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Madre de Dios: investigación y monitoreo científico durante la pandemia

Mi opinión

Pese a los arrebatos de la pandemia mundial que nos sigue golpeando tanto, la investigación y el monitoreo de los proyectos en ciencia y ciencia ciudadana no se detienen en Madre de Dios, el departamento peruano con más áreas naturales protegidas y tal vez el de mayor biodiversidad de la región sudamericana. Para saber un poco más de las iniciativas científicas en la Capital de la Biodiversidad del Perú nos contactamos con científicos peruanos y extranjeros que trabajan en sus bosques. Esta es la historia que acabamos de publicar en la agencia de noticias ambientales Mongabay Latam.


  • La totalidad de empresas de ecoturismo que invertían en proyectos científicos tuvieron que cerrar operaciones debido a la crisis sanitaria.
  • En las áreas naturales protegidas del departamento los proyectos de investigación tuvieron que posponer actividades.
  • Según reportes del Monitoring of the Andean Amazon Project (MAAP) la deforestación en Perú habría superado las 170 mil hectáreas, un record histórico para el país.
  • Perú apenas invierte el 0,08 % de su PBI en ciencia, uno de los promedios más bajos de la región sudamericana.

Elpis, el águila arpía (Harpia harpyja) que nació en un nido sobre la copa de un gigantesco árbol de shihuahuaco (Dipteryx micrantha) en el interior de la Reserva Nacional Tambopata en junio del 2017 debe ser en la actualidad, si es que logró sobrevivir en el corazón de la selva del sureste peruano, un diligente depredador de monos aulladores, armadillos, serpientes y osos perezosos.

Sus padres, bautizados por los investigadores del proyecto Harpy Cam como Kee-wai y Baawaja, volvieron en octubre pasado al mismo árbol que frecuentan desde hace diez años para repetir el ciclo de la vida. Para el equipo que monitorea con una cámara de gran resolución, la primera en el mundo capaz de capturar imágenes del comportamiento de las águilas arpías en tiempo real, la ocasión vuelve a ser propicia para conocer más detalles de una elusiva especie que solo es posible atisbar en Perú en los pocos bosques prístinos que quedan en los departamentos de Loreto, Ucayali, San Martín y Madre de Dios.

Keewai. Foto: Rainforest Expeditions.

El proyecto Harpy Cam es un componente más del programa Wired Amazon, una iniciativa de ciencia ciudadana que impulsa Rainforest Expeditions, una empresa pionera en turismo en áreas naturales protegidas. Las imágenes obtenidas en estas pesquisas sobre lo más alto del dosel del bosque tropical se subirán a una plataforma en Internet para que puedan ser analizadas por miles de voluntarios en todo el planeta que contribuyen silenciosamente a la investigación científica que se realiza en Madre de Dios, la capital de la biodiversidad del Perú, en medio de la crisis mundial del Sars-Cov-2.

Gracias a la cooperación ciudadana y al trabajo de los científicos e instituciones académicas que participan en los proyectos que impulsa Rainforest Expeditions se han podido descubrir en los últimos años en el ámbito de su operación turística 29 especies de insectos y artrópodos nuevas para la ciencia.

Ciencia ciudadana. Visitantes aprendiendo a identificar especies en la selva de Madre de Dios. Foto: Rainforest Expeditions.

Lamentablemente, el cierre de las fronteras nacionales y la prolongada cuarentena dispuesta por el gobierno para frenar el avance de la pandemia del coronavirus han puesto en peligro la continuidad de gran parte de los programas científicos que se llevan a cabo en Madre de Dios, un departamento peruano cubierto por un bosque de aproximadamente 8 millones de hectáreas que a pesar de la intensa colonización apenas ha perdido el 4 por ciento de sus coberturas arbóreas.

La riqueza natural del país andino-amazónico no se condice con la inversión que hace su gobierno en ciencia y tecnología. Perú continúa a la zaga en la región en estos tópicos: de acuerdo al primer Censo Nacional de Investigación y Desarrollo en Centros de Investigación (Concytec, 2016) el estado peruano invierte apenas el 0,08% de su Producto Bruto Interno (PBI) en investigación y desarrollo científico. Tal vez debido a ello, solo el 1 % de los artículos científicos publicados en Latinoamérica se han producido en el país.

