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Joselyn Supanta, de Ilo, veinticuatro abriles, quiere cambiar el mundo

Mi opinión

¡Seguimos con más historias del #ProyectoGuardianes! Esta vez viajamos al Parque Nacional Cerros de Amotape, en Tumbes, para conocer la historia de Joselyn Supanta, una joven bióloga moqueguana que lo está dando todo para conservar nuestros bosques secos y tropicales, dos ecosistemas de alta diversidad que se encuentran amenazados por la tala, los incendios forestales y el cambio climático.

Joselyn es toda una mujer batalla, hace seis meses se unió al cuerpo de guardaparques, está elaborando su tesis de grado y protege con ahínco el área donde trabaja. Un ejemplo de peruanas comprometidas con la naturaleza y las áreas protegidas.

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Texto Guillermo Reaño, fotos Gabriel Herrera para proyecto Guardianes

La encontramos en el Puesto de Vigilancia y Control Angostura del Parque Nacional  Cerros de Amotape, en el sorprendente departamento de Tumbes. Joven, risueña, desenfadada llena de vida. Hablamos unos breves minutos y de inmediato salimos a caminar por las trochas que los guardaparques han implementado en un sector muy visitado por los turistas de un área natural establecida en el año 1975 para proteger la inusual flora y fauna de dos de los ecosistemas más frágiles y amenazados de nuestro país: el Bosque Tropical del Pacífico y el Bosque Seco Ecuatorial.

El Parque Nacional Cerros de Amotape se extiende a través de los departamentos de Piura y Tumbes, su superficie actual fue definida en el año 2006 cuando el Estado peruano decidió ampliar su territorio. Foto Gabriel Herrera / Viajeros.

Curiosa realidad la nuestra: mientras la falta de oportunidades desasosiega a muchísimos jóvenes que se ven en la obligación de migrar para probar fortuna en otros países, muchachas como Joselyn Supanta Figueroa, de Ilo, Moquegua, deciden todo lo contrario: quedarse en el Perú para dar batalla por una patria más generosa y bien cuidada. Sí, eso es lo que está haciendo la bachiller en ciencias biológicas por una universidad arequipeña que en Cerros de Amotape viste por primera vez, con muchísimo orgullo, el uniforme de los guardaparques oficiales de un sistema de protección que gestiona en la actualidad casi el 18 por ciento del territorio nacional.

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La Reserva de Biosfera del Noroeste (RBNO), reconocida por Unesco en 1977, contiene tres áreas naturales protegidas: el Parque Nacional Cerros de Amotape (su zona núcleo), el Coto de Caza El Angolo y la Reserva Nacional de Tumbes, las tres ANP co-gestionadas por el Estado a través del Sernanp y la sociedad civil, representada por Aider, una organización ambiental que desde el 2021 viene ejecutando un novedoso contrato de administración en cada una de ellas.

El área que visitamos es sensacional y única por donde se le mire. Las recias formaciones de hualtacos, ceibos, algarrobos, guayacanes y otros árboles de unos bosques de apariencia amazónica que se extienden por las montañas que descienden hacia el mar, alojan en su interior más de 200 especies de aves e insólitos animales como el mono coto de Tumbes, la nutria del noroeste, el tigrillo y el cocodrilo de Tumbes. Emporio de la biodiversidad en una de las regiones con mayores endemismos del planeta, el Parque Nacional Cerros de Amotape es una de las joyas más preciadas del sistema nacional de protección que empezó a gestarse en el ahora lejano 1961 con la creación del Parque Nacional de Cutervo, en Cajamarca.

La transición entre el bosque seco propio de las partes bajas del parque y los bosques húmedos de las laderas del llamado Macizo de los Amotapes es espectacular, un verdadero desafío para la imaginación. Foto Gabriel Herrera / Viajeros.

Eso lo sabe muy bien Joselyn que luego de sus pininos como voluntaria en el Santuario Nacional Lagunas de Mejía, en Arequipa, postuló a un puesto como guardaparque oficial del Sernanp al otro lado del país. “Me interesaba conocer otros ecosistemas, nos comentó mientras recorríamos el bosque seco, y aunque sabía que iba a estar lejos de mi familia acepté el reto, hace seis meses que vivo aquí. ¿Si extraño a mi familia?, claro que sí, eso es lo más duro de mi trabajo”.

Lo sabemos, la labor de los guardaparques peruanos es tremendamente sacrificada, para algunos de ellos como la bachiller Supanta retornar a casa para pasar con los suyos los ocho días de descanso al mes es prácticamente imposible. Felizmente, en el puesto de control donde presta sus servicios al Estado, sus recios y experimentados compañeros la apoyan incondicionalmente  en todo lo que pueden.

