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Xavier Aldekoa: “La humildad del periodista evita que sea un idiota”

Mi opinión

Les presento a Xavier Aldekoa, periodista, escritor y viajero, me parece advertir en ese orden. Lo sigo a la distancia, me gusta su pluma y la versatilidad con que aborda los temas que le apasionan. Aldekoa acaba de publicar en Barcelona «Hijos del Nilo», el testimonio de su navegación particular por África. Les dejo sus declaraciones, me han impactado, las suscribo al pie de la letra.


Estamos en un libro, con mucho periodismo. Largo aliento lo llaman para justificar las trampas del que se hace con urgencia. También lo llaman crónica, reportaje, periodismo narrativo, pero su autor prefiere dejarlo en un rotundo: “Periodismo”. Y la verdad es que el periodismo lo necesita. Que se le defienda, que se le reivindique, que cunda el ejemplo. Hijos del Nilo (Península) es una obra ejemplar, el código de buenas prácticas que todos necesitamos tener cerca para cuando olvidemos lo que nos trajo hasta aquí. Xavier Aldekoa (Barcelona, 1981) es un periodista de referencia, de los que prefieren escuchar una vida a una medalla. En Hijos del Nilo y Océano África (2014) abre el foco y contextualiza, para ir con urgencia pero sin prisa, para tratar asuntos que requieren más tiempo y espacio. Para profundizar en el interés y en el lector.

¿Qué diferencia hay entre el periodismo diario y el de libro?

La diferencia es la pausa. A la hora de acercarte a los demás, a la hora de buscar las historias. Con el libro puedes dilatarte. También es pausa al escribirlo, en este caso me fui a sitios apartados para terminarlo. Bienvenida la pausa.

¿Qué beneficios tiene frente a la urgencia?

El tiempo que le dedicas a los demás te permite desarrollar la empatía. Porque la empatía, además de ser una intención o un interés, necesita de un tiempo. Es un proceso creativo para dejar que las pequeñas historias aflore me parece importante para el periodismo. No es tan importante la cuestión de espacio, sino la posibilidad de que los demás te den el privilegio de dar a conocer sus vidas. En este caso en África trato de hacerlo lo mejor que pueda.

¿El lector demanda más reposo y menos urgencia?

¿Quién es el lector? Esta categoría siempre me ha intrigado. Yo soy lector con prisas cuando estoy en el metro, pero en otros momentos soy un lector con ganas de profundidad. Un mismo cuerpo, varios lectores. En el libro necesito pautas para entender qué demonios está pasando en un país como Sudán del Sur o las bellezas de una cultura nómada. Hay artículos que se resuelven más con la forma, pero también necesitan un poco de interpretación.

¿Cuál es el mayor peligro de los reportajes de urgencia?

Creo que el periodismo de profundidad se confunde con la longitud. El peligro principal de un reportaje de urgencia es quedarse sólo con la herida, con la posición de la víctima. Esto me preocupa mucho en el libro: no quería quedarme sólo con la herida, con la violación, con la destrucción o con una niña que atraviesa un país en guerra para ir a estudiar. Para conocer a esa niña hay que conocer su vida, su amor por la lectura, su amor por su jardín. Eso es necesario para entender su reacción ante el trauma. Eso nos humaniza, porque no somos ajenos al trauma. La tragedia no es lo que define a un ser humano.

¿Eso sólo es posible con el libro?

Esto va ligado a esa pausa, desde luego, ir donde no enfocan las cámaras. Estuve en Gambia, en el punto de partida desde donde marchan muchas personas al Mediterráneo. La inmigración también es la madre que no sabe nada de su hijo desde hace dos años. La inmigración también es la abuela que trata de convencer a sus nietos para que no se vayan. Es importante para entender los tiempos que vivimos. Esta visión es importante compatibilizarla con nuestras lecturas diarias sobre la inmigración.

¿Quién ha hecho más daño al periodismo Kapuscinski o David Foster Wallace?

Kapuscinski se hizo más daño a sí mismo, en el momento en que utilizó la exageración o la mentira. Pero hay que reconocerle que fue de los primeros en mirar a los africanos a los ojos. Y eso es de un valor extraordinario. Lo hizo con una humanidad que se reflejó en los demás. Subrayó la humanidad de los otros. Puedo entender que se equivocó, pero eso no lo invalida todo. Hay que tener empatía con todos, con el vecino también. No pensar que todo está bien, que todo vale, pero entender los errores.

En estas crónicas llama la atención el uso templado de la primera persona. Pero, ¿cómo hay que tomarse la primera persona para que no acabe con la información?

Tiene el riesgo evidente de tapar a los protagonistas, que son los demás. Esto es innegociable en el periodismo. Cuando sales más tú, menos salen los demás y eso no tiene justificación. La humildad es clave en nuestro trabajo. Si pienso en palabras importantes del oficio: una es empatía, otra humildad. La humildad te hace ser consciente de tu insignificancia y es lo único que evita que nos convirtamos en idiotas, sólo somos un pequeño engranaje en la historia.

¿Qué consecuencias tiene la falta de humildad?

A veces, el reportaje que salimos a buscar no existe y debemos ser humildes para reconocerlo y abandolarlo. Limitarse sólo a describir lo que ven tus ojos es una traición. Tu mirada no es suficiente, por eso escribir es una consecuencia de entender. Debes escuchar lo que te dicen, entenderlo y después poderlo escribir. Pero en estas circunstancias la humildad es clave. La humildad sirve como antídoto para que el ego sea más pequeño. Cuanto más te expongas, más descubres lo poco que sabes. Humildad, empatía, rigor… siguen siendo los mismos códigos que debemos recuperar y refrescar.