Sobrevivir en tiempos del Covid-19

En este panorama, ¿en qué situación se encuentran los proyectos de investigación científica que se venían ejecutando en Madre de Dios un año después de iniciada la crisis del Covid-19 ? Mongabay Latam se contactó con un nutrido de científicos peruanos y extranjeros que trabajan en sus áreas naturales para saberlo.

Mario Napravnik, foto Gestión

Mario Napravnik, biólogo de profesión y en la actualidad gerente general de la empresa de ecoturismo Rainforest Expeditions (RE), nos refiere que hasta antes del estallido pandémico su compañía alojaba un estimado de doce mil pasajeros cada año y que en el 2020 apenas pudo recibir a mil turistas, casi todos antes del inicio de la crisis sanitaria.

“Las cifras son de espanto, prosigue, hemos visto disminuir en un solo año el 92 % de nuestro movimiento turístico”.

Una buena parte de las utilidades anuales de la empresa servían para financiar los proyectos de investigación que la cadena impulsa desde su fundación hace treinta años. Solo en el 2019 Rainforest Expeditions invirtió un millón y medio de dólares en los conocidos programas de ciencia y ciencia ciudadana que ejecuta en los tres albergues que gestiona en el Tambopata.

Árboles de castaña registrados por el proyecto Aerobotany en área colindante con Tambopata. Foto: AmazonWired /San Diego Zoo Global.

En Puerto Maldonado, la capital departamental y también el punto de llegada y salida de los científicos que trabajan en el Parque Nacional Bahuaja-Sonene, la Reserva Nacional Tambopata, la Reserva Comunal Amarakaeri y en las cuencas vecinas encontramos a Varun Swamy, responsable del proyecto Aerobotánica que también impulsa Rainforest Expeditions.

Al Dr. Swamy el inicio del “distanciamiento social” lo encontró mientras retornaba de la India de sus vacaciones. Le tomó tres meses llegar a su base de operaciones en Madre de Dios y varias semanas más ingresar al bosque tropical para recoger la información dispersa. “La situación es dramática, sin los botes de las empresas de ecoturismo no podemos movilizarnos por la selva. Si el turismo desaparece de Madre de Dios es casi imposible trasladarnos, así de simple”, comentó.

Swamy dirige también el proyecto “Impacto de la defaunación de vertebrados grandes en la regeneración del bosque” una investigación de largo plazo que se lleva a cabo en cuatro locaciones  en el departamento: el albergue ecoturístico Inkaterra, en el río Madre de Dios; el Centro de Investigación Científica del Río Los Amigos (CICRA); el Tambopata Research Center (TRC) de las proximidades de la colpa Colorado, la más extensa del planeta y en la Estación Biológica Cocha Cashu, en el Parque Nacional Manu.

 “Casi todos los datos que debía recoger en el 2020 se perdieron. No me quejo, mis asistentes y yo, finalmente, pudimos ingresar a campo a revisar una a una las trampas semilleras que habíamos colocado”. Tuvieron suerte, la lista de investigadores en el extranjero esperando el momento para retomar sus investigaciones en Madre de Dios es bastante larga.

Varun Swamy revisa una de las mallas semilleras antes de la pandemia. Foto: Gabriel Herrera.

Dejamos a Varun Swamy para contactarnos con César Flores-Negrón, el director científico del mítico centro de investigaciones del Parque Nacional Manu y administrador general de San Diego Zoo Global-Perú. Para el ingeniero forestal la palabra que resume de mejor manera lo sucedido en el 2020 es incertidumbre.

La Estación Biológica Cocha Cashu pudo soportar a duras penas el confinamiento de marzo y abril debiendo cerrar operaciones en mayo. Entre ese mes y octubre del 2020 el Parque Nacional permaneció cerrado y las poblaciones indígenas que viven en su interior aisladas completamente. Imposible hacer ciencia en esas condiciones.

