Solo Para Viajeros

Conservando el mar de Cabo Blanco a través del cultivo de perlas, una nueva propuesta de Inkaterra

Mi opinión

Del hotel de Inkaterra en Tambopata, que visité hace unos días, pasemos ahora a otro de los emprendimientos del consorcio que lidera Joe Koechlin: la Reserva Marina Cabo Blanco-Banco de Máncora, en el norte del país, el sueño de un área de conservación que evitaría la depredación de uno de los mares más ricos del planeta para convertirse al mismo tiempo en una despensa de trabajo y bienestar económico para los hombres y mujeres que viven en una de las regiones más promisorias y al mismo tiempo abandonadas de nuestro país.

En Cabo Blanco los artífices de la iniciativa han seguido en lo suyo, batallando para que el Estado establezca de una vez por todas el área protegida y capacitando a la población en un negocio muy rentable si se trabaja de manera apropiada: la perlacultura de ostras de labios arcoíris, un bivalvo que habita las aguas del Pacífico desde Baja California hasta el mar piurano. Y que de acuerdo a los comentarios del proyecto que impulsa Inkaterra, transformada en fino artículo de joyería, puede alcanzar precios que oscilan entre los ciento cincuenta dólares y los dos mil.

La nota que les dejo da mucha más información al respecto. Ojalá que el proyecto prospere y se cree la reserva marina que impulsan Koechlin y su gente: convertir de manera sostenible recursos naturales que tenemos en riqueza para la gente es un imperativo de estos tiempos, de allí la necesidad de actuar con premura y responsabilidad. Manos a la obra.


Durante la década de 1950, Cabo Blanco se consideraba la meca mundial de la pesca deportiva. Tres corrientes se encuentran frente a sus costas: la fría de Humboldt, la cálida de El Niño y la subcorriente de Cromwell que empuja los nutrientes a la superficie, fenómeno que atrae hasta estas aguas al 70% de la diversidad marina del Perú.

En agosto de 1953, el magnate de Luisiana Alfred Glasell Jr. pescó en Cabo Blanco el máximo trofeo de la pesca deportiva: un merlín negro (Makaira indica) de 1560 libras. Mientras que en 1957 se estableció aquí otro gran récord mundial: la pesca del famoso atún ojo grande (Thunnus obesus) de 435 libras. Estrellas de la época dorada de Hollywood pasaron sus veranos en Cabo Blanco, y el premio Nobel Ernest Hemingway navegó durante abril de 1956 a bordo de la icónica nave “Miss Texas” buscando batir la hazaña de Glassell.

Con el tiempo, la sobreexplotación de recursos ha puesto en peligro la vida marina de Cabo Blanco.

Contribuyendo a la conservación de uno de los ecosistemas marinos más preciados del planeta, Inkaterra Asociación ha propuesto  desde el año 2012 la creación de la primera reserva marina del Perú, en el Pacífico Tropical de Cabo Blanco. Alineada a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidos, la iniciativa busca restaurar el ciclo de vida en el desierto marino costero de Cabo Blanco, promoviendo el ecoturismo y la milenaria pesca artesanal, declarada Patrimonio Cultural del Perú en el año 2018.

Sin embargo, la oposición de ciertas actividades industriales ha demorado una medida tan urgente como la declaración oficial de una reserva marina para el Perú. En un esfuerzo por hallar maneras innovadoras de preservar el Pacífico Tropical Peruano, la ONG Inkaterra Asociación, en alianza con el Programa Nacional de Innovación de Pesquería y Acuicultura (PNIPA), la empresa AGROMAR y el Gremio de Pescadores Artesanales de Cabo Blanco, logró la declaración de una concesión marina de 100 Ha, área segura para la diversidad marina, salvaguardada de prácticas de pesca ilegales y demás actividades predatorias.

Esta alianza estratégica emplea la concesión para el cultivo sostenible de la ostra de labios arcoíris (Pteria sterna), un molusco bivalvo de la familia Pteriidae que habita las aguas superficiales, con un rango de distribución desde Baja California hasta el norte peruano. Una fuente de desarrollo sostenible para las comunidades de pescadores de Cabo Blanco y sus familias, pues son las mujeres las principales agentes de cambio en este programa piloto.

“Por las últimas cuatro décadas hemos sido testigos de cómo las comunidades costeras en Baja California, México, se han beneficiado de proyectos como Perlas del Mar de Cortez y del cultivo de perlas, como una de las mayores fuentes de desarrollo gracias a la joyería sostenible y la producción de derivados de nácar”, relata el coordinador general del proyecto, Jorge Vargas. Como representante de Fernando Fernandini, líder de Agromar –una de la mayores productoras de conchas de abanico en el Perú–, Vargas encuentra un enorme potencial en esta forma de emprendimiento novedosa para la población de Cabo Blanco. “En México, una perla incrustada en plata puede costar cerca de $150, y $300 si es en oro. Hay joyas de perlas que promedian los $2000, lo cual nos evidencia el enorme potencial para comunidades costeras como Cabo Blanco”.

Los talleres de capacitación ofrecidos en Cabo Blanco para pescadores y sus familias, enseñando técnicas de perlicultura sostenible, tienen siempre un enfoque cuyo núcleo es la conservación marina. El Dr. Mario Monteforte, biólogo mexicano que lideró los talleres, quedó maravillado con el extraordinario futuro para esta actividad en el Perú.

A pesar de que el contexto del COVID-19 detuvo el cultivo de perlas, la comunidad está ansiosa de retomar las operaciones y seguir explorando esta actividad con tanto potencial para el ecoturismo como para la joyería, en un destino donde la abundancia de materia prima es diez veces mayor que en Baja California.

Iniciativas en joyería responsable ya se desarrollan en Cabo Blanco. Es el caso de Usinyanya (“mar” en quechua”) de Katerina Norgaard, una colección de joyería perlera inspirada en la herencia peruana y el océano Pacífico. “La colección usa partes de conchas de madre perla y es elaborada por artesanas de Cabo Blanco”, cuenta Katerina. “Esta colección también busca apoyar a la comunidad, en especial a mujeres sin empleo, al pagarles un precio justo por cada pieza elaborada. La colección es más que joyería, es también un proyecto que busca cambio social y un compromiso ambiental, que espera inspirar futuros proyectos a través de la sostenibilidad y la autenticidad”.

VISITE EL PROYECTO USINYANYA AQUÍ:
https://sites.google.com/newschool.edu/sce-katerina-nordgaard/

Deja un comentario