Mi opinión
No hay labor más tesonera y comprometida con el futuro que la forestación, o reforestación si fuera el caso, con árboles nativos. Por eso es que en esta plataforma no escatimamos elogios cuando desde la sociedad civil o desde el propio Estado se lanzan campañas como las del Queuña Raymi, la fiesta de la reforestación con plantones de queuñas (polylepis) que desde el año 2014 impulsa la ONG ECOAN – Asociacion Ecosistemas Andinos
Los artífices de este sueño son unos tromes: ellos, los técnicos de la institución fundada por el biólogo cusqueño Constantino Aucca Chutas hace veinte años, pero sobre todo los hombres y mujeres de las 21 comunidades campesinas de una sección muy importante de la Cordillera de Vilcanota que participan en la celebración anual, se pasan. Como jugando están cubriendo de verde las cumbreras de sus cuencas para garantizar la provisión de agua y combatir los efectos del estrés hídrico y los tantos males que nos ha traído el bendito calentamiento global.
Hace unas semanas publiqué un reportaje sobre el trabajo de Tino y sus milicianos en la agencia ambiental Mongabay Latam, Alexa Vélez, mi editora en ese portal me dice que el mencionado artículo tuvo muchísimos lectores. Me parece sensacional: es necesario, vital, visibilizar los trabajos que se vienen haciendo en todos los rincones del país para sanar la Casa Común. Sobre todo, aquellos que se basan en la prudencia y el sentido común. Los Queuña Raymi de las alturas del Cusco replican el ayni, una práctica ancestral, panandina, prehispánica que fue determinante, estoy seguro de aquello, en la transformación del territorio duro que nos tocó poblar, áspero en extremo como las montañas que se están reforestando, en cuna de las grandes civilizaciones y desarrollos culturales que estamos en la obligación de festejar.
El 3 de diciembre pasado, me lo comentó por teléfono Tino, se lanzó oficialmente el Queuña Raymi versión 2020. Fantástico, ni la pandemia ni la crisis política que vivimos en el país oficial, ese que bate palmas, por ejemplo, cuando se suman cifras que restan en las conferencias sobre el cambio climático, pudo con la terquedad de los reforestadores campesinos y los cerros, los apus y los wamanis, se llenaron de “hormiguitas” intentando doblegar al gigante. Me hubiera gustado estar con ellos, no importa, prometo acompañarlos en otras jornadas, este año se trata de sembrar 385 mil queuñas, vaya si el trabajo no será de titanes.
Les dejo una lindas y conmovedoras fotos, tomadas todas por Gregorio Ferro, Goyo, otro de los directivos de ECOAN. Bravos estos waykis, en lugar de gastar músculo en ágapes y fogonazos por sus 20 primeros años de vida institucional, decidieron remangarse los pantalones, ponerse las ojotas y, cantando y sudando, acompañar a su gente en la noble tarea de salvar al mundo y al mundo-otro de la debacle tantas veces anunciada. Kausachun Tino, kausachun Ecoan.