Los trabajadores del centro se vieron obligados a volver a casa y los cursos anuales, entre ellos el de ecología tropical y técnicas de campo tan esperado por los estudiantes de ciencias de las universidades peruanas, el famoso curso Wallace, tuvo que suspenderse. “Nunca antes habíamos dejado de operar, nos comenta desde Lima, ni siquiera en los peores años del terrorismo”.

Aunque la estación científica volvió a abrir sus puertas en noviembre para que ingresaran los investigadores peruanos, los extranjeros estuvieron impelidos de hacerlo debido a las restricciones en el tráfico aéreo, la totalidad de los proyectos en curso, entre ellos el de lobos de río,  se vieron afectados severamente por la crisis sanitaria.

Lobos de río registrados por los investigadores del proyecto lobos de río. Foto: Adi Barocas.

David Chang, biólogo por la universidad Cayetano Heredia y candidato a doctor en Cornell University es uno de los científicos que vio truncas sus posibilidades de investigar en Madre de Dios. Su proyecto de doctorado sobre la biología reproductiva de la golondrina de ala blanca (Tachycineta albiventer) en Cocha Cashu tuvo que ser cancelado por los problemas logísticos derivados de la crisis. Por teléfono nos cuenta que ha tenido que permutar el tema de su investigación doctoral por uno factible de realizar desde los Estados Unidos. Para el joven investigador la pandemia está desarraigando a los científicos peruanos al modificar sus planes de estudio y/o de trabajo.

Lo mismo ha ocurrido con los proyectos científicos que monitoreaba la bióloga Roxana Arauco hasta enero de este año directora adjunta y coordinadora de investigación en la estación biológica. La doctora en ecología y evolución por la universidad de Utah no solo perdió su plaza en Cocha Cashu debido a las restricciones en el presupuesto de San Diego Zoo en Perú, la institución que administra en virtud de un acuerdo con el Estado peruano la estación científica, sino que se vio precisada a dejar en stand by sus proyectos con hormigas del bosque tropical y el de taricayas, el quelonio que suelen consumir las poblaciones indígena en contacto inicial que habitan dentro del parque.

“Como en todo, hay lado bueno y otro no tan bueno: la crisis ha ranqueado de otra manera las prioridades de la ciencia en estos trópicos, el estudio de las enfermedades zoonóticas y su relación con la salud del bosque cobró relevancia y eso está bien, pero no debe dejarse de lado demás estudios de largo plazo que exploran otros procesos también importantes”. 

Estación Biológica Cocha Cashu en el Parque Nacional Manu. Cocha Cashu. Foto Jessica Groenendijk.

Tiempo de cambios

Flores-Negrón, a pesar que la crisis del llamado Covid-19 está a punto de ingresar a su segundo año, es optimista en relación al futuro de la estación biológica que hace poco celebró su quincuagésimo aniversario. Para el director de la Estación Biológica Cocha Cashu hay investigaciones que no se pueden realizar si es que no se ingresa a campo, por eso es que considera indispensable que el gobierno peruano apure el proceso de vacunación en curso y decida considerar como servidores en primera línea a los científicos que trabajan proyectos que proponen soluciones a los problemas de salud pública que afrontamos. “Es claro para nosotros, nos dijo, que la salud humana depende de la salud del bosque y sin científicos que nos digan qué es lo que se tiene que hacer no vamos a avanzar como se necesita”.

Volvemos a conversar con Mario Napravnik de Rainforest Expeditions. Su empresa pudo continuar sus proyectos de investigación gracias al apoyo económico que recibieron de fundación Gordon and Betty Moore y a los aportes del Fondo Nacional de Desarrollo Científico, Tecnológico y de Innovaciíon Tecnológic (FONDECYT) y del propio Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC), un fondo y un organismo estatal diseñados para apoyar el desarrollo de la ciencia y la tecnología en el Perú.