¿Cómo hemos llegado a la situación actual del periodismo?

Me cuesta dar una respuesta taxativa. Pero creo que se minusvalora mucho la paciencia y creo que es algo muy valioso porque ahí surgen las ideas. En la paciencia surgen las preguntas. Es un valor que estamos olvidando. La calma. No tengo ese fuego interior de hacer las cosas rápido. La paciencia nos ayuda a mejorar nuestro trabajo y nuestras vidas.

¿Y el cinismo?

El cínico puede hacer negocio en este sector, sacar mucha pasta. Porque sabe manejar unas herramientas que le hacen tener ciertos aplausos. Pero para hacer un trabajo en el que lo importante son los demás, ahí ya no me lo creo. Al cínico le descubres rápido porque no tiene interés en escuchar, sino en contarlo él primero. Lo notas en África o en cualquier parte. Es imprescindible que el otro sepa que tienes interés en él, es necesario que pases tiempo con él para que te cuente y te dé el privilegio de conocer su vida. Nosotros nos dedicamos a contar historias de los demás, con el cinismo no consigues ese tesoro. Los cínicos ganan pasta, eso sí.

Vemos cómo lo sustantivo está perdiendo importancia frente al adjetivo, ¿qué riesgo corre el periodismo si el segundo manda sobre el primero?

En el periodismo el envoltorio es importante para llevar de la mano al lector, pero si no hay historia se derrumba todo. Me recuerda al fast food, con muchos colores y luces, y al comerla te das cuenta que es una hamburguesa que sabe a rayos. Un verso debe rimar, pero lo que cuenta es el poema entero. A mí me preocupa mucho ese equilibrio: que los textos fluyan, pero sin exceso de intensidad. Los textos los entiendo así: quiero que navegues. El color es la rima de los versos, lo que te ayuda a ir avanzando. Por eso la gestión de la intensidad me parece indispensable. En el proceso de edición, he eliminado muchas cosas por exceso de intensidad. El color o la anécdota son necesarios para la intensidad, pero la intensidad por la intensidad desvirtúa. La navegación fluida, pero no exagerada es indispensable.

¿Tiene algún género, alguna etiqueta para lo que ha escrito?

Me gustaría llamarle periodismo, porque es donde me siento más cómodo. No sé muy bien cómo se tienen que llamar estos libros que son crónicas de larga distancia. No sé si hace falta llamarlos de alguna manera diferente, es periodismo y ya está. Las etiquetas, a veces, son una suerte de vanidad: es periodismo y hay que hacerlo lo mejor que pueda. No por ponerle la etiqueta de “narrativo” será mejor.

Si un periodista como usted viaja en busca de historias, ¿hace Historia?

En algunos casos de los textos recupero Historia, para dar contexto al lector. Recuperar Historia es indispensable. Contar lo que pasa es contar una pequeña porción de la historia. Pero la Historia no es tan corta y para saber lo que está pasando necesitamos que pase más tiempo. Yo explico que hay una revolución en Etiopía que está siendo reprimida brutalmente, pero necesita más tiempo para ver dónde llega. Mis escritos se hacen desde un tiempo presente, son apuntes, que pueden convertirse en Historia.

¿Qué es la verdad?

La verdad es una palabra muy grande. No podemos abarcarla con nuestra presencia. Prefiero la honestidad, porque depende de ti, porque lo interpretas y lo escuchas. Esa honestidad nace de ti. Utilizas todos los ingredientes posibles. La verdad va más allá de ti. Lo que yo cuento no tiene por qué ser una verdad histórica. Por ejemplo, puede que esa revolución que avanza y que se libra en Etiopía no llegue a nada y muera al cabo de unos meses. La honestidad parte de uno mismo y la verdad no está a nuestra mano.

¿Debemos replantearnos la verdad como objetivo?

El objetivo es la honestidad de contar lo que está ocurriendo. El error también forma parte del periodismo. No un error consciente y deliberado, sino los argumentos que das en ese momento y que pueden alterarse más tarde. Debemos saber convivir con el error, tratar de combatirlo y ser honestos en lo que hacemos. Pero te puedes equivocar, forma parte de la vida, el error. Es algo que me preocupa, intento no equivocarme. Pero soy consciente de que se me escapan muchas cosas.

¿Cuál es lo que se le debe exigir al periodista?

Hay un momento en que digo que escribir es arrepentirse de no haber leído más. Al periodista se le debe exigir que cuando vaya a un sitio haya leído sobre lo que ocurre allí, pero también que haya leído poesía. Que esté preparado para poderlo contar. Después, la honestidad, la empatía, la pausa. Pero la preparación anterior me parece clave, porque nos sirve para conocer más a la persona y trazar un perfil mucho mejor. No es suficiente con ir al lugar mancharse las botas y volver con historias. África tiene un aura exagerada para los corresponsales, lo más importante es la preparación. Todo el contexto mundial es necesario conocerlo: África empieza mucho antes de África.

¿Cuál es el mayor enemigo del periodismo?

El periodista. Ese ego del que hablábamos. Ese torcernos y traicionarnos a nosotros mismos: lo más importante es ser el periodista que quieres ser, no el que el medio para el que trabajas quiere que seas. La vocación te permite caminar más lejos y más tiempo. Esa vocación no debe sucumbir a los deseos de los demás, como el zapatero que hace zapatos con todo el cariño del mundo y resiste, a pesar de la competencia. Él sigue erre que erre y hay quien lo valora, si no hacemos eso nos convertimos en el peor enemigo de nosotros mismos.


 

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