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¿Qué hacemos con Donald Trump?

Mi opinión

Hoy se celebra en todo el planeta el Día Mundial de la Vida Silvestre. Complejo hablar de vida silvestre en una coyuntura en la que gran parte de los habitantes humanos parecieran haber perdido la noción de convivencialidad, la ineludible verdad que nos indica que el crecimiento de nuestras sociedades tiene un límite signado por lo que la naturaleza está en capacidad de proveernos. En fin, a seguir chimbando hasta tocar la orilla que necesitamos para salir del naufragio en el que nos encontramos.


Guillermo Reaño para Notas de Viaje / SPV

He estado leyendo con atención el reportaje sobre los cóndores de California elaborado por el periodista Iván Carrillo, becario de la Earth Journalism Network, que publica Knowable Magazine y que también hemos reproducido en esta plataforma. El artículo forma parte de una interesante iniciativa que explora el trabajo de los científicos latinos en los Estados Unidos y el impacto que tienen sus investigaciones en las comunidades migrantes.

La historia de rewilding -refaunación, en su acepción castellana- que relata desde México el periodista es realmente inspiradora. Les aconsejo leerla: si el término reforestación hace mucho caló entre el gran público que entiende perfectamente la importancia que tiene el sembrar árboles en territorios degradados; la refaunación, la reintroducción de especies silvestres en los espacios físicos que sus poblaciones ocuparon antes de ser diezmadas, es todavía una práctica poco conocida por la gente común (a pesar de las historias de éxito de la reintroducción de las poblaciones de linces ibéricos en España o la de lobos en el Parque Nacional Yellowstone y zonas aledañas).

Pues bien, la recuperación de las poblaciones de cóndores de California (Gymnogyps californianus) que reporta el periodista mexicano, un ave colosal virtualmente extinto en sus hábitats originales hacia 1987 y en nuestros días, qué maravilloso constatarlo, aleteando de nuevo en libertad en el sur de Estados Unidos y en el norte de México, me genera sentimientos encontrados. Por un lado, de extrema felicidad y gratitud con los científicos y el personal involucrado en el proceso de refaunación emprendido por el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos, la Comisión de Pesca y Caza de California, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas de México, entre otras instituciones del extremo norte de nuestro continente.

Y por otro lado, malestar e inocultable rabia al constatar que todos los esfuerzos intergubernamentales y transfronterizos, los enormes presupuestos involucrados y los equipos científicos del más alto nivel puestos en marcha desde hace cinco décadas para recuperar las poblaciones de especie tan emblemática como el cóndor de California pueden irse al trasto por la obcecación y la vehemencia intransigente del presidente de los Estados Unidos, el líder global que se ha embarcado urbi et orbi– en una lucha sin cuartel contra todo aquello que signifique progresismo, por llamarlo de alguna manera, qué importa si en el camino se violentan los acuerdos tomados por las demás naciones (y la suya propia) para combatir el descalabro ambiental y se niegan las evidencias que dan cuenta de la violenta defaunación que se está produciendo en el planeta entero y el cambio climático.

La dupla Trump-Musk, mejor dicho, el trinomio Trump-Musk-Vance, desde el inicio de la actual administración republicana en la Casa Blanca no ha hecho otra cosa que torpedear los esfuerzos de los gobiernos anteriores, sobre todo demócratas, encaminados a asumir las responsabilidades de su país en el desbarajuste climático que aflige a toda la humanidad. El mismísimo Donald Trump el día que firmó la orden ejecutiva ordenando la restitución del uso de las pajitas de papel por las de plástico prohibidas por su antecesor, el presidente Joe Biden, su archienemigo ideológico, se expresó de la siguiente manera: » “No creo que el plástico vaya a afectar mucho a un tiburón, ya que mastican todo lo que hay por el océano».

Sí, eso fue lo que dijo tirando por la borda los avances ciudadanos en la lucha contra la contaminación de los océanos.

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Como lo han dicho con mejores luces otros entendidos, para el magnate de los espectáculos convertido en estadista, la cruzada contra el plástico es poco más que un capricho de los activistas ambientales, esos que Savater denomina desde la exageración y el antiwokismo “neuróticos ambientales”. Y que Caparrós llamó en su tiempo, ecololos: para Trump, todos, todos sin distinción terrucos del wokismo internacional, de allí que su administración apueste por devolver a los estadounidenses el derecho a utilizar pajitas funcionales, aunque ello suponga un retroceso en los esfuerzos por mitigar la contaminación marina.
Es decir, el uso del plástico como invicta bandera de lucha, de resistencia cultural, contra el progresismo basura, contra la “izquierda” que quiere envenenar con sus principios absurdos a los habitantes del planeta.

En este caso, como en mil otros, la realidad, desmiente al mandatario. Según opinión de la prestigiosa National Geographic y otras instituciones de reconocido prestigio, los plásticos, y en especial los microplásticos derivados de su descomposición, son una amenaza silenciosa pero devastadora para los océanos. Y entre sus víctimas más vulnerables se encuentran precisamente los tiburones, especies longevas y esenciales para el equilibrio marino, que acumulan estas partículas tóxicas en sus organismos con consecuencias aún no completamente comprendidas”. Una verdad de Perogrullo que Trump y los suyos se niegan a aceptar seguros como están en desmontar a patadas el andamiaje construido por los que consideran son enemigos de la libertad, entre ellos los millones de seres humanos que en todas partes venimos asumiendo con responsabilidad conductas más amistosas con la salud de la tierra.

Como concluye el reportaje que comento, una de las cuestiones fundamentales para garantizar la supervivencia del cóndor de California, en cuyo proceso de rewilding, el andino, el nuestro, el Vultur gryphus presente en nuestras más sentidas evocaciones, jugó un papel decisivo, se trata precisamente asegurar la continuidad de la iniciativa binacional a partir del financiamiento del programa de recuperación de la especie… que, seguramente, va a ser visto por Elon Musk, el encargado de ajustar la correa del tesoro público, como una amenaza a la seguridad del Estado y al bolsillo de los ciudadanos de un país clave en la refundación del planeta que habitamos. Para él, seguramente, lo sospecho, invertir en colonizar Marte resultaría una inversión a todas luces más rentable.

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En eso estamos mientras se nos van extinguiendo los plazos (y las razones) para rescatar a Gaia de la destrucción, quién lo diría.

Buena semana para todos.

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