“Nos salvó la buena reputación que tenemos como empresa ecoturística; las organizaciones que trabajamos con seriedad y compromiso en estos bosques somos una barrera de contención contra la tala ilegal, la minería aurífera y otros malos usos del territorio, eso lo saben muy bien nuestros socios públicos y privados”.

Precisamente fueron estos los que les lanzaron el salvavidas que les ha permitido solventar el 70 % de su presupuesto anual en ciencia y ciencia ciudadana, el resto esperan cubrirlo con el aporte de nuevos donantes. “Estamos buscando el dinero que nos hace falta para financiar el costo de una plataforma de observación de la pareja de águilas arpías que no hemos dejado de monitorear y el sueldo de un investigador residente”, comenta.

Una de las águilas arpías alimenta a su cría. Foto: Rainforest Expeditions.

Mientras charlamos con Napravnik a través de la plataforma Zoom, Adrián Avellaneda, director del programa Wired Amazon le informa que Baawaja, el águila arpía macho del albergue Refugio Amazonas acaba de volver al nido que habita con Kee-wai, su pareja, después de seis días de ausencia. Las arpías que monitorea el biólogo se turnan en el cuidado de los huevos –dos o tal vez tres- que eclosionarán en marzo próximo.

Kee-wai, águila arpía en ese’eja, el idioma que hablan los indígenas de este sector de Madre Dios y Baawaja, Tambopata en la misma lengua, superado el peligro de la presencia de tucanes, conocidos devoradores de huevos, permanecen muy atentos a la súbita llegada de un buitre real que aletea sobre el dosel del bosque de la Reserva Nacional Tambopata. La cámara del proyecto, a 90 pies de altura, recoge todos sus movimientos.

Ciencia para el futuro

Los proyectos de investigación científica que se llevan a cabo en las estaciones biológicas y en los albergues ecoturísticos impactan positivamente en la economía familiar de los cientos de asistentes de campo, muchos de ellos indígenas, que la actividad convoca cada año. En Cocha Cashu, nos lo ha referido Roxana Arauco, los mejores guías siempre han sido los colaboradores machiguengas, nadie como ellos para entender el funcionamiento de los bosques.

Para la bióloga Úrsula Valdez, doctora en ecología, evolución y conservación y responsable de por lo menos de cuatro cursos para estudiantes extranjeros que se llevan a cabo todos los años en la Estación Biológica Cocha Cashu, en la  Hacienda Herrera, un predio rural sobre una de las orillas del río Madre de Dios y en las estaciones biológicas de Wayqecha, en el bosque nuboso y Río Los Amigos, el perjuicio es enorme para la ciencia.

Úrsula Valdez con sus estudiantes en campo. Foto: Úrsula Valdez.

 “El pago que hacen los estudiantes que asisten a estos cursos, comenta la catedrática, financia cada año la participación de por lo menos diez universitarios peruanos que sin este apoyo no podrían tener acceso a estudios científicos de esta naturaleza”. El aporte de los estudiantes extranjeros y nacionales le permite a la Dra. Valdez monitorear al detalle la diversidad de aves y mamíferos que habitan un sector del Bajo Madre de Dios impactado por las actividades agrícolas.

Para la investigadora que hasta antes del estallido de la crisis sanitaria no había dejado de venir a Perú el trabajo remoto resulta siempre insuficiente, a distancia se pierden datos de importancia para una investigación. Revisar la data de las cámaras trampas dispuestas en el campo es una tarea presencial que felizmente ha podido ser superada en su caso gracias al apoyo del personal local previamente capacitado.

El año pasado, lamentablemente, todos sus cursos fueron suspendidos debido a la pandemia y este año, mientras conversábamos con ella para el desarrollo de este reportaje, se enteró de la cancelación del curso “De los Andes a la Amazonía: biodiversidad, conservación y sostenibilidad en el Perú” que realizaba en las selvas del Cusco y Madre de Dios desde el 2008.

