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Proponen establecimiento de un corredor transfronterizo para el jaguar en Ecuador, Colombia y Perú

Mi opinión

Que los esfuerzos por proteger a los jaguares de esta nota hayan prosperado en los tres países andino-amazónicos que se consorciaron para entender su distribución, conducta y dinámica poblacional es un avance que saludo. Conozco a José Luis Mena, el científico peruano detrás de esta importante iniciativa de WWF en la región: tuve la suerte, hace unos años, mientras navegábamos por el río Marañón avistando delfines rosados, de conversar con él para conocer más del papel que cumplen los jaguares y otros grandes mamíferos en la pervivencia del bosque amazónico.

Por José Luis supe que la Amazonía que nos queda y los demás bosques tropicales del continente se mantienen en pie gracias a los grandes mamíferos (jaguares, osos de anteojos, manatíes, delfines, tapires, entre otros) que al igual que los guacamayos y otros vertebrados se ocupan, entre otras cosas, de distribuir las semillas y regular las poblaciones de animales que servirán para perpetuar la vida en los territorios por donde se desplazan.

Mamíferos y vertebrados, hay que decirlo en voz alta, cuyas poblaciones están siendo diezmadas por el avance incontenible de la colonización y los extractivismos en boga. Mena, biólogo por la Universidad Ricardo Palma, me comentó a bordo del inolvidable Wachito I, la embarcación que nos llevó hasta los confines del territorio awajún, “que saber más de las relaciones que existen entre comunidades de mamíferos, o de vertebrados, provee a la comunidad científica de mejores ideas sobre los ecosistemas que tenemos la obligación de cuidar, lo que resulta clave para un manejo sostenible de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos” con los que nos proveen.

Celebro por ello la noticia que publica Mongabay Latam sobre la posibilidad que existe de crear un corredor transfronterizo entre la Reserva Regional Alto Nanay-Pintuyacu Chambira, en Perú, y el Parque Nacional de la Serranía de Chiribiquete, en Colombia, que aloje y cuide a una población de jaguares en buen estado que pudiera rondar los 2 mil individuos. He recorrido la zona ecuatoriana y colombiana a la que se refiere la nota: es de una belleza superlativa y está poblada, como en la contraparte peruana, por comunidades indígenas sumamente comprometidas con el cuidado de sus bosques.

Así que ya que vamos a hablar de jaguares me voy a permitir reproducir este pequeño texto que escribí hace algunas semanas sobre los jaguares de Tambopata:

Para mí el fabuloso jaguar (Phantera onca) es sin más ni más el rey de la selva amazónica. Y también el monarca indiscutible del Pantanal, la Chiquitanía y el Gran Chaco. Yaguar, yaguareté, onça-pintada u otorongo, llamémoslo como queramos, el gato sudamericano de mis preferencias es un felino colosal y hermoso hasta decir basta. Juan Diego Shoobridge, director de campo del proyecto Wired Amazon, se topó con una madre y su cría durante su primer recorrido por los bosques de Refugio Amazonas, el suertudo casi cae fulminado de la emoción.

Walter Wust, fotógrafo de naturaleza y visitante frecuente de los albergues de Rainforest Expeditions, comenta en el libro de Bárbara D’Achille que la reputación de “ladrón de niños y asesino de hombres y ganado” que tiene el felino es falsa: los jaguares rehuyen la presencia humana, nos evitan, han entendido mejor que nadie el peligro que supone estar cerca a nuestra especie. Rafael Hoogesteijn, estudioso de los jaguares del Pantanal brasileño, afirma que solo se conoce el caso de un humano muerto por un jaguar.

Panthera onca, me lo ha contado Juan Diego, es solitario por naturaleza y gusta de retozar en las orillas del río Tambopata. Los avistamientos de jaguares en actitud de descanso o a la espera de un ronsoco para la cena son tan frecuentes que existe hasta un 35 por ciento de posibilidades de toparse con uno de ellos durante su viaje al Tambopata. No lo digo yo, lo pueden leer en los catálogos de venta de Rainforest Expeditions, la empresa que el año pasado celebro sus primeros treinta años de operaciones ininterrumpidas.

Doy fe de aquello: pude observar a un hermoso juvenil retozando en un tronco mientras navegaba por el río de los Ese’ejas. Para los felinos y los otros mamíferos que utilizan playas y orillas ribereñas los botes que recorren el Tambopata no representan ningún peligro. No se inmutan con su presencia.

Ah, debo decirlo, la mordida del jaguar es dos veces más potente que la de un león.


