Mi opinión
Soy hincha del museo natural inaugurado en 1918 en un aula de la facultad de letras de la histórica Casona de San Marcos por el Dr. Javier Prado Ugarteche, rector por entonces de la centenaria universidad limeña. El museo, el más antiguo del país, recibió en un primer momento las colecciones que dejara el sabio Antonio Raimondi y desde 1934, cuando sus directivos decidieron trasladarlo al actual local de Jesús María, ha sabido comportarse, a pesar de las dificultades de hacer ciencia en un país poco atento al desarrollo de la ciencia y la tecnología, como uno de los repositorios científicos más importantes de la región.
Me encantó la nota que acaba de publicar en El País de España el periodista Marco Zileri, amigo de la casa, sobre el acopio que han hecho los investigadores peruanos y extranjeros de paso por nuestro territorio de las más de 240 mil muestras de las especies de aves registradas: 1790 para ser más exactos, que se conservan y se cuidan con celo en el museo de la avenida Arenales. Sensacional, se las dejo por aquí. Saludo desde este espacio el trabajo y la buena disposición de la bióloga Letty Salinas, sanmarquina de pura cepa y responsable de la sección ornitológica del gabinete de ciencias de la Decana de América y la tesonera labor de los científicos peruanos que han contribuido a engrandecer el legado que nos dejaran investigadores de la talla del propio Raimondi, los esposos Koepcke, Augusto Weberbauer, Ramón Ferreyra y en nuestros días, la Dra Irma Franke.
Marco Zileri para El País de España
Un pequeño y centenario museo de Lima custodia la colección de aves más importante de América del Sur, después de la del Ciencias Naturales de Buenos Aires. Un total de 241.200 muestras de 1.790 especies de aves —desde el cóndor andino soberano de las alturas hasta 126 especies de colibrí— están almacenadas en largos y estrechos cajones en el Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Perú. Cada ejemplar lleva una etiqueta adherida cuidadosamente con la fecha y el lugar donde se capturó y el nombre del colector. Uno de los ejemplares más antiguos corresponde a un chihuanco (Turdus fuscatur) de 28 centímetros de alto, recogido por el naturalista italiano Antonio Raimondi en 1862. Una anotación con letra pulcra y redonda, explica: “Ojos pardos, Huancayo”.
La colección se ha ido ampliando con los años gracias a las expediciones de Raimondi, K. Jeslki, J. Stolzmann, O. T. Baron, la Universidad de Harvard, Javier Ortiz de la Puente o María Koepcke. Ahora, esta institución estatal con escasos recursos da un enorme salto hacia adelante con la instalación de laboratorio molecular ornitológico.
¿Qué ocurrirá en este laboratorio molecular? Se podrá codificar el ADN y mejorar los registros de secuencias genéticas de las bases de datos públicas para documentar y también proteger la gran diversidad biológica del Perú, el segundo país con mayor variedad de aves por detrás de Colombia, según Bird Life, ya que cuenta con 1.860 especies, de las cuales 138 son endémicas, es decir, solo se han avistado en territorio peruano, un récord mundial.
Este nuevo paso es posible gracias a la financiación y al convenio firmado con la Alianza de Vida Silvestre del Zoológico de San Diego (Estados Unidos), que se han traducido en equipos nuevos, de alta tecnología. En Estados Unidos, la Alianza ha logrado desde hace tres décadas salvar al cóndor de California de una extinción certera, aunque aún no se puede cantar victoria, ya que solamente hay 500 ejemplares sobrevolando nuevamente las Montañas Rocosas. A través del manejo genético de la población, los científicos facilitan el emparejamiento y reproducción de la especie, una discreta operación cuyos efectos suelen ser a largo plazo, pues tienden a ser monógamas. El repositorio de material genético del Zoológico de San Diego es el más grande del mundo, aunque se centra sobre todo en mamíferos. Por ello, este nuevo convenio es de gran aliento para las ciencias naturales peruanas.
El objetivo último es que “todas las especies del mundo sean conocidas y alojadas en un repositorio disponible y gratuito para cualquier investigación científica. ¿Qué moléculas, qué proteínas, explican el color y las estructuras específicas del organismo? Esa es la información molecular que debe ser descubierta”, explica la bióloga Letty Salinas, jefa del Departamento de Ornitología del museo peruano.
Más info en Irma Franke: cuatro décadas destinadas al estudio de las aves en Perú
Un arca de la vida frente a la extinción
La aventura de los biólogos peruanos comenzó a inicios de la década pasada, cuando el Museo de Historia Natural de Perú se incorporó al Consorcio Internacional de Código de Barras de la Vida (iBOL), una alianza de instituciones de investigación de 30 naciones que en 2015 anunció que había obtenido los códigos de barras genéticos de medio millón de especies vivas de todo el mundo y una primera gran biblioteca de referencia. En 2019 se pusieron manos a la obra para lograr su segunda meta: conseguir 20 millones de códigos de barras genéticos de 2,5 millones de especies, un proyecto liderado por el científico Paul Hebert, director del Centro de la Genómica de la Biodiversidad (CBG) de la Universidad de Guelph, en Canadá.
“Se trata de proyectos planetarios, equivalentes a la construcción del acelerador de partículas, destinado en este caso a asegurar el arca de la vida ante la sexta extinción masiva de especies naturales”, puntualiza Salinas. La experta se apoya en datos para hablar de este declive: en este momento en la Tierra revolotean aproximadamente 11.000 especies de aves, pero cerca de la mitad han disminuido en número debido a la pérdida de su hábitat como consecuencia de la urbanización incesante, el uso de pesticidas y el cambio climático, según el último informe global de BirdLife, publicado en septiembre de 2022, que apunta que una de cada ocho variedades está en vías de extinción.
Con este acuerdo se desea completar la información molecular de las aves y mamíferos de la Amazonía peruana, cuya superficie es el doble que la de Alemania, una tarea de grandes proporciones. “Alrededor del 40% de las especies de aves amazónicas peruanas no cuenta con información sobre los marcadores moleculares más representativos”, precisa Salinas. “Completar este vacío permitiría usar herramientas moleculares para el monitoreo de la diversidad de aves, desvelar la historia evolutiva de las aves amazónicas e incluso luchar contra el tráfico ilegal de especies silvestres”, agrega. El análisis molecular permite identificar especies comercializadas y distinguir un animal de otro en el mercado negro. Además, los científicos emplearán el material genético que los organismos dejan en el ambiente para unos estudios revolucionarios de ADN ambiental, “una técnica emergente que aumenta la capacidad de documentar y cuantificar la biodiversidad”, según Salinas.