Lo mismo sucedió con las actividades del verano pasado en Cocha Cashu de la profesora del curso de ecología tropical de Gettysburg College Alejandra Trillo, otra científica peruana que suele internarse en el bosque madrediosense para estudiar con sus alumnos la vida en los alrededores de la estación biológica más famosa de esta parte de la Amazonía. “No sabemos si este año podremos regresar a Perú, los padres de familia de mis estudiantes necesitan mayores certezas sobre la situación sanitaria en nuestro país”. Y a estas alturas del año todavía es difícil predecir el rumbo que tomará la pandemia.

Alejandra Trillo en Cocha Cashu. Foto: Archivo personal.

Ilegalidad desbordada

María Elena Gutiérrez, la directora ejecutiva de Conservación Amazónica-ACCA, la organización que administra la Estación Biológica Wayqecha, en el bosque nuboso donde nacen las aguas que forman el río Madre de Dios y el Centro de Investigación Científica del Río Los Amigos (CICRA), precisó para Mongabay Latam que a pesar de la severidad de la crisis las estaciones que maneja su institución han ido recuperando paulatinamente el pulso. “Aunque todavía no están dadas las condiciones para volver, la lista de espera de los investigadores interesado en volver sigue creciendo día a día”, comentó.

Al otro lado del departamento de Madre de Dios, en la cuenca del río Las Piedras, una región colindante con las reservas territoriales indígenas de la provincia de Purús, en Ucayali, la situación se ha vuelto dramática. El confinamiento y la crisis económica no han sido obstáculo alguno para el crecimiento exponencial de la actividad maderera ilegal.

Si los informes oficiales saludan la retracción de la minería ilegal en el sector de La Pampa, en uno de los bordes de la Reserva Nacional Tambopata, advierten a su vez que la tala ilegal ha crecido sustantivamente en las concesiones maderables y no maderables del departamento, absorbiendo en la práctica la mano de obra que quedó desempleada por la crisis del turismo y sus actividades conexas.

Tatiana Espinosa, la directora de la Asociación para la Resiliencia del Bosque frente a la Interoceánica (ARBIO), una organización responsable de cuidar más de 700 árboles de shihuahuaco en una concesión forestal severamente amenazada por la tala fuera de la ley en la cuenca de La Piedras comenta que es imposible hacer ciencia en un lugar donde la maquinaria forestal, por cierto, ilegal, no deja de tronar durante todo el día.

 “Los guardaparques y yo, lo comenta en Lima donde espera el visto bueno para volver a su base de operaciones en Madre de Dios, venimos siendo hostigados permanentemente por los promotores de un negocio que se ha dedicado a sembrar carreteras de penetración a vista y paciencia de las autoridades”.

Tatiana Espinosa. Foto: Arbio Perú.

La ingeniera forestal limeña que en el 2019 obtuvo el premio Jane Godall por su defensa de los shihuahuacos del río Las Piedras, la especie que hospeda a las últimas águilas arpías del Perú, calcula que 50 kilómetros de caminos también ilegales rodean en estos momentos su concesión forestal de 916 hectáreas.

Según los últimos reportes de alertas tempranas del Monitoring of the Andean Amazon Project (MAAP), la deforestación en Perú creció más que en el 2019 en el año del confinamiento. De acuerdo a esa fuente se habrían perdido en la Amazonía peruana durante el 2020 más de 170 mil hectáreas de bosque primario debido al incremento de la actividad agropecuaria y la apertura de caminos forestales -verdaderas carreteras- fuera de la ley.

“Resulta una paradoja, concluye la ingeniera Espinosa, que la industria forestal sepa todo lo que tiene que saber sobre la madera de los shihuahuacos y nosotros, desde la ciencia, no podamos terminar de conocer en toda su dimensión el papel que cumple el árbol en el funcionamiento del ecosistema amazónico. En lugar de hacer ciencia los investigadores en Madre de Dios debemos conformarnos con cuidar los pocos árboles que nos quedan”.

El shihuahuaco es una especie longeva, muy amenazada debido a que es utilizada para producir pisos de parquet. Foto: Gianella Espinosa / Arbio Perú.