Nuevo estudio: Colombia, Ecuador y Perú comparten paisaje habitado por cerca de 2000 jaguares
Vanessa Romo para Mongabay Latam

  • Esta investigación es la primera que estudia de forma transfronteriza el hábitat del jaguar en la Amazonía. Con la investigación se pudo comprobar que existe una densidad de 2.2 jaguares por cada 100 kilómetros cuadrados.
  • El estudio advierte que el área propuesta como corredor para el jaguar es amenazada por obras de infraestructura y el crecimiento del arco de deforestación en Ecuador y Colombia.

La presencia del felino emblemático de las Américas, el jaguar, es uno de los grandes indicadores de la salud de nuestra Amazonía. Cuando su población es escasa, las probabilidades de tener un bosque rico en fauna son muy bajas. Esta es la razón por la que es tan importante saber cuántos jaguares existen, tomando en cuenta que solo se habla de estimados en los países que forman parte del hábitat de este felino, que va desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de Argentina.

En términos de cifras, el panorama regional no es alentador. Las 34 poblaciones identificadas de jaguares, hasta el momento, enfrentan una pérdida significativa de su espacio de movimiento: han perdido más del 57 % de su hábitat por impactos externos. La alternativa que muchos países han encontrado para protegerlo en este contexto es cuidar a las poblaciones que viven dentro de las áreas naturales protegidas, donde se cree pueden sortear los peligros que las acechan.

Es justo en estos espacios que un grupo de investigadores del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) ha estudiado a esta especie, que responde al nombre científico de Panthera onca. Uno de los hallazgos más importantes de esta investigación —que abarca las poblaciones de Colombia, Ecuador y Perú— es que existe un paisaje que comparten estos tres países que podría albergar hasta a 2000 jaguares, lo que los científicos describen como nueva gran unidad de conservación para esta especie.

 

El jaguar, un animal migrante

José Luis Mena, jefe del departamento de Zoología del Museo de Historia Natural de la Universidad Ricardo Palma, es uno de los científicos que lideró la investigación que comenzó a fines de 2017 y que concluyó con la reciente publicación. Luego de más de una década investigándolos, el biólogo peruano confiesa que hasta hoy no ha podido observar a un jaguar en sus salidas de campo. Pero agrega que el solo hecho de ingresar al bosque para recoger la información almacenada por las cámaras trampa ya lo emociona. Varias veces ha podido ver sus huellas, algo que para Mena es conmovedor.

Esta emoción se suma a ser parte de la primera investigación transfronteriza en la Amazonía, la primera también que estima poblaciones de jaguar en un área protegida peruana y el tercer paper que se publica en su país sobre esta especie. “La conservación trasciende áreas protegidas y fronteras”, dice Mena a Mongabay Latam, en alusión a la investigación desarrollada a lo largo del corredor Napo-Putumayo, de unos 131 mil kilómetros cuadrados. Esto incluye al Parque Nacional Güeppi-Sekime en el Perú; a la Reserva de Vida Silvestre Cuyabeno en Ecuador; y la reserva indígena de Umancia en Colombia.

Mena comenta que luego de dos temporadas en campo, entre el 2017 y el 2019, y con 168 estaciones de cámaras trampa instaladas —con aproximadamente dos cámaras por estación—, lograron comprobar que la densidad del jaguar en estas tres áreas protegidas superaba las estimaciones iniciales: de 1.5 a 2.20 jaguares por cada 100 kilómetros cuadrados.

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Esta imagen, captada con una cámara trampa en el Parque Nacional Güeppi-Sekime, fue obtenida en el segundo ingreso al campo en el 2019. Foto: WWF Perú.

Aunque en los tres sitios encontraron números similares, la investigación señala que en Güeppi los cálculos arrojaron una densidad ligeramente mayor, 2.70 jaguares por 100 kilómetros cuadrados. “Creemos que puede deberse a que, de las tres, esta era la única área intangible por ser parque nacional”, añade Mena.

Las imágenes obtenidas en poco más de tres años de investigación son variadas. En algunas se puede observar a un felino feroz, que se acerca a la cámara como si supiera que está siendo grabado. En otras se le ve más dócil, en rutinas de aseo personal como cualquier felino o revolcándose en el bosque. Todo lo obtenido suma para conocer más sobre el comportamiento de este animal.

En términos cuantitativos, los científicos reunieron 273 detecciones independientes de 39 jaguares tras examinar las fotografías. Identificar a cada individuo es un proceso laborioso pero no imposible gracias a que los patrones de sus manchas son como sus huellas digitales: son únicos.

