Mi opinión
La floración arbórea es uno de los placeres más hermosos que nos regala la naturaleza. Hace unos días compartí con algunos de ustedes en nuestras redes sociales testimonios y fotos sobre la inflorescencia de los sampedros o wachumas en la costa central, acontecimiento que se prolonga, me parece, hasta el norte de Chile. Fantástico, los regalos de estos compañeros de viajes son enormes, imperecederos, una verdadera fiesta para los sentidos.
Por eso que los amigos del norte más tropical del Perú se estén poniendo las pilas para maridar turismo con medio ambiente es otra buena noticia que no voy a dejar de celebrar. En estos tiempos de reafirmación y resignificación del turismo que queremos, los activos naturales -una playa, un árbol, un bosquecillo, una especie de fauna en particular- resultan imprescindibles y pueden transformar un producto turístico cualquiera en un hit, en un bombazo.
Estuve en Talara la semana pasada visitando emprendimientos turísticos muy bien planteados en Negritos, Lobitos, El Ñuro y Cabo Blanco; en esos destinos pescadores muy entusiastas están utilizando sus recursos y patrimonio cultural para enhebrar propuestas de turismo alternativas a las de siempre para cuidar el mar tan duramente maltratado en una región del país donde la sobrepesca y la ley de la selva sentaron raíces. Y estos pescadores que se transforman en orientadores turísticos para parar la olla lo están haciendo con sus hijos, esposas, con su familia.
Les dejo esta nota sobre la inflorescencia del guayacán de Piura y Tumbes, un hermoso árbol que habita los bosques secos de México para propagarse a través de Centroamérica hasta Colombia, Venezuela, Ecuador y el norte peruano, que empieza a convertirse en un atractivo turístico en esos departamentos. Enhorabuena, cuidar sus poblaciones resulta indispensable y alentar su contemplación un insumo más en la tarea pendiente de convertirnos en ciudadanos de una tierra bien tratada que se maravilla con los seres vivos que tanto nos dan y de los cuales dependemos para nuestra pervivencia como especie. El próximo año, cuando los guayacanes empiecen a amarillar por la llegada de las primeras lluvias, prometo traerles más noticias sobre la especie y sus defensores.
Radio Cutivalú
La Dirección Regional de Comercio Exterior y Turismo (Dircetur), busca promover como nuevo atractivo turístico el caserío Jabonillo, en el distrito de Lancones, en la provincia de Sullana, zona donde florecen los guayacanes.
Las autoridades buscan dar un valor turístico al evento natural que esta zona registra cada año con la floración de los guayacanes, debido a las primeras lluvias de estación. El guayacán, cuyo nombre científico es Handroanthus chrysanthus, registra un colorido proceso de florecimiento amarillo que puede durar de 6 a 8 días.
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Este evento natural se da una vez al año, y los turistas podrían observar la etapa de maduración floral, que dura 8 días después de la primera lluvia. Luego apreciará la flor en su máximo esplendor durante 5 días aproximadamente.
“Nosotros estamos acá colaborando con los pobladores con la iniciativa de comenzar a trabajar acciones de reforestación. Con esta iniciativa queremos atraer el turismo y generar una actividad económica sobre el florecimiento de los guayacanes”, comentó Cesar Talledo Mendoza – Dirección Regional Nor Bosque.
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Este árbol acompaña a los pobladores de la zona que buscan captar turistas para ser testigos del florecimiento del guayacán, un árbol que puede llegar a medir entre 12 y 15 metros de altura, de tronco fuerte y corteza marrón. Su madera es una de las más resistentes del continente americano, y pueden ser utilizados en diversas actividades.
La Dircetur constató que el acceso a la zona sea la más adecuada para recibir a los visitantes y promover el turismo ecológico en la región Piura.
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