Lo mismo sucede al otro lado del río Las Piedras en la concesión para ecoturismo que el Estado cedió en administración a los indígenas ese’ejas de la comunidad de Infierno. La pandemia obligó a sus comuneros, hasta antes de marzo del 2020, aliado de la conservación, a buscar nuevas fuentes de ingresos económicos, una de ellas la agricultura de roce y quema del bosque.

“El año pasado nuestra comunidad, lo ha comentado Federico Durand, gerente general de la empresa comunitaria que gestiona los servicios de turismo que oferta Infierno, dejó de percibir un millón de dólares albergue Posada Amazonas. Sin ingresos para sostener el monitoreo científico en los territorios bajo su responsabilidad es imposible continuar.

La comunidad nativa de Infierno, sobre el río Tambopata gestiona una concesión para ecoturismo de 1500 hectáreas, un lago que es visitado por diferentes agencias de turismo de Puerto Maldonado, un Área de Conservación Privada, la más grande del departamento, piscigranjas, parcelas con plantas medicinales, un taller de artesanía y otros proyectos de desarrollo que se han visto afectados por la crisis.

Mirando el futuro

Quisimos saber la opinión del biólogo Enrique Ortiz, una de los científicos peruanos que más tiempo ha dedicado a entender la dinámica de los bosques del Madre de Dios. Ortiz fue distinguido en diciembre pasado por la revista Caretas con el simbólico premio a la Resistencia 202o por su participación en el establecimiento de 20 millones de hectáreas de áreas bajo protección en nuestra región. Para el conservacionista que atiende nuestra llamada desde Washington es evidente que la crisis de la pandemia ha supuesto un atraso en las investigaciones y en el monitoreo científico en Madre de Dios; sin embargo, nos dice, la situación se va a ir solucionado en la medida que se vaya volviendo a la normalidad.

En el caso de Los Amigos, la estación científica que Ortiz ha apoyado desde su establecimiento, ya se ha empezado a trabajar un programa de genomas muy novedoso y se está implementando la construcción de un laboratorio de sitio. “No me preocupa el hueco que se creó, se va a cubrir con el retorno de los científicos; lo peligroso de la crisis que vivimos es el avance de la deforestación y ese drive se ha incrementado notablemente en toda la cuenca amazónica y Perú, lamentablemente, no ha sido la excepción”.

Ortiz es de los que piensa que todavía tenemos tiempo para actuar con éxito en el objetivo de detener la hecatombe ambiental que los más pesimistas consideran irreversible. Lo anima el constatar la solidez del sistema de áreas naturales  y el compromiso que va asumiendo la sociedad que en estos últimos años empieza a entender la importancia de cuidar la naturaleza que nos queda.

Lo mismo comentaron a Mongabay Latam Tatiana Espinosa y Mario Napravnik. En el 2020 la campaña de adopciones de shihuahuacos que anualmente promueve ARBIO a través de su plataforma web tuvo más adhesiones que en otros años y las redes sociales que maneja Rainforest Expeditions duplicaron su número de seguidores. “Somos optimistas, nos comentó el gerente general de Rainforest Expeditions, la crisis nos ha servido para fidelizar la relación con nuestros clientes alrededor del mundo y utilizar todo nuestro ingenio institucional para generar nuevas propuestas científicas en las áreas donde operamos”.

En Puerto Maldonado el trabajo en las oficinas del Centro de Innovación Científica Amazónica – CINCIA ha seguido su curso durante gran parte del año que dejamos atrás y también sus actividades en las plantaciones experimentales que han desarrollado a lo largo del gradiente ecológico donde llevan a cabo sus proyectos de reforestación en áreas degradadas por la minería del oro aluvial. En Cocha Cashu, la célebre estación biológica que tuvo entre sus directores al Dr. John Terborgh, autoridad mundial en ecología tropical, el equipo al mando de César Flores-Negrón ultima detalles para retornar al Parque Nacional Manu y “emprender el camino de investigar temas relacionados a la interacción entre la salud de los ecosistemas y especies y su influencia en la salud de los humanos y sus animales domésticos”. La ciencia sigue viva en Madre de Dios.


Guardianas del paraíso en tiempos del Covid-19

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