De este grupo, 23 de ellos son machos, 10 hembras y no se pudo identificar el sexo de los otros seis. Luego de extrapolar estos datos en el resto del territorio de Güeppi, Cuyabeno y Umancia, se estimó que en estas tres áreas existen unos 322 jaguares. Y si se juntan otras siete áreas en los tres países, es decir, el gran corredor propuesto por el estudio publicado en el journal Global Ecology and Conservation, se podría encontrar hasta 2000 de estos felinos.

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Este estudio comprobó que las áreas protegidas ayudan a conservar la biodiversidad, sobre todo la existencia del jaguar. La propuesta es pensar en estas áreas como un gran corredor transfronterizo. Foto: Diego Pérez / WWF Perú

A esto se refieren los científicos cuando hablan del megapaisaje Napo-Putumayo que enlaza a áreas protegidas de diversos tipos, desde parques nacionales hasta reservas indígenas. La iniciativa busca que se considere desde la Reserva Regional Alto Nanay-Pintuyacu Chambira (Perú) en el sur hasta el Parque Nacional de la Serranía de Chiribiquete (Colombia) en el norte.

Este corredor, según el estudio, debería ser concebido como una unidad de conservación de jaguares (UCJ), como la denominó en el 2002 el científico Eric Sanderson y que es utilizada desde entonces como una referencia por las comunidades académicas que estudian a este felino. Aunque en el Perú existen algunas UCJ identificadas, hasta la fecha no existían unidades demarcadas en la Amazonía norte, específicamente al norte del río Marañón. Con la investigación realizada, Güeppi también podría ser considerada una nueva UCJ, ya que se necesita al menos 50 individuos reproductores para ser considerada viable.

 

Trabajo en equipo

“La conservación de la biodiversidad tropical tiene que tener un enfoque de paisaje”, resalta la publicación científica. Eso lo sabe bien Jessica Gálvez-Durand del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor). “Necesitamos corredores transnacionales —comenta la directora de Gestión Sostenible del Patrimonio de Fauna Silvestre— no solo para el jaguar sino para especies como el tapir de montaña y para ello estamos impulsando coordinaciones con otros países como Ecuador y Colombia”.

Ella asegura que esa visión holística de protección es algo que están incluyendo en el plan nacional de conservación de esta especie, que es la serie de compromisos que ha asumido el Perú como parte del Plan Jaguar 2030. Este último reúne los esfuerzos de 14 países para fortalecer la supervivencia del felino.

Según Gálvez-Durand, se estima que el Perú tiene la segunda población de jaguares más grande después de Brasil. “Solo en la Amazonía sur —agrega— estamos hablando de 6 mil unidades”. No obstante, Perú está en la cola de los países que cuentan con muy poca información científica sobre este felino, dice Vania Tejeda, Oficial de Biodiversidad de WWF Perú y otra de las autoras de la investigación.  “Es difícil empujar la agenda del jaguar —señala— cuando no se cuenta con data”.

En los otros países donde se condujo la investigación, Ecuador y Colombia, la situación es distinta. En ambos existen investigaciones sobre este felino y en ellas existen 7 y 9 unidades de conservación de jaguar (UCJ), respectivamente. Algunas de estas UCJ son parte de la propuesta del gran corredor que propone este estudio realizado por WWF y gran parte de estas zonas se ubican en áreas naturales protegidas.

De acuerdo con los científicos que encabezaron el análisis, esta ubicación ha permitido una mayor conservación de la especie, incluso pese a la continua fragmentación del hábitat del jaguar que restringe cada vez más sus espacios de tránsito y lo ponen en peligro. Existen serias amenazas como los proyectos de infraestructura y la deforestación, generada por la ampliación de espacios ganaderos y actividades ilícitas, que presionan estas áreas.

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El estudio fue realizado en las zonas demarcadas en la parte izquierda de la imagen. En el lado derecho podemos observar el mega paisaje que los científicos proponen y donde estarían distribuidos unos 2000 jaguares. Foto: Investigación WWF Perú, Ecuador y Colombia.

Jessica Pacheco, oficial del Programa de Bosques y Agua Dulce de WWF Ecuador y coautora del estudio, comenta que si bien se han realizado estudios sobre estimación del jaguar en Ecuador, no se tenía una información actualizada. Además, tanto en este país como en Colombia, el trabajo con la población indígena fue clave para tener datos robustos tanto sobre este animal como sobre otros mamíferos y aves de menor tamaño. En el Perú también se ingresó al campo con indígenas de la comunidad nativa Puerto Estrella y con pobladores de Cabo Pantoja, pero estaban más alejados de la zona de estudio, Güeppi, al ser este un parque nacional.

