Mi opinión
Les dejo por aquí el emotivo discurso que diera Marc Dourojeanni al recibir hace un par de semanas el Premio Thomas Lovejoy 2024, el muy justo reconocimiento que la comunidad internacional le brinda a uno de los más decididos defensores de la salud de la Tierra y el cuidado del bioma amazónico.
Dourojeanni, lo hemos dicho tantas veces y no nos vamos a cansar de repetirlo, es un acerado precursor del planeta con el que soñamos, gozar de su amistad nos llena de orgullo y por supuesto, de una permanente inspiración. En su largo recorrido, en su prolongado magisterio Marc ha compartido mesas y discusiones con los más grandes conservacionistas de nuestro tiempo y el que pasó: contertulios suyos han sido el propio Lovejoy, a quien cariñosamente llama Tom, Russell Mittermeier, Kenton Miller, los esposos Koepcke, Gerardo Budowski, Paul Pierret, Iam Grimwood, Antonio Brack y muchas luminarias más.
Seis años después de haber sido galardonado con el premio Carlos Ponce, la academia le entrega un nuevo pergamino y estamos felices con ese merecimiento. En el 2018 cuando le toco agradecer el premio que lleva el nombre de uno de sus más caros compañeros de ruta, Carlos Ponce del Prado, dijo: “No podemos desanimarnos ante el tamaño monstruoso de los problemas aún no resueltos. Vamos a enfrentarlos. Mejor dicho, ustedes van a enfrentarlos y luchar por resolverlos. Digo bien luchar, pues lamentablemente nuestra capacidad para resolver los problemas ambientales nacionales es y siempre será limitada por otras necesidades humanas y especialmente por la falta de educación … la misma falta de educación que estimula la corrupción, que no nos permite disponer de buenos gobernantes y que nos hace una nación dominada por la informalidad. Eso no es nada nuevo. Nuestro desarrollo nacional depende de la educación”.
Tremendo, el fundador de Pronaturaleza y artífice de tantas campañas en defensa de la Amazonía y sus recursos, se expresó en los mismos términos en la ceremonia de recepción del premio Thomas Lovejoy llevada a cabo en Cali, en el contexto de la COP 16, dándose el trabajo, además, de añadir unos destellos más de su conocido y clarísimo ideario: “Para terminar, repetiré algo que suelo decir cuando me toca hablar desde que soy octogenario: la vida solo vale la pena y es interesante si es para luchar por algo más que por uno mismo. Solo vale la pena si uno se siente útil y… ¿qué mejor que ayudar a que la Amazonía, o por lo menos a que la mayor parte de ella, siga siendo la maravilla biológica que es? ¡Y que siga brindándonos sus indispensables servicios ecosistémicos! Es y será una batalla desigual y –no seamos ilusos– está condenada a no tener todo el éxito esperado. Por eso debemos perseverar, sí, perseverar y celebrar cada triunfo, grande o pequeño, como lo hacemos hoy recordando a Tom Lovejoy”. Grande Marc, agradecimientos infinitos por tanto.
Por Marc Dourojeanni
Debo comenzar por agradecer a las personas que pensaron que yo merecía recibir un premio creado en honor de Thomas Lovejoy. Confieso que saberlo me sorprendió. Primero, porque pienso en muchos y muchas que también lo merecen. Segundo, porque suelo ofender por no disimular mucho lo que pienso… El modo de ser y hacer de Tom, siempre gentil y diplomático, era muy diferente al mío, un tanto brusco. En cambio, teníamos en común el amor por la Amazonía y por Maria Tereza Jorge Pádua, mi esposa, la brasileña ganadora del segundo premio Getty y de la Medalla John C. Phillips de la IUCN.
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Sí, Tom y ella se admiraban mutuamente. Así fuimos amigos de largo tiempo, desde los años 1970, cuando conocí a Tom y a Russell Mittermeier, que compartían un pequeño escritorio en la oficina del World Wildlife Fund en Washington, DC.
No es posible recibir este premio sin hablar de la Amazonía. Este año ha brindado la mejor prueba de que todo lo que Tom y, modestamente, yo mismo, predijimos desde tres décadas atrás se convirtió en una triste realidad. Sí, es muy triste tener razón y, peor, constatar que nuestras predicciones fueron largamente sobrepasadas por la realidad.
Pero Tom, como yo, era un pesimista optimista. ¡Siempre hay tiempo, siempre hay alguna opción para hacer algo más para evitar el desastre final! Años atrás Tom sugirió un título para un artículo mío sobre la fauna silvestre amazónica: “Overexploited and underutilized”, pero esa expresión se aplica a la realidad de toda la Amazonía.
En efecto, por ejemplo, apenas en Perú hay más de 12 millones de hectáreas deforestadas, todas servidas por carreteras, pero solo hay 4 millones que son utilizadas y, cada una de estas, produce apenas un quinto de su potencial con la tecnología disponible. Es decir que, si se apoya a los campesinos e indígenas y se les brinda créditos, se puede triplicar la producción sin cortar más árboles y, en cambio, plantar muchos.
Por otra parte, la sociedad mundial parece estar olvidando que las áreas protegidas naturales son, como lo decía el recordado Kenton Miller, la espina dorsal de la conservación de la biodiversidad. Eso es un grave error que hay que corregir. Se debe renovar el apoyo financiero a esas joyas y a sus defensores, a los guardaparques y a los indígenas. También hay que insistir en que los bosques naturales fuera de esas áreas pueden ser manejados de forma inteligente y sostenible. Pero, para eso, se debe pagar el precio justo por las hermosas maderas producidas naturalmente.
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En síntesis, el potencial para el desarrollo duradero de la enorme porción de la Amazonía que está sobreexplotada y subutilizada aún es proverbial. Hay pues que abrir la mente para opciones nuevas y poner manos a la obra.
Para terminar, repetiré algo que suelo decir cuando me toca hablar desde que soy octogenario: la vida solo vale la pena y es interesante si es para luchar por algo más que por uno mismo. Solo vale la pena si uno se siente útil y… ¿qué mejor que ayudar a que la Amazonía, o por lo menos a que la mayor parte de ella, siga siendo la maravilla biológica que es? ¡Y que siga brindándonos sus indispensables servicios ecosistémicos! Es y será una batalla desigual y –no seamos ilusos– está condenada a no tener todo el éxito esperado. Por eso debemos perseverar, sí, perseverar y celebrar cada triunfo, grande o pequeño, como lo hacemos hoy recordando a Tom Lovejoy.
¡Gracias!