el Premio Nacional de Literatura de Cuba.

-Está en pleno proceso de investigación de la que será su próxima novela, centrada en la época medieval.
-Se centra en un excaballero templario del Medievo en Francia, que viene hacia España con una virgen negra y, esa virgen, muchos años después, va a dar a Cuba. En esta obra participa otra vez mi personaje de Mario Conde.

-¿Cómo se está documentando para este libro?
-Busco libros donde puedo. Como en Cuba la conexión a Internet es tan limitada, pido a amigos que me manden bibliografía, y cuando paso por Madrid voy a la Biblioteca Nacional, leo, hago fotocopias, compro libros en la Cuesta de Moyano, igual que hice con Herejes, por ejemplo. Busco por todas partes y molesto a muchos amigos que, gracias a Dios, tengo bastantes que son muy serviciales.

-En ocasiones ha reflexionado sobre la inseguridad que acompaña a los escritores. ¿Cuándo es consciente de que está escribiendo algo bueno?
-Casi nunca [ríe]. Sufro mucho hasta que el libro está publicado y veo la respuesta. A estos amigos que me ayudan a buscar información, muchas veces los utilizo como lectores en distintas versiones de los libros, y sus opiniones me ayudan a mejorar lo que estoy escribiendo y a saber si lo que voy haciendo tiene una respuesta positiva, porque realmente cuesta mucho trabajo tener distancia con respecto a lo que uno escribe. Por lo general, uno piensa que lo que está escribiendo es lo mejor del mundo y que va a ganar todos los premios, y estos lectores te ayudan a centrarte, a saber que, a lo mejor, te faltó recorrer un camino o que en otro te excediste.

-El que a uno le concedan premios como el Princesa de Asturias o el Café Gijón, ¿ayuda a incrementar la seguridad?
-Sí, el problema es cuando estás escribiendo. Cuando tienes editores que te publican y recibes premios, eso te da una cierta seguridad, pero de todas formas, en el trabajo concreto que estás haciendo tienes todas las dudas e incertidumbre. Yo creo que nunca se aprende a escribir novela, cada vez que escribes una, tienes que aprender a escribir esa novela.

-¿Su faceta como novelista es la que mejor le define?
-En los últimos veinticinco años he sido fundamentalmente novelista, pero nunca he dejado de ser ensayista, periodista o guionista de cine. Creo que todos esos oficios son lo mismo en expresiones diferentes, y los asumo con la misma seriedad.

-El Café Gijón de 1995 le permitió adquirir cierta independencia a la hora de escribir.
-Sí, fue muy importante porque, gracias a él, primero resolví un problema económico tremendo que tenía, porque había dejado de trabajar en la revista en que era jefe de redacción, pero lo más importante fue que una editorial como Tusquets se interesara por la publicación de la novela, y a partir de ahí han sido mis editores durante veinte años, para mí ese ha sido el verdadero premio.

-También le animó a continuar con la escritura de novelas policíacas con tintes sociales.
-Gané ese premio con Máscaras, la tercera de mis novelas policíacas de la serie de Mario Conde, una tetralogía que completé con Paisaje de otoño. A partir de ahí, he ido alternando la novela policíaca de carácter social con las novelas históricas que tienen un poco de novela policial. No soy un escritor puro ni de novela policíaca, ni social ni histórica, y esto se ve en el libro Herejes, en el que se combina lo policial, con lo social, lo histórico y también lo filosófico.

-Mario Conde, protagonista de gran parte de sus novelas, comenzó siendo su apéndice para después cobrar vida propia.
-Es un personaje con una característica muy generacional, él y sus amigos son la expresión de una generación y, a lo largo de estos años, ha ido teniendo una relación de independencia y dependencia con respecto a mí, lo mismo que a mí me ha sucedido con él. Creo que, si alguna vez alguien lee todas mis entrevistas, verá que muchas de las cosas que le pasaron a Conde, me han sucedido también a mí.

-¿Qué le inspira a la hora de escribir sus novelas?
-Me inspira fundamentalmente la vida cubana. Creo que soy un cronista, tengo esa necesidad intelectual y ciudadana de escribir sobre una sociedad que me motiva constantemente con cosas que van ocurriendo o cosas que podrían ocurrir y no ocurren.

-Una de las últimas cosas que han ocurrido en Cuba ha sido la apertura en sus relaciones con Estados Unidos.
-Lo más importante es que haya disminuido una tensión política que existió durante más de cincuenta años. Para ningún país del mundo es fácil vivir en una postura de hostilidad con respecto a los Estados Unidos, que pueden hacer cosas como colocar a Cuba en una lista de países patrocinadores del terrorismo o mantener hasta hoy un embargo económico que no permite un comercio normal. Creo que el diálogo es un camino muy positivo y necesario y que va a provocar cambios en el futuro.

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