 

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La investigación contó con el apoyo de la población más cercana al área estudiada. Jóvenes de la etnia murui muina se involucraron tanto en el proyecto de jaguares que han empezado a construir su propia metodología de investigación. Foto: Luis Barreto / WWF Colombia

En el lado colombiano, los monitores murui muina se involucraron aún más en el trabajo de campo. “Aquí la constitución les da a los pueblos indígenas la propiedad sobre sus territorios y tienen el poder de realizar actividades. Eso los ha empoderado frente a otras comunidades de otros países”, dice Jaime Cabrera, biólogo de WWF Colombia y coautor de la investigación.

El científico detalla que aunque al inicio eran monitores y fueron capacitados para el uso de GPS, de sistemas de información geográfica y cartografía, ahora ya se han convertido en investigadores. “Al empezar a aparecer la data, ellos también iniciaron con la interpretación de esta de acuerdo a lo que ellos sabían o cómo denominaban a esas especies. Así han empezado a sistematizar sus conocimientos sobre el jaguar. Nosotros promovemos un diálogo constante entre el conocimiento tradicional y el occidental”, anota Cabrera.

Otros hallazgos en el corredor Napo-Putumayo

Además de calcular la población de jaguares en el noroeste de la Amazonía, también se recopiló información sobre otros mamíferos y aves terrestres de tamaño mediano y grande. En muchos casos estos animales forman parte de la dieta del felino, por lo que su estado de conservación también es importante para la salud de los jaguares.

El estudio señala que si bien la riqueza de estas especies fue similar en los tres espacios de Perú, Ecuador y Colombia, se observó una mayor ocupación del pecarí de labios blancos (Tayassu pecari) y el oso hormiguero gigante (Myrmecophaga tridactyla). Estos dos animales son las presas principales del jaguar. Sin embargo, también se encontraron armadillos (Dasypus spp.), coatíes (Nasua nasua) y ciervos de corral (Mazama spp.), consideradas presas secundarias.

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Pecarí de labios blancos (Tayassu pecari) registrado con una cámara trampa. Imagen: WWF Perú.

“Fueron identificados 24 mamíferos y cuatro especies de aves terrestres en el área de estudio”, añade Mena. El científico comenta que es importante hacer un estudio enfocado concretamente en evaluar la presión de la caza para conocer el impacto de la depredación de las presas del jaguar.

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Oso hormiguero gigante (Myrmecophaga tridactyla), junto con el pecarí de labios blancos, una de las presas predilectas del jaguar en esta zona de la Amazonía. Foto: WWF Perú.

Pero el consumo o caza local de animales es un evento mucho menor frente a otras amenazas que podrían destruir el hábitat del jaguar. El grupo de científicos detectó dos de ellas y ambas relacionadas al proyecto Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional de América del Sur (IIRSA).

La primera está vinculada al dragado del río Napo para construir una ruta de transporte que conecte el puerto de Manaos en Brasil con otros puertos costeros del Pacífico en Ecuador. También se considera otra red de transporte que se quiere instalar en la Amazonía, como la construcción de un ferrocarril transcontinental de 15 mil kilómetros cuadrados y vías navegables de 20 mil kilómetros cuadrados.

“Las carreteras nos sirven, pero las mal diseñadas solo traen consigo deforestación, pérdida del valor del bosque e incrementan la cacería y el ingreso de patógenos del bosque a la ciudad, con consecuencias como las que estamos viviendo con el coronavirus”, agrega el científico peruano.

Mena regresa a un momento importante en la historia del jaguar en el Perú, la que fácilmente puede extenderse a Latinoamérica: el estudio del británico Ian Grimwood en 1968, cuando reveló que en veinte años habían salido 12 704 pieles de jaguares a diferentes partes del mundo desde Iquitos, es decir, unos 600 jaguares eliminados por año. “Estamos hablando de una extirpación de este felino en la selva peruana”, comenta el científico con tristeza, aludiendo también a un problema que sigue vigente considerando el tráfico actual de sus colmillos y garras. Frente a ese número, 2000 jaguares parece poco. Es a ese reducido número al que hay que proteger con más acciones y, como señalan los expertos, con más investigaciones.

 

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