Y no solamente se trata de afrontar dificultades propias de las lejanías físicas, Joselyn dedica gran parte de su tiempo libre, entre  intensos patrullajes y salidas a campo para atender a los turistas, a culminar con buen pie su tesis de grado. La joven de 24 años prepara en Tumbes una interesante investigación sobre el hábitat, distribución y comportamiento del ratón de Atiquipa (Calomys chinchilico), un roedor endémico de las lomas de la región Arequipa. “Estoy avanzando bien, confiesa, tenemos la suerte de contar con un muy buen servicio de Internet en este puesto, esa es una de las enormes ventajas de recibir el apoyo técnico y logístico de la institución que tiene en sus manos la ejecución del contrato de administración en Cerros de Amotape”. En efecto, Aider, una reconocida ONG nacional asumió en el año 2018 la co-gestión del área bajo protección estatal, un moderno mecanismo de administración que le permite a nuestro país contar con el apoyo de las organizaciones privadas para un mejor cumplimiento de su tarea.

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La visitación al Parque Nacional Cerros de Amotape ha crecido exponencialmente luego de la pandemia y de lo exitoso que vienen siendo las recomendaciones boca a boca de los propios turistas, eso lo pudimos verificar durante nuestro recorrido por la quebrada Cabuyal, en una zona del área natural colindante con del Área de Conservación Regional Angostura Faical, otro milagro del mosaico de conservación tumbesino. Según los datos que manejan los guardaparques con los que nos entrevistamos, casi mil turistas al mes registran su ingreso al área protegida en los cuadernos  de control, físicos y digitales, que maneja el Sernanp. “Posiblemente sean más, agrega Joselyn, la belleza del bosque seco y de los bosques tropicales de la cordillera de los Amotapes en conjunto es impresionante. Cuidar esta belleza es un desafío para nosotros».

Cada vez son más pobladores, tanto de Tumbes como de Piura, los que utilizan los espacios al aire libre del Parque Nacional Cerros de Amotape para la recreación y el turismo, como dice Joselyn Supanta, el ingreso de turistas al área supone un gran desafío que se tiene que abordar de manera muy adecuada. Foto Gabriel Herrera / Viajeros.

Para la guardarque nacida y educada en Ilo, junto al mar, las áreas bajo protección estatal deben estar al alcance de todos sin distingos. “Eso sí, nuestros visitantes tienen la obligación de acatar las normas que nos permiten cuidar y conservar estos paisajes para que las futuras generaciones puedan gozar de las mismas maravillas que gozamos nosotros”, agregó.

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Tiene razón, la fragilidad de los ecosistemas bajo protección es evidente y a veces, muchas veces, la gente no lo sabe. O no lo quiere saber, simplemente. Joselyn es inflexible cuando observa el mal comportamiento de algunos visitantes. “Hay que concientizar a las personas que ingresan a nuestras áreas protegidas, tienen que saber qué es lo que estamos protegiendo. La ley nos respalda, dice, podemos, tenemos la obligación de actuar como guardaparques cuando se infringen los reglamentos, no debería temblarnos la mano”. La impetuosa muchacha, mientras recorríamos uno de los circuitos más visitados del Parque Nacional Cerros de Amotape, no dudó en detener a un grupo numeroso -y muy bullanguero- de turistas locales a punto de tomar posesión de una poza junto a una caída de agua para explicarles de la manera más adecuada cómo debían comportarse al interior de un área nacional protegida.

Y claro que su intervención fue suficiente. Los visitantes en pleno acataron de inmediato y al unísono sus indicaciones. Cuando se actúa por convicción, con la ley en la mano y con el rigor necesario se consiguen los objetivos. La moqueguana cuyos padres y hermanos la esperan en casa sí que sabe su oficio, ha sido preparada para cuidar el futuro que los peruanos y peruanas nos merecemos.

La procedencia social e idiosincrasia de cada uno de los guardaparques del Sernanp resulta un valor agregado en el cumplimiento de las funciones encomendadas: “En Tumbes la cultura de la gente es diferente, en el norte las personas son más alegres, más desenvueltas y a veces más caprichosas en sus formas de comportarse; yo vengo de Moquegua, nuestra forma de ser es más convencional, me parece que más respetuosa de las normas, por eso es que la educación que he recibido en mi tierra me ayuda a hacer mejor mi trabajo. Eso se lo he comentado a mis compañeros, por eso es que entre todos hemos empezado a organizarnos mejor. Cada uno pone lo suyo para cuidar mejor lo que es de todos”, Joselyn Supanta, 24 años.
El enfoque multicultural y la pasión innata de los guardaparques peruanos vivifica la tarea de protección en nuestras áreas naturales protegidas. En la imagen Joselyn Supanta al lado de Enrique Atoche, 33 años cuidando el patrimonio natural del norte peruano. Foto Gabriel Herrera / Viajeros.

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